sábado, 5 de noviembre de 2016

En el jardín del claustro

Junto a la fuente, en silencio... El peregrino sabe, cada vez con mayor certeza, que no está solo. En suma: materialmente quizá no pueda constatar lo que sus oídos y ojos espirituales le brindan... Pero la Presencia, que todo lo llena, no ahorra la expresión serena y secreta de su gozo, de su unión... Una hondura de paz que recibe la permanente buena nueva.
Soledad terrible es aquella que se oculta tras los velos de una ausencia y de un dolor incomprensibles... Sólo puede recordar un abandono sin sentido. Sólo dice que está solo. Hasta que la soledad auténtica se revela como presencia inefable y el silencio habla un lenguaje nuevo a cada instante.
¡Admirable amanecer en las quietas horas abiertas al infinito!

Alberto E. Justo