Dejemos todo apresuramiento y recordemos nuestro doble origen: celeste y terrestre. El "sentido", la vocación y la vida profunda, lo recibimos de lo alto... No sólo ayer, sino a cada instante. Es presente, es ahora, es "ya"... No hemos de aguardar hasta mañana: vivimos y somos ya.
Alguna vez sospechamos que estaremos "formados" (!) o "dispuestos" para no sé cuándo... Nada de eso. Crecemos en madurez cuanto más nos descubrimos en el presente, en el ser.
¿Quién soy? Ese "tú" que pronuncia Dios... ¿Dónde estoy? En el Corazón de Dios.
No temamos, no. Recibamos, simplemente, lo que no tiene condiciones. El Amor de Dios no se compra, desde luego.
Pero no temamos el sufrimiento, el dolor. Es una escala que lleva muy alto. Nos lleva adonde no sabremos decir... No temamos la incomprensión, o el desprecio, o la torpeza que -tantas veces- daña nuestros días. Hay quienes no comprenden NI PUEDEN COMPRENDER. No interesa esto ahora. Es verdad que hay sed de poder en los caminos que cruzamos y esto hace mucho mal a todo viandante.
¡Coraje! También es necesario combatir. La vida es una lucha espiritual y hay muchos que juegan como enemigos. Pero no nos hallamos en campo alguno, ni en escenarios, ni en estadios (mucho menos)... Repito, nuestra morada es el Corazón de Dios y somos esa luz, ese "tú" que, incesantemente, pronuncia Dios.
Alberto E. Justo