jueves, 30 de septiembre de 2010

¿Quién soy?

Nuestro Camino nos descubre un jardín de insondable belleza, cubierto de sol y de luz, que desciende permanentemente desde lo alto, desde el cielo. Flores y aves lo atraviesan en todos los sentidos. Es paz, esplendor y canto. En su centro una fuente cristalina que alimenta los arroyuelos que parecen circundarlo, pero nunca lo limitan. Más bien lo abren porque atravesado el curso del agua pasamos a otro (que es el mismo) más elevado, más iluminado y más verde. Una brisa ligera mece los árboles que se elevan de la tierra al cielo. Jardín y templo son uno. No acaban, se abren más allá...
Llevamos una lámpara de bronce (que es nuestro cuerpo). El preciado aceite que contiene es símbolo de nuestra alma. Y hay una mecha, una mecha que se abre hacia afuera: nuestro espíritu; que ha de ser encendida por el Fuego del Espíritu que desciende desde lo alto y llega a habitar, a morar, en nuestro corazón. No podemos concebir esa mecha sin su Luz.
Cuerpo, Alma, Espíritu. En un sólo movimiento y júbilo de unificación hacia lo alto, desde la mecha que arde y cuya luz nos da todo el sentido y nuestra honda vocación.
En la orilla del mar... El sol nos ilumina y ese rayo de luz, único, personal, intransferible e incomunicable, nos manifiesta que todo lo somos en él. Que en Él somos, nos movemos y existimos...

Alberto E. Justo

sábado, 25 de septiembre de 2010

El Señor te quiere a tí

Tantas veces nos fastidia no hallar la respuesta aguardada o nos sentimos mal porque no llega ese mensaje o esa "presencia" que hubiera podido darnos no sé qué bienestar. En la otra columna figuran discursos y más discursos, explicaciones y hasta diplomas. También congresos y reuniones, que nos hacen sospechar que de no participar nosotros perderemos las mejores oportunidades.
¡Cuántas cosas! Éstas y otras... ¡Cuánto creemos necesitar! Y más todavía, si no nos llega esto o aquello acabamos por entristecernos... ¿Dónde quedamos? ¿No nos quieren ya?
Y sin embargo, lo tenemos todo y más que todo. Es audaz decirlo así, pero la verdad es que no necesitamos nada. ¿Por qué no descendemos a nuestro silencio escondido y dejamos que en él se nos den todos los regalos? ¿Necesitamos siempre -para orar- un libro de plegarias? ¿Dónde están las de nuestro corazón? ¿Hemos perdido la fecundidad o nos quedamos dormidos?
¿No podemos, acaso, levantar el espíritu? ¿No sabemos que hay Quien siempre acude a "levantarnos"?
Volvamos a viajar. Dejemos las consideraciones vanas y efímeras. Allí está el sol (aunque se encuentre hoy cubierto de nubes) que nos canta la resurrección y la vida.
Llevas un tesoro muy grande. Tienes toda la vida. Tu vida vale porque Dios se ha empeñado en ella... Animémonos a descubrir, a rescatar esos latidos, ese respiro participado... Alguien ha dicho: cuando aspiramos, Dios nos da su respiro; cuando Le entregamos el nuestro, Dios lo absorbe en el Suyo.
No te descorazone el ámbito desolado del Desierto. Hay pocas respuestas, pero tienes las mayores. Profundízalas una y otra vez. Nadie te pide esto o aquello. El Señor no busca tus cosas, ni aún tus obras... El Señor te quiere a tí.

Alberto E. Justo

viernes, 24 de septiembre de 2010

Pureza en la mirada

Oriente espiritual... La Aurora. Alumbramiento de los caminos en los pasos de una peregrinación que siempre llega a destino, porque este mismo está dado en el corazón.
Reclamos y expectativas. Pero la clave es atravesar, con la mirada profunda, los rumbos del horizonte y descubrir los parajes y las aperturas al Cielo.
¡La Belleza! ¡Cuánto esplendor, cuánta luz!
Es el premio de continuar el camino sin desánimos ni descorazonamientos. El "arte de caminar" nos regala lugares insospechados que no caben en ninguna descripción. ¿Puedo diseñar en dos palabras la anchura y hondura del mar? ¿Puedo circunscribir el canto, la música permanente de las flores, que se abren a la lumbre del amanecer? ¡La música de las flores! Los perfiles y los colores cantan. Evocan las auroras.
Porque evocan una sola Presencia. De Ella hablan, por Ella se manifiestan y viven.
Refulgen con la Pureza y la Humildad de los pequeños...
"¡Bienaventurados los de corazón puro porque verán a Dios!"

