sábado, 2 de julio de 2011

Poesía en prosa

En horas de madrugada... Cuando apenas el sol asoma allá lejos en todos los horizontes, en el mar y en la llanura, en los valles y más arriba de las montañas... En horas de madrugada; también, hoy mismo, surge para el alma escondida, esa luz que no tiene ocaso y que nos brinda siempre el regalo de dejarnos abrasar por ella.
¡Luz que quema! ¡Luz que enciende y transforma! ¡Luz nueva que transfigura y no sabemos cómo! ¿Pensábamos, tal vez, hallarla en el Desierto? ¿Suponíamos descubrirla en lugares privilegiados? ¿Pretendíamos circunscribirla en zonas o instituciones determinadas? ¿Se nos antojaba propicia cuando cumplíamos con esto o con aquello, según tales o tales condiciones?
A fuerza de buscar y suponer hoy es magro el resultado y no percibimos nada... Quizá, ahora sí, el Desierto nos desengaña...
Pero ¿hemos olvidado abrir las puertas del corazón? ¿Estamos demasiado sumergidos en las fórmulas pasadas, que estrechan cada vez más nuestra vida?
En horas de madrugada, bendiciendo la Aurora que no tiene ocaso, recibe en tu corazón lo más inaudito... Descubre tu bien y tu tesoro. Limpia el alma de "segundas intenciones", esas que, al decir de Unamuno, no tenía Don Quijote.
Y, por fin, deja toda estrechez y aprende en la soledad a acoger el misterio de los otros, que sólo caben en el corazón...

Alberto E. Justo