miércoles, 10 de noviembre de 2010

Deseo de trascendencia

¿Recurrimos a nuestra "imaginación" para salir de atolladeros y evitar fracasos? ¿Qué comporta el diseño de un "desierto interior" en nuestra "fantasía"? ¿Nos consolamos de tal manera al sabernos tan "lejos" de esos "lugares ideales" o jardines de ensueño, que venimos deseando desde hace tanto tiempo?
El "desierto interior" es un símbolo de la realidad... No es un consuelo, sobre todo cuando tiene, para nosotros, exigencias imprevistas y severas.
El peregrino descubre, por fin, que hay algo más allá de todo lo "condicionado", que el hombre es, naturalmente, cuerpo, alma y espíritu. Y que no ha atendido convenientemente a la realidad más profunda que es, precisamente, el espíritu y su ámbito, que le da unidad y sentido.
¿Se acaba la vida en los objetos sensibles, solamente en aquello que podemos ver, tocar y oír? Sabemos muy bien que no, y nos damos cuenta cuando las cosas apenas nos dicen, y muy rápidamente, que debemos superarlas, que es preciso ir más allá de ellas, que ellas ya han cumplido con su cometido diciéndonos que signos son de lo inefable.
Lo que sí es cierto es que la "imaginación" se queda muy corta. El horizonte del Ser no tiene confines y no podremos nunca encerrarlo en nuestras medidas.
El desierto, el mar, la inmensidad de los cielos, nuestra apreciación de lo que está proporcionado a los sentidos y el deseo de trascendencia, porque este "deseo" existe en verdad y urge, nos hablan cuando aceptamos "atender" y no nos quedamos en los planos que a toda costa pretendemos "científicos", olvidando la sabiduría y la dimensión de profundidad.

Alberto E. Justo