miércoles, 31 de julio de 2013

desasimiento y plenitud

Muchos son los parajes que atraviesa el peregrino. Quizá la mayoría no los imaginara nunca... ¿Quién puede sospechar tantos derroteros, aquí y allá?
         Pero hay un camino, camino único, que no podremos señalar jamás en las cartas geográficas, ni en los planos, ni en nuestra imaginación. Y por él venimos andando desde hace mucho tiempo, y no “cualquier” tiempo, al antojo del reloj o del almanaque.
         ¡Ah, profundidad inmensa! El “desasimiento” nos abre a lo inefable... No te aferres a lo que caerá mañana ni te dejes arrastrar por la porfía de este mundo. Es verdad que hace mucho ruido, pero el viento del desierto suele sacudir con mucha dureza. Trata de no tropezar ni caer, pero deja que sople y nada más.
         ¡No importa la zona que ahora atraviesas! Puede ser cualquiera, más  da... Déjala pasando sobre ella y más allá de ella. Déjala, trascendiendo los infinitos accidentes de la historia desde la hondura de tu corazón.
         Lo “infinito” está hacia adentro, no es extensión ni sabe de medidas. Sin medida y sin modo, decían antiguos maestros...
         Si “dejas”: amanece. Aguarda la Aurora que ya quiebra las sombras más densas de la noche. Si has aprendido, como las lechuzas, a ver en la noche oscura: fortalécete en la esperanza, que ya llega la hora.

         Alberto E. Justo


martes, 30 de julio de 2013

si aceptas el misterio ya "vas de vuelo"

El “monaquismo interiorizado”... ¡Tantas son las imágenes que la mejor tradición de vida nos entrega y señalan los caminos mayores y más fecundos!
         El monacato del “desierto interior”, una vocación propiamente eremítica, que consiste inicialmente en el descubrimiento de la “soledad” real de la persona. Es la conciencia de un estado profundo del alma, del corazón, del espíritu, que aparece “manifestado” en la vida monástica, sobre todo solitaria, a través de la historia.
         Pero no solamente... Es verdaderamente cierto que el “desasimiento” abre un horizonte inmenso... No cierra, no, de ninguna manera, al contrario: abre y eleva.

         ¿Es posible continuar el camino, ese mismo que trazaron los sueños y oculto sigue donde no lo vemos?
         -Continúas el camino en la misma medida en que lo creas, en la misma medida en que lo trazas aún cuando no lo veas...
         ¿Para qué quedar encerrados en esto o en aquello, si ya, aunque no lo veamos, vamos presto de vuelo?

         Alberto E. Justo


domingo, 28 de julio de 2013

llamado de Dios directo

El camino silencioso no sabe de agitaciones vanas... Porque el corazón recogido tiene ya su morada y ésta no se perderá jamás. ¿Por qué temer? Pero es verdad que ciertas conductas (a la moda de hoy o a la de siempre) conmueven y parecen impedir o perjudicar los pasos, nuestros pasos. Son los gritos y las amenazas... Pero esto es lo propio de los muy débiles. En efecto, el más débil amenaza porque más no puede...
         La labor del peregrino es superar las instancias falsas de las muchas cosas que oye, de todo cuanto grita, de todo el aparato que precisa la mentira para alcanzar sus objetivos y desarticulaciones...
         Tornar incesantemente al silencio, sabiendo que siempre estamos donde deseamos estar, aunque el mundo exterior nos quiera convencer de otra cosa. No son los cercanos, ni los lejanos, los que han de reclamar   nuestra atención. El Señor nos llama, sí, a cada uno, personalmente, directamente. Tengamos presente, sin olvido, esta palabra del Señor en el Evangelio de San Juan ante la pregunta de Pedro: -Señor ¿y éste qué? Y la respuesta que ilumina nuestras horas y congojas: -¿y si yo quiero que se quede hasta mi regreso, qué te importa? Tú SÍGUEME.
         En efecto, TÚ..., tú mismo, no aquel otro...

         Alberto E. Justo



lunes, 22 de julio de 2013

No dudes ni te apartes de tu camino...

¿Incomprensión? ¡Cuántas veces nos lamentamos por no ser “entendidos” o acogidos o, simplemente, bien recibidos. La primera y eficaz respuesta es: -no importa. En efecto, es preciso no vacilar y   afirmarse en la soledad o no-asistencia de los demás. Sobre todo cuando la prudencia nos ayuda y nos guía.
         Aprender a valorar esas decisiones que sabemos que hemos de tomar... Es verdad que hay, en esta hora, un ambiente muy denso de presiones de todo tipo, que asustan y desvían a los peregrinos, llevándolos por sendas perdidas...
         Pero aquí está el secreto de no apartarse del camino directo y no quedar en vana conversación por los lados, por esos “costados” que apartan y alejan de lo esencial.
         El viandante ha de adherir a lo “esencial”. En tal cosa consiste su salvación y su vida. Sobre todo en los tiempos en que tantos equivocan el camino por la porfía de desatenciones y distracciones sin sentido.

         Alberto E. Justo


¿Y la "sensibilidad", engañadora o maestra"?

