miércoles, 25 de noviembre de 2009


Llevas contigo una ermita, que nadie puede quitarte

Caminas por un desierto jamás soñado. Eres -en verdad- monje y solitario en tu corazón, y más todavía cuando nadie lo sabe. ¡Cuánta maravilla encierra esa inmediatez, que no acertaremos a describir!
La ermita del corazón... Así como "en todas estas cosas vencemos por Aquél que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios (manifestado) en Cristo Jesús, nuestro Señor." (Rom. 8, 37-39).

Pasar y... quedar (en paz)

Pasar... ¡Qué maravilla! PASAR. Vamos de camino y "pasamos" sin detenernos y sin anclarnos, ni tropezar. Ni nos detenemos, ni acaparamos las cosas que... también pasan. Como las nubes del cielo, como las olas del mar, como ese viento que no sabemos de dónde viene ni a dónde va.
¿Qué te parece, mi amigo? ¿Continuamos nuestro pobre andar?
Te comento, también al pasar, un maravilloso secreto: que te lo digo al callar. Y nada más, por hoy, nada más.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Senda que se hace más allá de la ribera

Llevaba el dolor, sin permiso de nadie...
.....................................................................
Allí va la llanura
desplegándose a lo lejos...
Escapa de mis manos...
Aferrarla no puedo

Llama encendida,
llama de nada.
Si me acerco la pierdo,
si la miro se apaga.

Alberto E. Justo

sábado, 21 de noviembre de 2009


Atrévete a lo indecible

Llamé a una puerta aguardando que alguien me abriera y me hiciera pasar más allá de ella... Caminé junto a un río, buscando una playa, donde encontrar a no sé quién... Trepé a esa montaña, asomándome a sus cavernas... Como los románticos buscaba plantas y flores exóticas, flores nuevas que nadie conociera.
No, no es allí, no es eso, ni esto ni aquello... El Absoluto no se identifica con lo que sea, ni aquí, ni allí. Si crees que diste con tu destino al recibir no sé cuál diploma o te empeñaste en esta o en aquella profesión: te equivocas. No hay en este mundo "nada", ni nada de nada, que pueda en efecto ser nuestro fin.
Cuando te parezca alcanzar esto o aquello que sueñas, di, muy fuerte en tu corazón, "no es, no es, es preciso seguir más allá."
No hay cumbres. Más altas están las estrellas y ellas mismas no pueden cerrar el cielo. Y el cielo... ¿qué es el cielo? El cielo se abre para que vayas más allá...
¡Corazón, que en nada te conformas, estás en lo cierto cuando insistes en buscar!
Porque "Aquello" es ¡tan cerca! que nada ni nadie lo puede mostrar...

Alberto E. Justo

sábado, 14 de noviembre de 2009

No entorpezcas tus caminos

No entorpezcas tu vida prestando atención a las banalidades de la moda, a esas "murmuraciones" o reclamos de atención de tantos desorientados. Acepta las limitaciones y las dificultades, pero -de ningún modo- te detengas a considerar lo que no tiene espacio en la vida espiritual. Muchos esgrimirán hasta motivos "religiosos" para hacerse valer y dominar a los viandantes. Pero todo eso, todo lo que produce desazón, angustia o temor, no viene de Dios. El verdadero testigo del espíritu no necesita ni quiere recordar "poderes", ni pierde el tiempo en afirmarse invocando presuntos derechos... Nada de "ley del más fuerte".
Si has abrazado el honor y el decoro del desierto, quédate en el silencio profundo y despréndete de lo que no cuenta... Despierta al inmenso paisaje de la aurora en tu corazón.
Mira la ternura de Aquél que es tu vida.

