domingo, 16 de febrero de 2014

El "desierto" del "no-poder"

Aquél viajero asaltado por los ladrones y auxiliado por el "buen samaritano", ¿qué pudo? Tal vez padecer, pero -sobre todo- recibir la ayuda y la compasión de otro. El "hijo pródigo", ¿qué pudo hacer? sólo volver a su casa y recibir el amor de su padre... Y la célebre "mujer adúltera" ¿pudo algo más que quedar allí mismo, presente y en silencio, ante los acusadores y ante el Señor? 
Nada más y nada menos: porque, por lo general, "no-podemos", cuando no hay "fuerzas" y cuando atenazan hechos y personas... 
Es un misterio muy grande el "desconocimiento" o descuido con que el peregrino tropieza por las sendas de esta tierra. Pocos son los que "saben" de él y muchos los que "pasan" mirando de reojo: -¡que baje de la cruz y creeremos!
¿Afirmaremos que es "hermoso" saberse impotente o desconocido? No hiciera yo ahora ninguna definición apresurada para no caer en vanidad ni en tontería.
Lo cierto es que existe, pequeño, pequeño y, al mismo tiempo, grande, grande, este "no-poder", estos límites cuya calificación y medida resultará siempre vana.
Sigamos en el desierto del "no-poder" que sólo Dios sabe y conoce y que, misteriosamente, nos lleva por él.

Alberto E. Justo

sábado, 15 de febrero de 2014

¿Perder o ganar?

Se nos proponen tantas alternativas... Sobre todo, eso de llegar al mayor de los resultados y obtener el mejor premio.
Es posible que nos juzguemos mal y que tengamos por derrota lo que, en realidad, es una victoria. Porque no es éste el camino que nos interesa.
Es seguro que no arribaremos a satisfacciones, ni a regalos, ni a descansar en esos "resultados" que se tienen por definitivos. Las campanas más bellas suenan más lejos o más cerca, pero en claves muy diferentes.
Una vez más: no estamos donde creemos estar. No somos lo que sospechamos, ni poseemos esto o aquello... Nuestra vida es un Misterio y el Misterio del hombre puede ser tan grande como el Misterio de Dios...
Dejemos las pequeñeces más pequeñas, donde gimen las máscaras y seduce no sé qué poder... ¡Deja que corran y que chillen! Todo eso no te empeña, nada tienes que ver con ello.
El hombre mediocre pretende satisfacerse jugando a ser "mandón". Es trágico y triste.
Por tanto: ni pierdas, ni ganes: deja y calla en la misma intimidad que te ha sido regalada y cuya luz brilla siempre en lo hondo del corazón.

Alberto E. Justo


¿Es tan poco lo que "entendemos"?

Poco o mucho, con frecuencia estamos tentados de "medir" casi todo. Sí, de medir y clasificar. Hasta que llega una hora (¡y qué hora!) en la que todo cálculo se estrella y los dichos y definiciones de ayer se revelan insuficientes y hasta molestos y contraproducentes... A veces es una desagradable sorpresa, pero es necesario abrir el corazón porque sólo es allí donde hallaremos nuestro bien.
Llega, por ejemplo, la hora inesperada de la enfermedad y del dolor... ¿Qué hacer entonces? ¿Peregrinar, preguntar, sufrir sin más? La "gran muralla" de "otros tiempos" se quiebra y se derrumba. Es preciso dejar que se torne polvo porque ya, en realidad, no defiende de nada...
Hay una apertura que no nos atrevemos a atravesar. No está (nunca lo está) en contradicción con lo mejor del "pasado", con nuestra vida de ayer y de siempre. Pero es sorprendente porque nos libera de la sospecha de equivocarnos, de caer en vacilaciones y de quedar aplastados por las dudas.
El Señor ha tendido la mano y hemos de asirla, desde luego. Pero sin temer las tormentas ni los vendavales. 
¿Y si fuera necesario partir y pasar más allá de lo que fuere?