¿Qué es la sensibilidad? ¿Qué queremos decir con ella, cuando hablamos o nos justificamos por lo que sea?
         La diferencia entre las “sensibilidades” es un hecho de gran importancia en el trato humano y es una “desigualdad” que, desde luego, debe ser respetada y tenida en cuenta en la vida espiritual.
         Nunca podrá lograrse una uniformidad ni tampoco “destruir” las características, digamos “personales”, en aras de un “ideal” abstracto o de un horizonte “ideológico” cualquiera. Por eso los caminos difieren y no todas las acciones poseen el mismo valor ni tienen el mismo eco, aunque el resultado parezca idéntico...
         Entramos, aquí también, en un ámbito de “misterio”, ya que el secreto de cada uno es siempre un abismo inabarcable... Se ha dicho: “no hay enfermedades sino enfermos”, y esto es verdad sobre todo cuando consideramos el valor profundo de “nuestras” cosas.
         ¿Sufren algunos más que otros? Esta respuesta pertenece a Dios, pero sabemos, sin hacer ni subrayar “medidas” que no conocemos, que la diferencia es un hecho y uno puede “sentir” el dolor con mayor severidad que otro...
         Ahora bien: ese dolor o sufrimiento “profundo” y “secreto” es de una fecundidad inimaginable, porque solamente tiene a Dios por testigo y únicamente Él conoce y es autor de su sentido.
         Es tema de meditación y de consuelo... No hay modo ni regla que pueda “sumergir” todo en lo mismo. Sepa el médico, sepa el confesor, el maestro, lo que una madre sabe por su instinto de madre: “ no puede tratar a todos sus hijos de la misma manera.”

         Alberto E. Justo


domingo, 21 de julio de 2013

busca el camino más alto: no tiene nombre

No aguardes tanto lo que aguardas... ¿Ilusiones? Tal vez; pero es  hora de pasar más allá y subir más arriba. Cuando todo “eso” no llega, seguramente ha de llegar otra cosa.
         ¡Cuánto tardamos en hallar nuestro bien! Nos preguntamos: “¿está por allí, está por aquí, en este o en aquel paraje?” Y, claro, en este sentido: no está en ninguna parte, porque buscamos, a veces con pasión, lo que no es real o lo que no es nuestra “armonía”.
         No hemos de apretujar “objetos” y aferrarlos para que no escapen, porque esos supuestos objetos ni están, ni son.
         Cada vez que cerramos una puerta juzgando que todo acaba allí y que “eso” es lo que cuenta: aprisionamos menudencias y antiguos o nuevos errores nuestros, ahogando la libertad de otros y mayores horizontes.
         Suelta la presa que no es lo que supones. Deja volando ese pájaro que se va lejos. No acapares. Descubre el silencio más allá de cualquier “objeto”.

         Alberto E. Justo


domingo, 14 de julio de 2013

palabras y gestos que hieren

Palabras que hieren, gestos que hieren... Existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que llegan a través de expresiones, de términos, de actitudes, de amenazas, de descuidos, de olvidos o negligencias.
         Más prontos a reconocer las agresiones de ruidos estridentes, de sonidos que no dejan dormir, de manifestaciones tumultuarias, de bombazos y mil cosas más, dejamos de lado esas otras, que en ámbitos reducidos pero asaz profundos sacuden las jornadas de los viandantes.
         Poco importa la “dimensión” del mensaje. Es su intensidad lo que cuenta. Podemos hacer tanto mal y ¡tanto bien! cuando valoramos la intención profunda de nuestros actos y de nuestras reacciones.
         Sin respeto y sin delicadeza el trato humano se degrada hasta perecer. Los caminos se trazan con la ascesis verdadera de una búsqueda superior: ascender en la adopción y práctica de virtudes humanas, de excelencia y de valor.
         No son los “dardos” vengativos, por lo general causados por el resentimiento, los que compensan en luchas y fatigas, sino la rápida renuncia a cualquier modelo de “poder”, que acaba en torpeza.
         La lucha victoriosa siempre es silenciosa y poco aparente. Sin estrépito, carente del propósito de lastimar o de fastidiar... Es el decoro de nuestros pasos, aunque nadie aplauda ni felicite...

