jueves, 22 de noviembre de 2012

vale la pena seguir


Pero al peregrino no le faltarán oportunidades para descubrir, siempre más hondo, su destino, su misión, el sentido que ilumina su vida...
¿Por qué detenerse en una búsqueda maravillosa que no depende de los “unos” ni de los “otros”?
No es hora de apartarse, ni de olvidar esa huella que se ha tornado tan profunda.
         Aquellos que miran hacia aquí... nada ven. Ni siquiera sospechan que haya “algo” que valga la pena descubrir.
         En realidad es muy frecuente caer en los lazos de una pereza que traba las mejores intentonas.
         Sepa quien busque y lea: vale la pena insistir. Sí, vale la pena luchar por “aquello” que no alcanzamos a decir, pero que descubrimos en el secreto del corazón.
         Es curioso, lo mayor, lo más alto y profundo, nos queda sin perfiles ni definiciones. Calla, pero se comunica ¡y cómo! por un “toque” inefable...
Y seguimos nuestro camino... Seguimos, en suma, nuestro “misterioso” DESEO... Volar más allá entrando en el secreto más interior...

Alberto E. Justo

miércoles, 21 de noviembre de 2012

ora, a pesar de lo que sea


Aún puedes salir de cuanto te pesa y detiene. Lo que parece matar sólo logra despertar zonas desconocidas.
Los tiranuelos son peligrosos según las pretensiones que los mueven, pero siempre (todas ellas) son vanas, no pueden ir más allá, antes o después caen y desaparecen.
Pero el peregrino ha de estar advertido: ha de evitar a aquellos que pretenden imponerse en nombre de Dios. ¿De qué “Dios”? Es importante hacerse esta pregunta y meditar...
Eso que con porfía imagino: no es Dios, ni puede serlo nunca. No se podrá delimitar ni encerrar a Dios en normas o preceptos (menos en antojos de ideologías).
En efecto: “aquí hay Alguien que es más que Salomón”...
Ore y medite el peregrino y no se pierda en las solas exterioridades que no son, ni siquiera, imagen de ningún desierto.

Alberto E. Justo

ora en silencio


Pasar más allá o... penetrar en el bosque... Quizá regresar sin pausa a la ermita interior... ¿Se trata de “mediaciones”? No, son alusiones a la Realidad que no tiene expresión. Pero ¿cómo?
Morar en los ojos de Dios es siempre SER CONOCIDO, CONTEMPLADO y AMADO, es reconocernos en Él. Pero tampoco son suficientes estas palabras.
El peregrino sabe que su casa, su morada, es UN Corazón que no puede delimitar ni imaginar.
“Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Esto puede ser leído y orado escuchando, en el silencio que gesta toda palabra, “ahora mismo estás en mi Corazón.”
Y no sólo “estás”, sino ERES. Y más todavía, que no es cuestión de delimitar nada, porque el hombre no puede imaginar ni circunscribir el Don de Dios.
En suma: “Si nada eres, todo lo eres en Mí.”

Alberto E. Justo

martes, 20 de noviembre de 2012

alégrate...


Ya en el bosque carecemos de reparos. Nuestra alegría es aquello que ES. Cuando dábamos vueltas por “afuera” menospreciábamos su profundidad y su carencia de fronteras.
Una vez en su interior no recordamos las peripecias que nos detenían “alrededor”.
Es imposible hablar y describir lo de “dentro”. El ABISMO está abierto, por fin. Pero no admite que hablemos de él. Nos invita, una y otra vez, a pasar adelante, a ir más allá... “directamente” y “sin medios”.