Alberto E. Justo

jueves, 23 de septiembre de 2010

Llega la Aurora

¿Cuándo estaré en el "lugar" deseado? ¿Cuándo quedaré libre de las opresiones que abruman? Una y otra vez, seguimos interrogando al aire y al viento... ¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Será mañana o pasado mañana? ¡Tantos malestares y fatigas! Y ¡cuánta incomprensión!
Clamores y preguntas, desorientaciones y preplejidades... Y ese terrible "por qué" que se repite siempre y cuyo eco retumba en caminos y quebradas...
El silencio responde, sí, el silencio responde. De un modo o de otro. Y nos dice que hay un valle. Es hermosa la figura de este valle. Un valle profundo y abierto al cielo, que hemos de hallar tarde o temprano. ¡El valle mil veces existe! Se da con él en las encrucijadas de los caminos y, alguna vez, en él nos hallamos cuando no nos dábamos ya cuenta de nada. ¡El valle está ahí y no miente!
No prestes atención a otras cosas. Deja de lado quehaceres y pesares. Olvida menesteres y otros viajes, deja todo por donde vas o por allí. Abre el horizonte. Tal vez prefieras arrojarte en el Mar y quizá sea ésto mejor que el valle o la montaña ¿Qué sabemos?
¡Encrucijada de caminos! No pierdes nada y lo ganas todo... Vienes a hallarlo todo, tal vez en una pequeña flor... La flor es mayor que el valle y se la encuentra más allá del mar. No interrumpas tu camino, no dejes de buscar...
No aguardes aplausos ni consuelos de nadie. Anímate a seguir hacia las estrellas. Todas ellas lucen... Siempre amanece. Que la Aurora llega.

Alberto E. Justo (aunque es de noche)

miércoles, 22 de septiembre de 2010

orar

Orar, otra vez... ¿Cuándo estaremos conformes con esa "oración nuestra" que quisiéramos "perfecta"? En realidad nos hallamos ante lo más importante, lo mayor, lo que arrebata nuestra alma y nuestra vida y nos eleva... Pero, claro, no nos conformamos. Y es que todo siempre parece poco, sobre todo cuando nos apresuramos a medir las cosas...
La oración... Nuestra oración brota del Espíritu, lo sabemos muy bien, pero nos cuesta adoptarla así no más, sencillamante, como se da en el silencio siempre inesperado, insospechado, del corazón. En efecto, la oración es la de Jesús. Es Él que se retira a orar al Padre, es Su Corazón que se eleva (por decirlo así) y en un mismo movimiento nos lleva al Padre. ¡Los ojos del Señor levantados al Padre!
Volvamos silenciosamente a apreciar y a vivir esta oración, esta maravillosa contemplación que es la intimidad del Señor con el Padre, Su Padre y Nuestro Padre, Su Dios y Nuestro Dios.
No es necesario detallar... Sólo seguir y adherir en el misterio inefable de la gracia que nos eleva en el Desierto sin confines. ¿Hacia dónde? Hacia donde, de alguna manera ya estamos. "Conversatio nostra in coelis est."

Alberto E. Justo

sábado, 18 de septiembre de 2010

Una Hora

La vida es contemplativa en los lugares más diferentes y distantes, cuando el alma se dispone y se abre a la Presencia única del Señor. Nos aproximamos, silenciosamente, respetuosamente, a esa capilla y oratorio interior, luego de haber atravesado los más inesperados parajes, donde nuestro Salvador ora en el Huerto. Si hemos aprendido a escuchar su Voz, que nos invita a "velar una hora" con Él, descubrimos la dimensión contemplativa de toda nuestra vida. En Él y con Él. Siempre.
Para Él hemos nacido y no descansaremos hasta hallarle y recibirlo todo de Él. Con frecuencia nos ilusionamos con ésto o con aquél premio o regalo, con los ésxitos posibles en este mundo que pasa. Pero, antes o después, nos damos cuenta de que nada de todo eso es lo que en realidad buscamos.
Sigamos, pues, peregrinos, portando el oratorio en el corazón y velando...

