martes, 15 de mayo de 2012

Esta Flor brota nueva cada vez...

Una condición nueva y más alta... El desierto parece no saber de flores... El desierto evoca la aridez (al menos para algunos). Pero el desierto es límpido y abierto como el mar. Y como no tiene determinaciones forzosas es capaz de tornarse fértil y abrir todas las flores...
Por eso ¡tantas cosas aparecen en el desierto! Entonces ¿es posible que todas ellas se conviertan en impedimentos para lo esencial? ¿No dicen los maestros espirituales que no caben dos en el mismo sujeto y que es necesario vaciarse para acoger la presencia de Dios?
Leamos con sencillez... Muchas, son muchas las melodías que resuenan en nuestros oídos y todas ellas, como poesía, permanecen en nuestro interior... ¿Las haremos callar? Dicho de otra manera: ¿podemos, así no más, silenciarlas? ¿Cuándo son verdaderos impedimentos que no dejan abrirse al alma?
Entrega lo que tienes, es decir CONSÁGRALO ofreciéndolo... Nunca destruyas, consagra todo a Dios. Tienes en tu espíritu la virtud de la transparencia, de hacer todo transparente. Atraviesa la flor, atraviesa el paisaje, ve más allá de ese templo y déjate levantar por sobre él... Deja que el desierto se transforme y florezca. Tú eres eso. En ti está el sentido que buscas por todos lados. Ve por los bosques y las montañas, ¿no se ha hablado del "Mar" de la Deidad? Sumérgete entonces, y -sobre todo- no temas.
El Señor también te invita a velar con Él en el Huerto: con Él y en Él.
Dios está presente en modo inefable... ¡Descúbrelo!

Alberto E. Justo