Aunque deje algunas heridas, y aún cicatrices, la lucha no nos daña. Como con Antonio en el Desierto, los enemigos adoptan figuras grotescas... No se detienen, ni pierden el tiempo, volviéndose "objetivas" o "racionales". No, las "tentaciones" se dirigen a nosotros y del modo más efectivo, como más nos duele. O, simplemente, donde obtienen mayor éxito y el resultado que apatecen. No es cuestión de temer ni de vacilar. Los fantasmas mienten. Es verdad que procuran asustar... Nuestro valor es confiar y abandonarnos en el Señor. Repito: no importan las heridas. Es preciso no desfallecer y continuar la lucha y el camino.
Ora e invoca el Nombre del Señor. Cada vez que lo hagas, cada vez (y hazlo siempre), abandónate totalmente a Él. Dios está aquí.