miércoles, 22 de mayo de 2013

Es poco lo que digo y mucho lo que callo


La pregunta acerca del lugar donde efectivamente nos encontramos ahora puede reiterarse hasta el infinito, porque no aceptamos circunscripciones cerradas o encierros vanos.
         Es que el “corazón” tiene un domicilio más alto, no determinable ni limitado por las fronteras aparentemente inmediatas. El camino, para cada uno de nosotros, continúa abriéndose y pasa por parajes insospechados que nos dicen algo muy distinto y lejano de las “fatigas” cotidianas del mundo.
         ¿Dónde estamos? Pues... donde queremos estar. Es decir donde tenemos conciencia de hallarnos según nuestro deseo profundo, según nuestros propósitos...
         Por más que “estructuras” e “imposiciones” o el correr de los tiempos, presionen en un sentido o en otro, seguimos allí mismo, donde estuvimos una vez, donde se guarda nuestro secreto, en esa habitación escondida que no conoce confines.
En efecto, en efecto, puedo ir a todas partes y no estar en ninguna...  Y puedo dejar todo lugar y toda parte, si así lo quiero...
¡Adelante, pues, que los parajes a disposición son infinitos!
         “Estar”, en este sentido, es un secreto. ¿Hasta dónde puede llevarnos la “aspiración”? ¿Hasta dónde somos, de hecho, llevados en vuelo insospechado? ¿Llevados?
         Pero, de nuevo, ¿quienes somos? ¿Estamos siempre donde somos?
         Advirtamos enseguida y presto, que la realidad -la nuestra- no depende de ningún “reglamento”, ni ley, ni antojo. El don de Dios es exquisita y delicadamente gratuito...
         Es poco lo que digo y mucho lo que callo.

         Alberto E. Justo