Alberto E. Justo

no te detengas en tu angustia


El desierto, el mar, los paisajes ricos en horizontes infinitos, nos circundan en la realidad más honda, porque todos ellos nos dicen algo de la interioridad que no tiene confines.
Pero cuando el asalto de ambientes y situaciones, cuando la angustia de nuestros días se hace patente, entonces nos parece perder la dimensión vital y caer en ese subsuelo que nos aplasta y nos ahoga...
Entonces levantamos nuestra mirada a lo alto, aguardando la benevolencia de Dios, su compasión, su ayuda, para salir del apretujón, para proteger nuestra salud y nuestra vida...
Y ¿qué ocurre? Es frecuente que Dios calle y nosotros lamentemos su “ausencia”... Es frecuente que busquemos explicaciones de cualquier índole, con tal de superar nuestra impotencia... En definitiva no encontramos alivio, el alivio que suponíamos tan fácil para quien todo lo puede... ¿Por qué?
Una primera y modesta respuesta: porque nunca salimos de nuestro paisaje y nunca dejamos de ser lo que somos (o quienes somos). Una segunda respuesta: porque nuestra mirada a lo alto no es acertada. Nos volvemos a “un” Dios “enojado” y “mediado”, lejano en definitiva, a través de la “mirada” y los “rostros” de “otros”, seguramente munidos de los poderes y estilos de este mundo. “Autoridades” que pretenden identificarse con lo divino y cerrarnos las puertas de la paz.
Entonces: dejemos de lado a los arcontes, aunque vistan de lujo y empuñen bastones insospechados. Vayamos a Dios directamente y descubramos su inimaginable intimidad.

Alberto E. Justo

lunes, 19 de noviembre de 2012

conócete...


Si quieres vivir en soledad, si quieres –verdaderamente- la vida solitaria, no pongas barreras ni límites... No son las vallas las que te definen ni dibujan algún perfil... El silencio es el ámbito de la soledad...
         “Silencio” es aquí, propiamente, lo que nadie sabe (ni quizá pueda saber). Sólo el que sabe que nada sabe... Sólo aquél de quien nadie sabe nada.
No has de hallar las respuestas, ni el sentido que tanto buscas, en acciones u obras de ningún tipo. Sólo en el silencio de la intimidad del ser, sólo en la vida profunda, que no precisa determinaciones ni calificaciones de ningún tipo, encontrarás el deseo de tu corazón, más profundo que todos los abismos.
Tampoco las palabras sirven... Mucho menos las definiciones... Quizá encuentres el aviso reiterado: -no, no es por aquí...
Sucede así muchas veces cuando forzamos el camino “por afuera”. Vuelve sin cesar al Misterio y a la inmensidad escondida.

Alberto E. Justo

domingo, 18 de noviembre de 2012

meditaciones en el camino

Tal vez no sea lo más adecuado detenernos a reflexionar o a meditar simplemente en las horas del mediodía, bajo el sol o bajo la lluvia... Quizá sea más propicia la noche, quieta y recogida. Pero lo cierto es que cuando el dolor o la enfermedad nos asaltan, (o angustias, o dudas) aparece una pregunta que resulta siempre difícil de responder. Y aparece en medio de ausencias, es decir cuando no hay quien nos responda, cuando comprobamos hasta qué punto la mejor solución es la que hallamos en nuestro silencio, en nuestro discernimiento, en nuestro corazón.
Pero esa "solución" siempre necesita mucho coraje de nuestra parte... El mejor descubrimiento no se da sin esa valentía que nos prepara para hacer frente a lo que sea y, también, como sea.
¿Has de decir "sí"? ¿Has de decir "no"? En cualquier caso nuestra respuesta no puede ser vacilante... Porque la vacilación interior acaba por dañar la salud, e impide la paz que se alcanza en la conciencia.
No se detenga, pues, el peregrino en minuciosidades y escrúpulos. Si ha de callar, calle; si ha de hablar, hable: pero sin temor de lo que decirle puedan o de reacciones inesperadas.

Alberto E. Justo

jueves, 15 de noviembre de 2012

el valor tiene muchos rostros


Más de una vez te preguntarás, con angustia, acerca de tu… libertad. Más de una vez, en efecto, te parecerá hallarte en extrema dependencia de personas y situaciones que no son “agradables”. No te importe nada de ello. Tu libertad es intangible y no pretendas que todos queden contentos con tus actitudes y tu conducta. Cuando sea necesario dirás “no”. Aprende a liberar instancias. No tienes compromisos, aunque puedan, otros, ofenderse o criticar con dureza lo que dices o lo que haces.

