jueves, 8 de agosto de 2013

identidad

¿Has perdido tu “sentido” de “identidad”? Es esta una pregunta, tal vez, muy mal formulada... Algunos quizá la juzguen hasta “atrevida”... Y, sin embargo, la mantenemos a pesar de las dificultades.
         ¿Te percibes allí debajo, sin asidero, sin domicilio, sin hogar, sin un destino claro, en esta hora de confusión y de tormentas? ¿Dónde está tu “persona”, dónde tu “sí” profundo, dónde –en verdad- tú mismo?
         Las explicaciones y los sermones, las doctrinas y las propuestas son tantas ¡tantas! que ya no acertamos a distinguir en las brumas de los caminos: hay demasiada niebla en nuestros parajes... ¿No parece así? Quizá así lo padezcan algunos y bastaría que uno solo lo sufriera para que, en la oración y en la meditación, nos ocupáramos de ello. Pero, en realidad, a todos nos toca, de alguna manera.
         ¿Quién es el que sufre? ¿Quién sufre esta vez y con frecuencia? ¿Quién? Ciertamente no se trata de una institución, ni de estructura alguna. Son palabras insuficientes, pero no hay modo de prescindir de ellas.
         Padece este hombre... Este mismo, esta persona, este corazón... Quizá ha buscado ciudadanía o filiación no sé dónde, pero ahora su  desilusión es muy grande porque no ha hallado la respuesta ni el lugar ansiados.
         Y no es de extrañar, ya que no encontraremos nunca nuestro bien en cosas ni en relaciones perecederas. Forzamos por todos lados, insistimos y volvemos a comenzar, nos ilusionamos con matices o con noticias más o menos “mejores”, pero no hay nada que hacer, lo que es limitado es así limitado y no nos brinda lo que procuramos o lo que aguardamos en nuestra sed de absoluto.
         Arribamos a caer enfermos, a desesperar, porfiando sacar de un pozo seco el agua viva..., la única que puede apagar nuestra sed. La ilusión es terrible y se hace violenta y hasta mortal cuando cava en la tierra reseca y pretende de las cosas lo que estas no pueden dar.
         Nunca como hoy se ha dado con tal vigor la “crisis” de intermediarios. Se los ha querido como “fines” y se los ha convertido en un “infierno”.
         Ármate, pues, desde tu interioridad. Lo que cuenta es lo que en verdad eres, no de lo que te vistes o se te antoja que te cubre como si fuera tuyo...
         ¿Sabes quien será siempre modelo de “solitario”? Los Padres antiguos supieron verlo... Pues Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron...

         Alberto E. Justo