sábado, 4 de diciembre de 2010

La misión verdadera

¿Aún te preguntas por el sentido o por tu misión en este mundo? Es verdad: esta cuestión viene y va, se renueva a pesar nuestro y , en esta hora, no deja de tener una tonalidad angustiante cuando las respuestas no parecen conformar del todo. Soñamos, sí, soñamos y deseamos y ¡tantas veces! quisiéramos liberarnos de nuestros sueños, de nuestros deseos, de esas tensiones que no nos dejan en paz. Pero seguimos soñando y, lo que es peor: comenzamos a comparar y a analizar: ¿será por aquí, será por allá? ¿Me equivoqué ayer, tropezaré mañana?
Quien vive, desea. Esto es así. No nos asustemos ni temamos nuestro deseo... Pero no lo empequeñezcamos, no lo mezquinemos con ilusiones o imágenes de dudoso nivel. No soñemos con convertirnos en... Julio César o Juan de los Palotes. Es indudable que empresas y tareas las hay y merecen nuestra aplicación. Pero ellas, todas ellas, se dan donde no las podemos registrar a nuestro antojo y donde no caben imitaciones ni máscaras.
¿Qué podemos decir de nosotros mismos? No es tal el camino. La vida se desarrolla interiormente y lo que parece lejano en las distancias de este mundo es inmediato y cercano en la hondura del corazón. ¿Quién puede entrever, quién se atreve a adivinar los "secretos" de un alma...? Porque es en la profundidad y soledad de esos valles, en los ríos caudalosos que descienden de esas montañas, donde se ganan los combates y las guerras, donde se libran las verdaderas batallas.

Alberto E. Justo