viernes, 22 de octubre de 2010

diálogo rápido...

-¡Ah, don Geroncio, difíciles tiempos, la zona está desierta! Así se expresó el buen Pancracio una mañana, cuando, al despertar, se le hicieron patentes tantos deterioros...
El viejo Geroncio, con paz, respondió: -No amigo, no se aflija ni se detenga en el desierto, en el paraje desolado. No...
-Pero la vida desmerece, perdemos "nivel" y "categoría" perteneciendo y permaneciendo en parajes desmoronados...
-No es así, insistió el anciano. Las "zonas" no hacen a las personas, sino que las personas elevan las "zonas." Yo he dado a Dios mi vida, sólo a Él, y los desiertos que atravieso valen lo que la Providencia establece. No son los desiertos los que hacen las flores. Son las flores las que transfiguran el desierto. No importa tanto el lugar donde estamos, sino, en definitiva, cómo somos. Tenga la certeza de que una vida vale en cualquier parte y que ¡tantas veces! los mejores deben caminar y atravesar los lugares peores. No se "pertenece" a ninguna estructura perecedera. El empeño y la palabra nos elevan por encima de las "creaciones" humanas y nos transfieren más alto, a solo Dios. Y a Él se lo ha de hallar en cualquier parte, sobre todo allí donde su Voluntad lo establece y se cumple, así en la tierra como en el Cielo. Levántese usted, amigo Pancracio, en su espíritu, y vuele adonde Él lo lleva; y sea siempre según su conciencia, aceptando VOLUNTARIAMENTE el Don de Dios.

Alberto E. Justo