lunes, 17 de junio de 2013

en la senda más alta del espíritu

Grande es el temor que al fracaso o a la adversidad nos asalta... Y grande ha de ser nuestra compasión y nuestro dolor cuando la contrariedad parece triunfar en la vida o cuando los hermanos sufren y padecen en las mil “derrotas” de este mundo.
¿Hay otras maneras de expresarlo? Desde luego. Lo que nos interesa es la transparencia y la sinceridad en las pruebas. La “severidad” de ciertas horas es innegable...
Pero podemos proponer una meditación que nos invite a una “elevación”, más allá y más a lo alto de tantas situaciones “intolerables.”
Porque en el orden del “espíritu” no existe la contrariedad. El Señor nunca nos niega su Presencia y ante Él no hemos de fingir nunca y estar prontos a confiar siempre.
Lo que no se logra en este mundo (por decirlo así) se encuentra en el Misterio de Cristo-Jesús participado por gracia en nosotros. Y es tal y tan inmenso el don de Dios que todos podemos hallar ese “espacio”, ese “lugar” que Él ya nos prepara y dispone... Y no falla, desde luego.
Es posible que no logremos un mínimo aceptable en los ambientes que habitamos y en esa historia de todos los días, que no juzgamos con benevolencia, precisamente cuando creemos tropezar y caer en mil circunstancias...
Pero es seguro que el Señor ase y levanta nuestro corazón habitándolo y aún dándonos el Suyo como nuestro. Esta inefable “comunicación” ha de ser asumida y aceptada, en silencio y en confianza.
Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron jamás nos rechazará ni nos negará su amor infinito.

Alberto E. Justo