miércoles, 1 de abril de 2009

Propósitos

ALBERTO E. JUSTO

PROPÓSITOS
EN ESTA
HORA


(QUE NO
EN OTRA)

Escribir a pesar de todo, más allá de cualquier debilidad… Más allá y más aquí. Con el gozo del sentido del absoluto de Dios. Sólo Dios en Dios. Sólo Él en Él. Tu mismo, Señor, que nada más que Tú.
¿No sería más que interesante oportuno señalar ahora un nuevo despertar en la oración? ¿Qué digo? No lo sé muy bien, pero esto de nuevo despertar tiene un admirable sentido y despierta un eco nuevo también en el corazón.
¿Has pensado, alguna vez, en la simple acogida, en la más simple apertura a la Presencia de Dios, sin más y sin otra cosa que considerar que ella sola?
Pues bien, imita a los santos y a la experiencia de las almas más privilegiadas… Sí, sin reparos y sin rubor: no hay hecho ni carisma en la vida de la Iglesia que no esté al servicio de la santidad.
Al atardecer, o –simplemente- a la noche, abre o cierra la ventana de tu habitación… O la puerta, o lo que sea. Deja un libro en su lugar, cierra un armario… Cualquier actividad pequeña, lo que sea.
Y luego, vuélvete. Dobla tu cabeza hacia la parte más oscura de la estancia e imagina que el Señor está allí mismo… Porque aunque no sientas nada Él está allí, porque está en tu corazón especialmente y en todas partes. Y ten paz, y silencia todo, y no temas.
Es Él mismo, porque Él Es. No hay duda: no puedes apartarte ni escapar ni esconderte porque te sabes desnudo. Él vendrá –siempre- a llamarte y a preguntarte. -¿Dónde estás?
Y te llamará una y otra vez… Y tu dirás: - Señor, no, aún no he rezado lo que es de mi obligación, me falta ayunar, hace varios días que no medito, estoy con los nervios a flor de piel…
Y Él, sin duda, insistirá: -¿Dónde estás?
Y tu, de nuevo, tendrás miedo porque no sabes desde dónde oyes que te llama…
¿Cómo decirlo? No sabría en este momento, ni en ningún otro, traducir lo que realmente pasa. Porque todo es SILENCIO, sí, silencio pleno que se explica a sí mismo.
¿Dónde estás? ¿Dónde has ido a esconderte? Hay mil cosas que te ocultan… Estás detrás de reparos, de proyectos, de instituciones, de modos; eso, eso, sobre todo de modos y de maneras. Y te empeñas en multiplicar las ilusiones de métodos inalcanzables para refugiarte mejor, para rechazar mejor, una Presencia tan simple e inmediata.
¿Es posible, aun hoy, reposar en la inmediatez y en la confianza? Porque tantos reparos y métodos cantan bien claro que no tienes confianza ni abandono en Dios. Te separas de Él por las modalidades…, lo alejas –una y otra vez- porque interpones ese “yo” travieso que no calla y se planta entre Él y tu y hace dos donde sólo ha de ser Uno.
Pero todo el secreto es que, de una vez por todas, te animes a plantear la verdad: NO CONFIAS. No confías en el “modo” de Dios sino en tus maneras. No hay verdadero abandono ni desprendimiento alguno de todos esos métodos que se desencadenan, como un pesado alud, desde el fondo de un pasado que es puro ocaso y nada más.
Por tanto, vuélvete, calla, hacia lo más oscuro de tu estancia. Calla y trata de escuchar…