Alberto E. Justo


sin temor, sigue adelante


Sin tanto título, escribo estas pobres líneas, en las horas difíciles del cotidiano combate. No hallo ese horizonte, que parece tan lejano...; y no termino de convencerme que está más que inmediato.
         Sigo luchando en el inmenso desierto que no se nombra ni se describe. El camino es arduo, la fatiga harto tenaz... ¿Qué son estas horas de tanto dolor y ausencia?
         No es posible expresarlo. El dolor no se describe. Amanece esta noche, más oscura y, tal vez, más luminosa, ya que no lo puedo –en modo alguno- sospechar. 

Alberto E. Justo

soledad y belleza


¡Soledad! Contemplé una vez su rostro y permanecí embelesado… ¿Qué hubiera sido de mí si no la conociera entonces? Hoy, cuando se apiñan tantas máscaras engañosas, sería imposible soportar la fealdad.

         Porque la luz, pequeña luz, surge sola en la oscuridad que precede a la aurora. Entonces el aire regala su perfume y trae los ecos del río que pasa muy cerca. No se distinguen las flores y aún las aves duermen escondidas en la noche.
         Es la hora del rostro escondido; de esa admirable faz con vocación de sol, pero que no hemos de descubrir todavía. El Oriente se levanta ya en el corazón, que es anuncio, profecía y gusto del amanecer sin ocaso.
         Es muy posible que –a veces- nos dejemos vencer por no sé qué gustos o costumbres, según la hora del día, cuando olvidamos el núcleo profundo y su esplendor.
         Pareciera que nos conquista esa seudo necesidad de algunos aplausos que se deslicen como ásperas caricias en nuestros oídos, siempre dispuestos a la premiación.
         ¡Terrible olvido! La Belleza no se percibe en ruidos ni quehaceres… Aquello que, en efecto, alegra nuestro corazón y de veras nos premia, no  será jamás encontrado en ningún torneo ni encuentro mundano. No, no se brindará si pretendemos “hacer cosas”. Sólo nos ha de susurrar en la quietud que no sabe, ni pretende nada. En la quietud numinosa, sin pretensiones de ruleta mágica.
         No se busque una “historia” diferente. Sumérjase, quien quiera, en el piélago del ser. Es el camino… Tal vez sin distancias ni engaños.

Alberto E. Justo

martes, 13 de noviembre de 2012

hay caminos... porque los trazamos

Una impresión, alguna vez... Una imagen... Una melodía tal vez. Y se manifiesta el mundo sublime escondido, numinoso, que es el pórtico del templo donde Dios quiere habitar con nosotros: secreto de soledad, inefable, que no puede describirse y sólo experimentarse (si así lo podemos decir) en abandono y confianza.
Muchas veces decimos: -quisiéramos más, sí, más evidencia al menos... Pero la abundancia es más que silenciosa y el corazón gusta de todo ello más allá de las expresiones limitadas. Lo más inmediato y real no es "lógico", ni siquiera "aceptable" en cierto sentido y según los códigos que usamos...
Pero si nos atrevemos a aceptar el "paraíso", libremente, aquí y ahora, más allá de lugares comunes o seguridades deterioradas, recibiremos nuestro bien y lo hallaremos en nuestra intimidad más real y profunda.

Alberto E. Justo

lunes, 12 de noviembre de 2012

reencontrarte...

La vocación del hombre es volver a su profundidad, a su realidad honda, al secreto de su corazón...  Pero esta búsqueda no parece acabar nunca.
Es imposible reducir lo inefable a algunas reglas y encerrar la luz en límites precisos, de fácil dominio...
Nos reencontramos cuanto más aceptamos sumergirnos en el Misterio... Y nos damos cuenta, por fin, que es hora de seguir.

Alberto E. Justo

domingo, 11 de noviembre de 2012

Paz..., a pesar de todo

Es un desafío reconocer que nosotros mismos hemos armado las estructuras que nos oprimen... Es urgente "desmontarlas" y desarmar los hierros que cubren el castillo interior que, a veces, queda muy pequeño. Y esto es posible, y muy posible, cuando quitamos fuerza a los mosquitos que vuelan o a la lluvia o al viento... Ningún mosquito tiene identidad ideológica. No nos afecta su vuelo aunque luego nos lamentemos de alguna picadura... Pero no podemos levantar una frontera a causa de los insectos.
Cuando sufrimos como consecuencia de esas estructuras (¿tantas son?) es lo mejor no hacer caso y aceptar las picaduras. Nuestra vida no cambia por ellas. Somos los que somos, a pesar de las injusticias que podamos padecer.
Desmontar, una y otra vez, esos muros. Y penetrar en nuestro castillo interior desde donde se abre todo el horizonte de libertad. Es pequeño..., pero es enorme. ¡A descubrirlo pues, sin vacilar y con confianza!

