miércoles, 3 de noviembre de 2010

Tibi Silentium laus

¡Hora peculiar la de hoy! La de hoy mismo, la de ahora... Multiplícanse los interrogantes y las desazones, las perplejidades y las dudas. Siempre con la tendencia quizá a un futuro imposible o, por lo menos, no existente.
Y, sin embargo, en este o en cualquier deterioro, más allá de ruinas o de ilusiones, saltando por encima y más allá de los "condicionamientos", descubrimos lo que nos trasciende, lo que nos supera, lo que no-depende de nuestro antojo, y que, a pesar de nuestras vacilaciones, nos pertenece cuando lo aceptamos sin condiciones, como Don único...
Y ¿qué podemos decir? NADA. Porque "Aquéllo" es dicho de una vez para siempre. ¿Insistimos en decir?
Es la hora del SILENCIO. Del silencio profundo que asciende desde lo hondo y se postra en adoración, en espíritu y en verdad. Es hora de adorar, no de hablar. ¡Qué terrible multitud de palabras y palabrejas! Sepamos discernir y callemos con admiración, piedad y respeto, para recibir en el corazón profundo lo que no acertamos a imaginar...

Alberto E. Justo