viernes, 18 de noviembre de 2016

vocación

La vocación monástica es un bien inefable que anida en el corazón de todo peregrino... Así como nada ni nadie nos puede apartar del "desierto" interior y profundo, así la vocación escondida resuena en el corazón humano de mil maneras y con libertad.
Es posible que nos resulte difícil precisar esto que vive en nosotros y no logremos "traducir" su honda realidad. Porque el camino es alto, tan alto y tan inmenso, que no puede ser reducido dentro de límite alguno... Simplemente ahí está.
¿Instituciones? ¿Modos? ¿Maneras? Todos los modos han quedado en el ámbito de lo determinado, de lo condicionado por esto o por aquello... Ahora la senda se eleva sin concurso nuestro, sin que podamos apuntar mérito o condición alguna de nuestra parte... Lo que nos toca, lo propio, es acoger en silencio, ya que todo es una sorpresa admirable.
No se trata de copiar ni de buscar o revolver. Hablamos más bien de "dejar" y de sonreír. La vocación a la soledad comporta un humor sereno, la paz no sin firmeza, y el abandono en Dios.
¡Surja, pues, el gozo y la alegría de lo que adviene desde lo alto y desde más allá, aunque no pueda decirlo ni decírmelo! ¡Alabado sea Dios!

Alberto E. Justo