martes, 24 de marzo de 2009

CANTAR DE SILENCIO



Es hora del nuevo silencio que no nos atrevemos a comunicar… Poco a poco el alma se aleja y se pregunta por dónde va, cuál camino sigue, qué pasa, que todo es tan singular.
No comprende, no puede ya discernir con claridad. Antes, antes de ayer, todos los trazos y perfiles parecían nítidos, los pasos se daban, uno tras otro, sin vacilaciones. Las leyes eran claras y las costumbres también. Las indicaciones no faltaban y no había necesidad de soportar interrogantes sin esperanza de respuesta segura…
Hoy, todo es desierto. Los despropósitos son de tal magnitud, las sinrazones tan grandes, que no podemos intentar diálogos, por lo menos apresurados, para procurarnos una ayuda o alguna luz. Sólo la dimensión nocturna puede decirnos algo con su acorde de silencio.
Pero ¿caminamos hollando sendas prudentes y justas? ¿Es esto mismo, estas opciones inesperadas, lo que se aguarda de nosotros? Sólo la noche, sólo la noche. En la hora de las irresponsabilidades se espera nuestra solitaria “responsabilidad”. ¿Nos hallamos –en cierto modo- “fuera de la ley”? ¿Somos una excepción tan…notable?
El “peso” y la “gravedad” de un “pasado”, al cual no hemos de renunciar, nos lleva por donde no sabemos, por los caminos de una aventura insospechada.
No podíamos imaginarla así. Ha surgido no sé qué desde el “fondo de la noche” y (eso mismo) traza direcciones, límites y condiciones nuevas. Por lo cual “parecemos” o “aparecemos” como una diferencia, en ciertos casos hasta antipática. Alguien ha hecho ya, y con acierto, el elogio de la diferencia. Acerca de esto no es necesario insistir ahora.


¿Silencio que es olvido? Quizá… Pero intentamos decir otra cosa. Nos hallamos en un paraje que debe ser reconocido por sí mismo. La aceptación de este acontecimiento comporta inmediatamente un abandono sin condiciones. En efecto, se trata de no atascarse, de cortar cualquier atadura que nos detenga en el camino.

El “abandono” y el “ser separado” o “desasimiento” comportan, desde el inicio, esta “liberación”, a pesar de todos los riesgos que puedan invocarse.
El “peregrino” debe salir probado, después de un largo período, durante el cual el dolor o las contradicciones, su estudio y su responsabilidad, su disponibilidad y su obediencia, hayan tallado en el buen leño lo que denominaremos ahora una “conciencia” en condiciones de guiar todos sus pasos. Este es el papel de la virtud de la Prudencia, que sabemos elevada por el don de Consejo del Espíritu Santo.




Admirable música, esa que intento discernir en una profundidad siempre nueva. El canto nunca se detiene, porque es silencioso, quedo, portador de paz.
Yo sé dónde resuena y cómo. Yo sé que es SILENCIO.



Alcanzar el silencio… Dejarlo llegar… Dejarlo que ascienda… Porque desde siempre está.

Aunque los ruidos y los gemidos dancen alrededor. Aunque los conceptos y los pensamientos azoten por aquí y por allá. El silencio es más hondo que todos ellos. El SILENCIO ES MÁS HONDO.
Fíjate bien en esta condición, en este HECHO de la “hondura”. En ese nivel de profundidad nada puede alcanzarte.
¿Te animas a descender hasta allí?

Pues, inténtalo. Comienza. No te apresures. Simplemente despréndete, sepárate… Vuelve una y otra vez a tu corazón. Cada ocasión será más profunda. Sigue, busca… Que, por fin, alcanzarás. O serás hallado, alcanzado tú, más allá de ti. O más aquí.
Abandona ese “ego” artificial y el mundo que lo sustenta. Aunque parezca muy propio y “religioso”, déjalo. Nada tiene de lo que buscas y de lo que te busca y llama. Ve más allá.