Alberto E. Justo

viernes, 17 de septiembre de 2010

Acontecimiento y lugar profundo

Es posible que ya te aventures a ver "más allá." No es una afirmación atrevida, es -simplemente- una alusión a adoptar un símbolo luminoso, una feliz "metáfora", para descubrir mejor la verdadera morada. Jardín o Desierto, Celda monástica o Ermita, Cima o Valle, Paisaje o Ciudad... Sobre todo ese Templo y en ese Templo, que es el corazón... Un magnífico claustro con hermoso y silencioso jardín, poblado de aves y de flores, abierto a la Creación y a los hermanos que por allí oran y meditan.
Pero también hallamos otros parajes: el Circo y las fieras, el Lugar de un testimonio inimaginado, Lugar de "Martirio", por tanto, lugar, en suma, más escondido y pleno de sentido, porque da la dimensión y descubre la profundidad de situaciones y acontecimientos... Lugar "más allá" de todo lugar, dimensión interior y más real, que aparece en esta peregrinación que integra una historia mayor de salvación y de elevación.
Sigue de camino sobrepasando el velo que cubre las cosas, para verlas de nuevo, con su rostro escondido y verdadero.

Alberto E. Justo

jueves, 16 de septiembre de 2010

La "respuesta" más simple

Con simplicidad repitamos con el corazón la respuesta a la constante invitación del Señor a orar siempre. Sin duda la gracia nos ilumina a cada instante y obra para encender nuestra plegaria. No olvidemos que la verdadera oración es una respuesta que nace del abandono confiado en la Fe. Apenas abrimos los ojos, apenas susurramos no sé qué balbuceo... Como el decir de un niño, del más pequeño, con la sonrisa, aún con el llanto si así se diese... En la cima del alma, en la hondura, en el secreto del corazón.
Allí, mil veces el despertar a la vida verdadera que el Espíritu nos comunica. Es tan simple y tan inmediato... No acabamos de creerlo cuando lo sospechamos.
Déjate hallar por el Señor y ábrele todas las puertas. ¡Tan importante es nuestra "intención"! La respuesta es "querer con toda el alma", es volver y volver, despertar una y otra vez...
Adopta las palabras más simples, los símbolos mayores. Es verdad que te encuentras en el Desierto, pero -decíamos- en el desierto florecido. Es hora de dejarse "elevar", de transfiguración...

Fr. Alberto E. Justo

viernes, 10 de septiembre de 2010

Desierto florecido

A pesar de la fatiga, a pesar (y gracias a) de todas las pruebas, nuestra alma se goza y se recrea en el don inefable e irrepresentable. Es verdad que aludimos a la realidad del desierto y que nuestros pasos nos llevan por su inmensidad... Pero el símbolo siempre es trascendido por el tesoro descubierto que aparece o se manifiesta aquí o allá y que supera cada una de las alusiones, significaciones o sospechas que nos visitan o nos acompañan.

"Nada" y "Todo"... Y siempre "más allá"... Cada signo de belleza nos eleva por encima suyo y nos abre una inmensidad nueva. ¿Hay algo que nos detenga en el Misterio insondable de la "participación" de lo divino?

Una vez más elevamos nuestra oración en la Presencia sin contornos. La misma que se nos abre en la Santa Faz del Salvador. ¿Cómo alabar esos ojos que penetran y están en nuestras "entrañas" y nunca se apartan de nuestra intimidad más profunda?

¡Presencia de Dios, bendita seas! ¡Nacer del Verbo...!



Alberto E. Justo

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La realidad supera el modo de hablar

Las "sendas" de Dios... ¿Son las del "desierto"? Cada vez descubrirás más hondo lo que no tiene calificativos, lo que no se reduce tan fácilmente, lo que permanece "secreto." Es cuestión, ahora, de aceptar este camino que vamos trazando, aunque resulte -¡tantas veces!- sorpresivo, inesperado. Pero "eso", "cotidiano", está preñado de riquezas insondables, de una "palabra" que todo lo trasciende y nos levanta más allá de cualquier mezquindad u ocurrencia. Diremos siempre: "-no importa", aún descubriremos más hondo, porque siempre podemos crecer en el Amor. En esta peregrinación nuestra no hay límites, ni fronteras... Siempre podremos crecer en el Amor...
Lo que llevamos como tesoro inalienable es la Presencia del Señor que ha venido a su templo, que es nuestro corazón. Que llega una y otra vez, siempre en modo nuevo, que "está a la puerta y llama"...
El Desierto se transforma. El Desierto está llamado a florecer. Es "lugar" de metamorfosis, de transfiguración. Es la ocasión de la Gracia... Por ello no es suficiente hallar un... nombre, una designación. Es más que cualquier determinación, supera la imaginación, porque el Don de Dios es inefable y lo que interesa es que lo hemos recibido y está con y en nosotros.

Fr. Alberto E. Justo