Alberto E. Justo


viernes, 9 de noviembre de 2012

¿Eleva el alma?

Sabemos ya que aquí no se trata de un... antojo, ni menos de capricho alguno.
Se trata de un regalo, de un don... El alma ES elevada.
Por ello aceptemos con gozo esa realidad que nos libera, cuando en efecto nos redescubrimos en el mismo Corazón de Dios, donde somos, nos movemos y existimos.
¿Qué dirás en tu corazón? Como un niño apenas alguna cosa, pero, sobre todo, te aprestarás a escuchar, a penetrar en el corazón de ese templo incomparable que eres tú... Ten, pues, conciencia de tu realidad verdadera. Esto es: "dónde en verdad respiras"... ¿Cuál es el "aire", el "soplo" del cual vives?
Medita sin cesar estas cosas...

Alberto E. Justo

jueves, 8 de noviembre de 2012

Presencia de Dios... Siempre, a cada instante

¿Has visto hoy la Aurora? ¿Sabes que Dios habla en todas partes?
Oración primera…, camino sin rumbo y, aparentemente, sin destino. Ayer todo era más claro, más diáfano. Por lo menos veía el suelo que pisaba, la tierra que me sustentaba… Y más lejos el horizonte –tal vez lejano- pero inconfundible: era hacia allí.

         Hoy es muy difícil decir nada acerca de todo ello… Quizá lo primero, lo mejor, lo más oportuno y lo más noble sea volver al silencio más profundo, a la quietud y a la paz…
         Cuanto más se desciende al silencio y en el silencio, más se perciben los sonidos menores, por decirlo así. En estos murmullos quedos se oye más, llevan no sé qué cosa que supera en verdad y en hondura cualquier ruido de este mundo. Es como el viento que agita los árboles, como la canción del agua propia del arroyo que sigue sin detenerse, como el aleteo nocturno de algún ave que despierta, como el sonido lejano de la tempestad.
         Quédate, pues, a la lu
¿Has visto hoy la Aurora? ¿Sabes que Dios habla en todas partes?
Oración primera…, camino sin rumbo y, aparentemente, sin destino. Ayer todo era más claro, más diáfano. Por lo menos veía el suelo que pisaba, la tierra que me sustentaba… Y más lejos el horizonte –tal vez lejano- pero inconfundible: era hacia allí.

         Hoy es muy difícil decir nada acerca de todo ello… Quizá lo primero, lo mejor, lo más oportuno y lo más noble sea volver al silencio más profundo, a la quietud y a la paz…
         Cuanto más se desciende al silencio y en el silencio, más se perciben los sonidos menores, por decirlo así. En estos murmullos quedos se oye más, llevan no sé qué cosa que supera en verdad y en hondura cualquier ruido de este mundo. Es como el viento que agita los árboles, como la canción del agua propia del arroyo que sigue sin detenerse, como el aleteo nocturno de algún ave que despierta, como el sonido lejano de la tempestad.
         Quédate, pues, a la luz de la lámpara en medio de la noche, o si sales busca las estrellas. Trata de descubrir ese misterio que allí se esconde. Detente ante el silencio de las flores… Detente ante el silencio del dolor. Detente ante la pregunta que no halla ni tiene ahora respuesta… Cierra los ojos y abandónate a Dios.

El lenguaje silencioso que toca el misterio no tiene éxito… No procures el aplauso, ni el reconocimiento. Deja pasar, deja dormir. Tal vez un sueño te despierte a otro sueño en la oscuridad. Quizá ese sueño te lleve al verdadero sueño, más allá.