Alberto E. Justo


viernes, 14 de febrero de 2014

Hacia una nueva "épica"

En esta tierra, se ha dicho, "milicia" es la vida del hombre... Pero es cierto que más "adentro" de cualquier movimiento exterior hay un espacio infinito, totalmente inimaginable. Porque cuanto acontece y se agita y se manifiesta acaba por "apagarse", de alguna manera. El ruido es perecedero, las acciones también, porque lo propio de todo es "pasar"...
Hay, sin embargo, un palpitar, una vida siempre más honda, no manifiesta y escondida: núcleo y centro siempre abierto, a pesar de nuestras "desconfianzas" y vacilaciones, a pesar de nuestro desinterés y de nuestros olvidos y descuidos.
Lo que hoy parece fuerte es, en realidad, harto débil. Necesita del estrépito para soñar una existencia que es nada más que vacío... ¡Qué paradojas!
Quizá por ello la noble caballería andante sigue su camino en el sublime y escondido bosque de la locura (así nuestro Don Quijote), y el "eremitismo" existe siempre cuando superamos fronteras que reducen y cierran y abrimos el corazón a la trascendencia, al relieve, a la profundidad.
¿Eremitismo "andante"?
Deja que caigan las máscaras, esos disfraces que visten porfiadas y vanas estructuras... Olvida el reglamento... ¿dónde están las duras clasificaciones de ayer?
Respira bien hondo, que eres libre..., de respirar, de vivir. "¡Hombre de poca Fe, ¿por qué dudas?!"

Alberto E. Justo



jueves, 13 de febrero de 2014

cuando hiere el sufrimiento...

Existe "esta" hora, llena de misterio que, a veces, parece no tener fin. Y, en medio de ella, se alzan turbios fantasmas que, existiendo apenas, pretenden alimentar su "nada" con "poder" y "envidia". ¡Cosa extraña! ¿Es posible -acaso- llenar el vacío con..."nada"?
Ilusión de grupos humanos, ilusión de unos o de otros... Ignorantes de esa "caída" que redime y libera...
Pero carece de sentido hablar de "otros". Quien experimenta el sufrimiento sabe que los "otros" desconocen totalmente semejante pasión o dolor. Así como esa "piedrecita blanca" sólo es conocida por quien la recibe, así también sólo sabe del dolor quien lo padece.
Es esta una soledad siempre nueva, un silencio más hondo cada vez...

Alberto E. Justo


La "sonrisa" del "Secreto"

Porque son muchos los caminos y tantas las sendas dolorosas que esta "hora" parece imponer a los viandantes. Pero permanece siempre la "mejor" pregunta, cuya respuesta (por aproximada y pequeña que sea) nunca deja de iluminar... -¿Quién soy?
Don Quijote supo afirmarlo: -bien sé quién soy... ¿Y ahora, nosotros?
Las respuestas mayores y más profundas son aquellas que no velan el silencio... Yo sé que soy en Aquél que Es. Los perfiles y las delimitaciones, las pretendidas expresiones y las apresuradas "certezas" sólo logran "oscurecer" y "alejar". Porque el "Secreto", el maravilloso Secreto, no será expresado en el lenguaje común... En la "hondura" se respira una pureza incomparable, gózase allí el sabor de la Fuente primera adonde no conduce ningún sendero. El secreto de Dios -ha dicho alguien- la suprema evidencia (que es lo mismo) tiene por morada el punto más silencioso de nuestro ser. Allí mismo, "Aquí", lo alcanzamos sin medio alguno, directamente.
La mirada virginal posee un pudor incomparable y no admite manoseos ni comentarios.
¡Cuánto ruido vano en un mundo que ha perdido el sentido de su propia existencia!
Pues sigamos. La soledad de hoy, tan especial y , a veces, tan triste, puede ser la ocasión del "amanecer" de una certeza que supera la palabra y el concepto.
El Secreto SONRIE y nos repite: -ven.

Alberto E. Justo

miércoles, 12 de febrero de 2014

siempre de camino...

El desierto es insospechado... Después de tantos días, atravesada la frontera del año, parece que las sendas del yermo no se agotan jamás y ofrecen nuevos o permanentes derroteros.
La "hora" es difícil... Por lo menos nos parece así. El sufrimiento sacude los días mejores... Pero no oscurece el amanecer.
Aunque digamos que "no" a muchas cosas, aunque tengamos la impresión equivocada de una derrota quizá prematura: el camino se abre hoy como ayer o como siempre y no en un sentido "plano" carente de relieve o de alzada: se abre en hondura, en altura, trascendente y sorpresivo, siempre más allá.
Los tiranuelos de los aires, de las planicies, y de los planos resecos muerden sus labios y miran de reojo con la pretensión de dominar... ¿Qué más da? Se hallan en otra dimensión, demasiado lejos aunque se los perciba cerca.
¡Descubra el caminante su libertad y respire hondo! De un solo golpe se halla más arriba o en lo profundo de su corazón. Dios nos levanta "por encima de toda creatura", decía San Juan de la Cruz...

Alberto E. Justo