¿Has visto hoy la Aurora? ¿Sabes que Dios habla en todas partes?
Oración primera…, camino sin rumbo y, aparentemente, sin destino. Ayer todo era más claro, más diáfano. Por lo menos veía el suelo que pisaba, la tierra que me sustentaba… Y más lejos el horizonte –tal vez lejano- pero inconfundible: era hacia allí.
Hoy es muy difícil decir nada acerca de todo ello… Quizá lo primero, lo mejor, lo más oportuno y lo más noble sea volver al silencio más profundo, a la quietud y a la paz…
Cuanto más se desciende al silencio y en el silencio, más se perciben los sonidos menores, por decirlo así. En estos murmullos quedos se oye más, llevan no sé qué cosa que supera en verdad y en hondura cualquier ruido de este mundo. Es como el viento que agita los árboles, como la canción del agua propia del arroyo que sigue sin detenerse, como el aleteo nocturno de algún ave que despierta, como el sonido lejano de la tempestad.
Quédate, pues, a la luz de la lámpara en medio de la noche, o si sales busca las estrellas. Trata de descubrir ese misterio que allí se esconde. Detente ante el silencio de las flores… Detente ante el silencio del dolor. Detente ante la pregunta que no halla ni tiene ahora respuesta… Cierra los ojos y abandónate a Dios.
El lenguaje silencioso que toca el misterio no tiene éxito… No procures el aplauso, ni el reconocimiento. Deja pasar, deja dormir. Tal vez un sueño te despierte a otro sueño en la oscuridad. Quizá ese sueño te lleve al verdadero sueño, más allá.
No te canses de soñar. No valen los estilos y los cuidados que crees tener con esto o con aquello. Rompe con esas cerrazones y sal al aire libre, al suave viento de tu corazón.
No te alcanzarán los volúmenes imaginables para escribir tus pasos de peregrino. No tienes que dejar constancia de nada de ello. Escribe en el Corazón de Dios.