No te canses de soñar. No valen los estilos y los cuidados que crees tener con esto o con aquello. Rompe con esas cerrazones y sal al aire libre, al suave viento de tu corazón.
No te alcanzarán los volúmenes imaginables para escribir tus pasos de peregrino. No tienes que dejar constancia de nada de ello. Escribe en el Corazón de Dios.

Alberto E. Justo

z de la lámpara en medio de la noche, o si sales busca las estrellas. Trata de descubrir ese misterio que allí se esconde. Detente ante el silencio de las flores… Detente ante el silencio del dolor. Detente ante la pregunta que no halla ni tiene ahora respuesta… Cierra los ojos y abandónate a Dios.

El lenguaje silencioso que toca el misterio no tiene éxito… No procures el aplauso, ni el reconocimiento. Deja pasar, deja dormir. Tal vez un sueño te despierte a otro sueño en la oscuridad. Quizá ese sueño te lleve al verdadero sueño, más allá.

No te canses de soñar. No valen los estilos y los cuidados que crees tener con esto o con aquello. Rompe con esas cerrazones y sal al aire libre, al suave viento de tu corazón.
No te alcanzarán los volúmenes imaginables para escribir tus pasos de peregrino. No tienes que dejar constancia de nada de ello. Escribe en el Corazón de Dios.

Alberto E. Justo

martes, 6 de noviembre de 2012

Horas,,, que no son


¿Hay algunas que sí son?
No permitamos que las preguntas, interrogaciones y cuestiones avancen en nuestro panorama. Hemos llegado a la ribera, hemos abandonado un mundo que no dejamos de dejar... Y, entonces, partimos. Sigamos partiendo...
         Creíamos que... “partir” consistía en emprender no sé qué viaje para alejarnos rápidamente de los sonidos y estrépitos que tanto nos mortificaban, y nos mortifican...
         Pero hemos llegado a la ribera, junto al lago, y nos damos cuenta, sin lugar a dudas, que “ir a otra parte” sólo es posible, en verdad, en el corazón.
         El culto a las exterioridades ha fenecido para quien desee y busque el secreto escondido...
         Hace ya mucho tiempo que soñábamos con disfraces siempre diferentes, apostando a “seguridades” o a “tranquilidades” superestructuradas, armaduras de hierro que pretendían y pretenden proteger...
         Hoy sabemos que siempre quedábamos detenidos en el mismo lugar, quizá porque no acabábamos de distinguir el horizonte: hacia la ribera... Hacia el destino que, sin embargo, no es allá.

         Mi historia es arribar adonde nunca lo tuve como posible... Es así, aunque no se entienda el tejido escondido de semejante afirmación y pretensión.
         Adonde son tan pocos los que llegan, porque desprecian la santa locura de quien por fin emprende el camino sin más...
         ¿El camino? ¿Qué camino?

         Ningún camino de esos que están por ahí... Cuando considero que estoy: trazo una huella o mil huellas...
         ¿Camino? ¿Progreso? Pues nada de todo eso. Ni método, ni ensayo, ni plan. Aquí no más. Hacia muy adentro, efectivamente, “más allá”.

         Estarse “quieto” es “caminar”. Por no sé dónde, porque ya se está...

Alberto E. Justo

lunes, 5 de noviembre de 2012

sin título y sin porqué


Sin saber ni conocer.... ¿qué cosas? Sin haberlo sospechado así. Un buen día, quizá una tarde, cuando el ocaso encendía distintos tonos en el horizonte. ¿Qué más? Pues entonces y nada más.
         Los muros estaban vacíos, desiertas las paredes de la casa. Las ventanas sin cortinas, las puertas sin sus llaves. Nada invitaba a quedarse, porque ni hogar, ni chimenea, ni cuadros, ni flores. ¡Triste y desolado lugar!