Alberto E. Justo

Ven, no te detengas en la ilusión

Hemos descubierto esa "trascendencia" donde reside nuestra "identidad". Relación profunda a Dios, de Quien todo recibimos. Mirada de Dios, rayo infinito de luz y de vida...
¿Pretendemos encerrar en "determinaciones" nuestras, en cálculos y deducciones, "aquéllo" que así nos es dado, en el misterio inefable?
Decía un poeta que las altas montañas son un estado del alma... ¿Caemos en la cuenta de que esos horizontes sin límites se abren desde el paisaje interior?
Es verdad que cuando desaparecen las "fronteras" un cierto temor nos invade... Ya no es hora de pretender "dominios" porque todos desaparecen. Tampoco es tiempo de "seguridades" ni de conclusiones forzosas. El alma ahora se descubre donde ama. Y también, desde luego, donde todo amor le es brindado. El alma dice: "Te amo con el amor con el cual Tú me amas." Y esto sólo es posible en el misterio de la libertad.
Por ello cuando buscamos el terreno seguro para pisar fuerte, éste se esfuma... No puedo caminar por donde ya no voy. Quizá estuve alguna vez, pero ahora no, ya no, porque en el desierto no hay sendas determinadas. Son los instantes del vuelo y del relámpago, la llamada del Cielo.
-Señor, ¿dónde moras?
-Ven y verás.

Alberto E. Justo

lunes, 9 de noviembre de 2009

Redescubrir, todos los días...

Siempre es grato insistir acerca de lo más bello, digámoslo así... El descenso al corazón, a la ermita interior, comporta el desasimiento que nos eleva, que nos lleva a morar en el mismo Corazón de Dios. Es que, saliendo de las sombras, que parecen abrumarnos y encerrarnos, liberados de las ataduras o de las cosas en las que nos introducíamos, descubrimos inmediatamente esa Presencia inefable que de "modo sin modo" se nos revela como el Único, Aquél que es nuestra Vida, y que nos llama, y que nos da ese "nombre nuevo que nadie conoce sino el que lo recibe."
Es necesario que prestemos entera fe a la Bondad de Dios y a su Misericordia. Nada hay de mezquino en las sendas de la Gracia. ¿Está habituado nuestro corazón a la "generosidad" divina?
Meditemos, con quietud, en ese Desierto Interior. Una y otra vez acogiendo sin reservas, sin condiciones, sin temores, sin reparos... Sí, ha de ser así, sin exigir explicaciones, ni estatutos, ni certificados, ni un más y ni un menos... Así como recibimos la Vida y nos gozamos en el Misterio...
Volvamos incesantemente a lo que es y a lo que somos. ¡Tanto nos habla el Silencio! ¡¡Esa Mirada de Dios!!

Alberto E. Justo

domingo, 8 de noviembre de 2009

Silencio-Soledad-Libertad

El horizonte abierto comporta la transparencia. Se trata del "desasimiento" liberador que nadie arrebata... Desasimiento que es, también, "abandono" y "dejamiento". Soledad, silencio y libertad: en todos los instantes, siempre. La Presencia es liberadora, redentora y divinizadora según gracia... No hemos de intentar ninguna explicación ni circunscripción...

Alberto E. Justo

miércoles, 4 de noviembre de 2009

volver, sin cesar

Las apariencias... A pesar de cuanto exteriormente pueda agobiarnos, la vida profunda se cumple en nuestro interior. En un instante todo puede comenzar, como una aurora, renovándose por gracia de Dios... Volvamos incesantemente a casa, a nuestro claustro interior -que nadie puede demoler- a ese santuario vivo, que no es otra cosa que la Morada de Dios...

Alberto E. Justo

No es tiempo de detenerse

¡Más hondo...! ¿Es posible tanta pretensión? Cuando buscamos "Aquéllo" que no se deja reducir ni expresar... ¿no hemos de continuar sumergiéndonos más allá?
El Silencio responde una y otra vez... Pero hay algo maravilloso que no podemos imaginar... Está demasiado cerca... Estamos demasiado cerca. Y no por virtud nuestra. ¿Para qué "mirar" desde aquí? ¿No hemos de mirar, acaso, desde donde somos realmente "vistos"?
Los rumores y los estrépitos de este mundo son muchos, demasiados, quizá... Pero todo eso es "ausencia" o, tal vez, ocasión para descubrir lo más real del otro lado. No, no es el ruido que, apenas, apenas y siempre, se va. No tiene qué hacer ni qué decir. Tampoco la inquietud: nada tenemos que vender... Sí, hemos de descubrir esa tenue y delicada transparencia que se nos brinda en la oración y en las cosas, que es apertura llena de sentido, apertura del alma, precisamente para ingresar más allá, para ahondar más.
He aquí -siempre- el desierto. El desierto florecido mil veces, infinitamente, en el jardín secreto del corazón. Un desierto "sin confines", decía San Juan de la Cruz.
Más hondo, entonces. A no detenerse.

Alberto E. Justo