martes, 29 de noviembre de 2016

déjate hallar

A pesar de los vaivenes y de las dificultades... Buscamos, seguimos buscando, sabiendo muy bien que ya hemos encontrado... Es una sorpresa, un desafío... Porque, en efecto, hemos encontrado cuando dejamos que, en nosotros mismos, allí o aquí mismo en el fondo y secreto escondido, sólo Dios es Dios.
El peregrino clama por maestros y por sendas o "cosas" que lo guarden o protejan, que le proporcionen esa seguridad que, en el mundo de hoy, se tiene por muy importante. Clamamos, sí, pretendiendo un calificativo que nos "identifique" en "lugares" que son, en realidad, inferiores o más pequeños que nosotros mismos. 
Sin embargo la vocación, el llamado de Dios, nos levanta más alto que cualquier lugar o tiempo.
¿De qué manera? Sin modo ni manera, en el "secreto" del Padre, en el Corazón de Dios.
¿Queremos "manuales" que nos introduzcan donde ya estamos? ¿No nos conforma eso que recibimos a diario, a cada instante?
¡Déjate levantar en ese "vuelo" de la plegaria que no tiene determinaciones! ¡Abre el corazón! ¿Qué podemos decir de la Aurora?

Alberto E. Justo


sábado, 26 de noviembre de 2016

"agua que no has de beber..."

En esta hora, queridos hermanos míos, hemos de abrazar una escala que lleva muy alto aunque nos asuste un poco... Se trata de la escala de la cruz, quizá de un "sufrimiento" que no acabamos de precisar, pero que parece asomarse con frecuencia en los pasos de nuestra peregrinación.
Y subrayamos que no hemos de detenernos -en ningún ascenso- a pesar de su importancia. "Deja que la necedad pase y tú sigue subiendo en silencio" porque lo que "otros" dicen que hagamos casi nunca nos concierne.
Para "pasar" del otro lado, en la brecha de la que nos hablaba el Maestro Eckhart, es necesario dejar, abandonar esas "determinaciones" o "condicionamientos" que si bien no llegan a cerrar el camino, por lo menos nos demoran y causan desazón y perplejidad tantas veces. Y asegurarnos de que tantas cosas que mortifican y confunden ya han quedado más atrás, muy atrás.
La necedad acaba dominando cuando prestamos atención a lo que "no es".
Hoy por hoy abundan los detalles y las inacabables estructuras que asfixian aquí y allá. Es un estilo -tal vez- de adolescencia retardada que perturba el camino de madurez... ¡Tantos arroyuelos que no llevan a ninguna parte y se pierden en la llanura donde los reseca el sol!
No nos detengamos pues en senda alguna, olvidando lo esencial. El silencio y la plegaria profunda nos dirán siempre por dónde y adónde vamos. Perseveremos en el "Yo Soy" de Aquél que "Es".

Alberto E. Justo


viernes, 18 de noviembre de 2016

vocación

La vocación monástica es un bien inefable que anida en el corazón de todo peregrino... Así como nada ni nadie nos puede apartar del "desierto" interior y profundo, así la vocación escondida resuena en el corazón humano de mil maneras y con libertad.
Es posible que nos resulte difícil precisar esto que vive en nosotros y no logremos "traducir" su honda realidad. Porque el camino es alto, tan alto y tan inmenso, que no puede ser reducido dentro de límite alguno... Simplemente ahí está.
¿Instituciones? ¿Modos? ¿Maneras? Todos los modos han quedado en el ámbito de lo determinado, de lo condicionado por esto o por aquello... Ahora la senda se eleva sin concurso nuestro, sin que podamos apuntar mérito o condición alguna de nuestra parte... Lo que nos toca, lo propio, es acoger en silencio, ya que todo es una sorpresa admirable.
No se trata de copiar ni de buscar o revolver. Hablamos más bien de "dejar" y de sonreír. La vocación a la soledad comporta un humor sereno, la paz no sin firmeza, y el abandono en Dios.
¡Surja, pues, el gozo y la alegría de lo que adviene desde lo alto y desde más allá, aunque no pueda decirlo ni decírmelo! ¡Alabado sea Dios!

Alberto E. Justo


lunes, 7 de noviembre de 2016

visión en el desierto

El desierto es ahora el horizonte de dentro, la apertura sin límites, por donde pasamos más allá... O tal vez, como lo decimos siempre, más aquí, en el secreto mayor y más invitante.
No se trata, desde luego, del desierto de los mapas o de los diccionarios de Geografía o de los que vemos al pasar o de los que hemos de pasar... Se trata de aquéllo que no halla "definiciones".
A nada puede compararse nuestra casa o nuestra morada. A nada se reduce, tampoco a su propia imagen. 

Alberto E. Justo


domingo, 6 de noviembre de 2016

A pesar de lo que "se dice"

Luminoso caminar en medio de la tormenta... En medio de la tormenta sabemos que más arriba todo está despejado... ¿Es posible ascender más alto cuando las desilusiones nos abruman o las pruebas se suceden?
Desde luego que sabemos muy bien que se nos llama a un ascenso inimaginable y que esta "vocación" no nos engaña nunca.
No temas que estás muy por encima de cuanto sospechas. Las ráfagas pueden atemorizar, como tantas otras cosas. Pero la realidad no se mide por el temor. Tampoco los sustos ni las amenazas ofrecen nada. Sabemos que estamos y somos más allá...

Alberto E. Justo


sábado, 5 de noviembre de 2016

En el jardín del claustro

Junto a la fuente, en silencio... El peregrino sabe, cada vez con mayor certeza, que no está solo. En suma: materialmente quizá no pueda constatar lo que sus oídos y ojos espirituales le brindan... Pero la Presencia, que todo lo llena, no ahorra la expresión serena y secreta de su gozo, de su unión... Una hondura de paz que recibe la permanente buena nueva.
Soledad terrible es aquella que se oculta tras los velos de una ausencia y de un dolor incomprensibles... Sólo puede recordar un abandono sin sentido. Sólo dice que está solo. Hasta que la soledad auténtica se revela como presencia inefable y el silencio habla un lenguaje nuevo a cada instante.
¡Admirable amanecer en las quietas horas abiertas al infinito!

Alberto E. Justo


viernes, 4 de noviembre de 2016

despertar

Despertar tal vez a un sueño... ¿porqué no? Sin embargo infinitas veces nos parece abrir los ojos en la noche y descubrir una senda nueva que nos lleva más allá...
Y es así. No podemos sospechar la amplitud de nuestro camino ni tampoco adónde nos lleva o adónde somos llevados.
El "Misterio" se ha abierto para todos nosotros y su sola presencia ha dispersado o evaporado angustias y dudas de toda especie.
Vamos pues de camino por un claustro infinito pleno de sugestiones, preñado e iluminador, en un ascenso que no podemos explicar.
Hemos entrado en camino nuevo. Las amplias hojas de las puertas labradas del monasterio interior están abiertas. No podemos creerlo, pero este nuevo estado nos pertenece, es algo más que nuestro porque es de Dios.
Las campanas que ayer nos convocaban hoy callan ya, transformado su bello sonido en un himno silencioso que marca los pasos de una oración que no ha de detenerse jamás... Son los latidos de un corazón abierto que todo lo trasciende y nos eleva en su secreto que es luz y que es vida.
¿Qué más decir? Si preguntamos con mirada "indirecta" no obtendremos respuesta alguna. Pero si nos dejamos sumergir en la inmensidad de Su vida, escucharemos en lo profundo, en todas las auroras, la única respuesta de Aquél que viene, de Aquél que nace:
"YO SOY".

Alberto E. Justo