         En la otra vertiente... ¡Dios mío, qué alud, qué derrumbe! Caían, como una plaga invasora, como aquellas nubes de langostas, personas y más personas, atropellándose unas a otras, andando tan ligero que nunca llegaban a destino...
         Mi pregunta fue inmediata: -¿estoy yo realmente aquí? En suma, cuando el rechazo y el estupor angustiante estrechan la respiración y casi la ahogan: ¿estamos en verdad allí, o venimos de otra parte, quizá desde muy lejos, o nunca nos fuimos del lugar en el cual nos hallábamos y ahora nos engañamos?
         El alma, como el ave antigua, vuela y se eleva y no tolera los sombríos sótanos de la crueldad y de la tiranía de cosas y de entrelazadas costumbres... Son las imposiciones que se generan en terribles egoísmos. Pues los más terribles son los más “justificados”. Cuantas mayores y más abundantes razones esgrima para imponerme, más lejos estaré de la “razón” que pretendo.
         El espíritu tiene, en cambio, vocación de altura... Y vuela, tal vez adonde no sabemos... El soplo, que es respiro, lo lleva, lo envuelve, lo adopta, se torna uno... No puedo justificarlo ni explicarlo. No puedo reducirlo, porque sus dimensiones no se pueden pesar ni medir. Pero lo sé, lo conozco; lo conozco sin poder traducirlo... Simplemente lo veo, como veo el corazón a través de quien señala el símbolo del corazón de carne, tal vez en su propio cuerpo.
         Y lo aprendo en esas historias maravillosas, en esas imágenes y figuras del tesoro de una tradición siempre fecunda... Por ello admiro al perro de Odiseo, único en “reconocer” al héroe.
         Esto es leer más allá o, simplemente, ver más allá, que significa “más adentro”.
         ¿Dónde estoy? Es imposible responder con categorías usadas o de  segunda mano... Es preciso, si pretendemos una respuesta veraz, atravesar las nubes y subir más allá...
         No es fácil ni placentero subir o seguir por suposiciones o con promesas... No nos conformamos con pruebas escasas... Ocurre que... dudamos ¿Entonces?
         Pero hay un tesoro escondido, un testimonio, una certeza. Sería muy vulgar difundirla o apresurarse en un discurso que no cabe en expresiones corrientes. Nada grande se resuelve en una fórmula. Por ello detenemos un tanto nuestra marcha para contemplar el paisaje.

        Alberto E. Justo

domingo, 4 de noviembre de 2012

Lejos de los ídolos...

Y también de aquellos que nos rodean y parecen aceptables y hasta seductores. ¡No nos conformemos con poca cosa y con las repeticiones de siempre! Vayamos más adelante... ¿Hacia dónde? Más adelante, más allá, que es más aquí en profundidad.
Descendamos, si es preciso, hasta recuperar nuestra vida profunda, que es nuestra "realidad". Descender o ascender... ¿qué más da? Porque somos llamados, sí -verdaderamente llamados- y elevados por Aquél que ES...

Alberto E. Justo

cuando no veo las fronteras...

Todo "desprendimiento" comporta la desaparición de los límites que nos protegen. Ya no tenemos esas "seguridades" que parecían garantizar nuestros pasos y, de un modo o de otro, darnos la razón. Ahora el Misterio ocupa el centro porque hemos partido y confiado todo... Y sabemos que el Padre, en verdad, no nos deja nunca... Cuando desaparecen las fronteras brotan las flores nuevas. Es el anuncio de ese nacimiento que siempre somos.
No son las armazones, ni los tornillos, ni las tuercas (por más ajustadas que estén)... Arrojo, pues, y paz.

Alberto E. Justo

Pero toda "senda" tiene sus riesgos

Sí, hemos de admitirlo con confianza... La llamada "senda del corazón" comporta discernimientos y decisiones que no son fáciles y que suponen renuncias y, sobre todo, cierta "inseguridad".
El camino interior carece de determinaciones y normas que nos proporcionen esas "certezas" exteriores que, aparentemente, garantizan "pisar fuerte" (digámoslo así) porque no nos vamos a equivocar...
Tantas veces dejaremos esto o nos apartaremos de aquello y quedaremos en medio de la ruta quizá aguardando...
Es claro que el abandono y la confianza en Dios cubren todo nuestro paisaje, pero no pretendamos soluciones matemáticas ni univocidades resplandecientes. La noche es noche y no pretendemos otra luz que aquella, esta, que alumbra la noche, la noche de la contemplación que es más clara que el día...
¿Vivir sin paradoja? Es imposible.

Alberto E. Justo