jueves, 20 de mayo de 2010


No es el "entorno", ni el "medio" lo que da sentido y valor a nuestro peregrinar. Quizá tengamos la "tentación" de los momentos y de los lugares "ideales" para sentirnos mejor y recibir no sé qué certificado de "seguridad" y de acierto. Pues no parece que sea así. Lo importante no son los "lugares" (a veces harto accidentales) sino la VIDA MISMA que bulle y se dilata aún donde menos se la quiere.
No es deseable la hostilidad de nada ni de nadie, pero es necesario seguir adelante, a veces entre esas dificultades que no preveíamos o con desilusiones en nuestro equipaje. Pueden ser de diverso grado, a veces intolerables. Pero podemos hacer el santo "juego" de preguntarnos hasta dónde nos benefician, en nuestra vida espiritual, claro, y hasta dónde somos capaces de mantenernos en nuestro camino, sin apartarnos de la huella, a pesar de todo ello. Que, cada uno, ha de "morir en su ley."
¡Coraje, pues, confianza y adelante!

Alberto E. Justo

sábado, 15 de mayo de 2010

Algo más acerca del sufrimiento

¿Es posible, por fin, que aceptemos el valor de nuestro sufrimiento? Desde luego que se tratará siempre de una "cruz" recibida, dada, no elegida... Hay aquí un valor supremo que no podemos "desmenuzar", que nos es muy difícil circunscribir, que es, más bien, propio del silencio y de su abismo. Pero, lo sabemos, lleva muy alto. Casi, diríamos, que allí está señalada la fecundidad de nuestra vida y de nuestra peregrinación, que no se contradice con el júbilo ni con la alegría.
Cuando meditamos los Misterios de dolor, ¿no decimos -acaso- "Alégrate María"? Aquí hay una grande invitación, al menos a meditar acerca de nuestra labor y de nuestra peregrinación. ¡Cuántas veces los peregrinos se interrogan y se plantean esto o aquello, es decir: si es importante "hacer" esto o aquello! ¡Cuánto deseo de "aparecer" o de "realizar"! Pues el secreto profundo de nuestras "obras" se halla en la Cruz. Reposo contemplativo y alegría, porque los pasos de nuestras sendas encierran una asombrosa fecundidad.

Alberto E. Justo

domingo, 9 de mayo de 2010


Confianza siempre, aunque todo se esconda

Este es un magnífico ejercicio espiritual: confiar, a propósito, cuando está nublado. Con la misma certeza de que el cielo está por encima de las nubes nos arrojamos en la Misericordia y en el Amor de Dios. Hablamos hoy de "ausencia" de Dios... Pues he aquí el desafío para ejercitarnos en la confianza... Parece que estamos demasiado viejos y nos falta una mirada de niño, un sueño, un juego que nos permita ver y pasar más allá.
Invito a todos, en estos días, a vivir con mayor confianza en el Señor. A desafiar al mundo con un arrojo que se nutre en la virtud teologal de la Esperanza. No hemos de mirar para atrás, ni para ningún otro lado. Enamorados del silencio y del silencio de Dios nos "abandonamos" en una oración que no falla, si dejamos que el Espíritu ore en nosotros y nos incorporamos a la oración de María...

Alberto E. Justo