         Alberto E. Justo



sábado, 13 de julio de 2013

A pesar de nuestra impotencia

¿Aceptar, así no más? Mil veces preguntamos y nos planteamos nuestra impotencia ante lo que nos suena difícil o injusto... Y acabamos meditaciones y reflexiones con un gesto de perplejidad, diciéndonos: -no puede ser...
         Y la ansiada respuesta o el sentido de lo que ocurre, con la solución deseada, escapa a nuestro alcance. ¿Entonces?
         Es urgente convencerse que la realidad no es lo que aparece “a primera vista”. Las dimensiones mayores de hechos y de acontecimientos quedan veladas o simplemente escondidas detrás de lo que vemos o sentimos... Quizá todo es figura o eco de lo que corre, como río caudaloso, en profundidad. O nada más que una señal o un “paso” que es preciso atravesar.
         Cuando sufrimos o padecemos algo inmediatamente buscamos al culpable o a la situación causante de nuestro dolor o de la contrariedad molesta. ¡Rápidamente estamos dispuestos a acusar a quien sea o lo que sea!
         Pareciera que hay más víctimas que victimarios... En suma, el enojo y el disgusto desplazan a la posible compasión...
         Pero quien padece puede descubrir que todo aquello que hiere será superado o, mejor, trascendido, cuando un “oriente” espiritual, un amanecer de resurrección y de vida se apodere de su corazón. Quizá cuando ese “corazón” se afirme en sí mismo, desasido y levantado por el Misterio que es su respiro.
         Andar por la tierra no me impide sino que me invita a contemplar el Cielo y a desearlo, anticipándolo hora tras hora, día tras día. Tal vez lo “negativo” sea una ocasión de lo “positivo”... Porque no hay “grande” sin “pequeño”, ni “victoria” sin “derrota”.
         ¡Ah! ¡Qué invitación, qué vocación ésta de “más allá”! ¡Magnífico desafío que precisa de magnanimidad y constancia!
         ¡Gocemos de la contemplación en la Resurrección de Aquél que nos ha enviado Su Espíritu, que es nuestra vida!

          Alberto E. Justo



viernes, 5 de julio de 2013

siempre nuevo en el corazón

Pasando la callada sombra de un sauce
Aguardábamos en la soledad perdida
Ese fruto siempre nuevo
Que nunca acabamos de alcanzar.

         Brisa suave, delicadeza,
Y nada, nada más…

         Dices: -quiero poseer esa brisa, quiero alcanzar…
Lo inalcanzable. Eso que pierdo, eso que me parece cercano…


         Te propongo esto… Vuelve, poco a poco, a tu corazón. Desde luego, inicialmente: calla. Con serenidad y paz huye de las consideraciones (de todas ellas) que, desde hace poco o desde hace mucho, te abruman o molestan. Déjalas de lado. Puedes decir dos cosas: o todas ellas te sirven para tu bien espiritual (incluidas las humillaciones y los fracasos) o de nada valen y no tienen peso alguno: no existen.
         Lo más probable es que tengan su sentido. Quizá enseñarte (con insistencia) a no temer. Tal vez, con mayor fuerza, a que compruebes que, a pesar de todas ellas, puedes y debes seguir tu camino. Lo que parece estrujar la libertad puede convertirse en el detonante de la conciencia para vencer a todos los enemigos de ella.
         Luego investiga acerca de un primer descenso, hacia adentro. Lo primero será valorar el don de Dios que eres tu mismo. Nada ni nadie te quita tu lugar en el Corazón del Señor. Si lo aceptas: te encuentras en Él. Así de simple.
         El Amor de Dios no se adquiere ni se compra. Has de aceptarlo. Vive estos instantes de meditación con suma sencillez. No es necesario que asistas a ninguna carrera, ni corrida, ni examen. Ni que acudas a recibir premios necios, ni que te veas rodeado de mirones impertinentes. Nadie te juzga, porque nadie puede juzgarte. Si alguien se entromete, déjalo pasar. Y nada más.
         Entonces: olvida. Porque lo más profundo no tiene figura para ti, sino silencio.
         Y pasa adelante. Acoge, descubre la sonrisa inefable entre la Madre y su Hijo, entre Jesús y María. Quédate allí (aquí) un instante. Alégrate… Piensa que nada ni nadie te aleja de esta maravilla, que es tu participación escondida en la soledad de tu ermita. En medio de tu santuario, en tu corazón.
         Haz silencio, no te agites ni procures cosa alguna… Déjate llevar por esa brisa que es amor inefable.
         Quizá algunos “pensamientos” acudan a perturbar precisamente en este momento. Pues nada, no te identifiques con ellos, sepárate… Entre  ellos hay aperturas, espacios, grietas… Vuélvete y pasa más allá y a través.  Sírvete de la puerta estrecha. Reposa…
         No aguardes esto o aquello. No te sorprendas de pensamientos nuevos, ni de situaciones o sucesos desagradables. No temas las tinieblas: allí está el Señor de camino. Silencia todas las voces impertinentes. Tú mismo puedes hacerlo en tu interior.
         Y abandónate.
         Firme en la Fe, no vaciles. ¿Qué o quién puede apartarnos del Amor de Dios?
         El Silencio en el corazón es densidad, es Presencia. Persevera y no temas.

         Alberto E. Justo




martes, 2 de julio de 2013

La morada verdadera está escondida

De nuevo en el bosque... ¿Por qué? ¿No hablamos también del Desierto y del Mar? Todas estas imágenes pueden convertirse. Quizá porque hay una sola que está más allá de todas y se asoma en múltiples manifestaciones, espejos lejanos de una realidad siempre mayor.
Ermita o claustro, cabaña o casa de castores... Hondura misteriosa que es, de algún modo, el “lugar”. En suma: montaña o estrella, todo indica y señala una suerte de “espacio” trascendente que es morada y que es profecía. Anuncio y presencia inmediata: sonoro y silencioso “YA”.
Vamos de camino y siempre llegamos. Es tan grande que no lo podemos diseñar. Pero en la “rosa que no tiene porque”, en el instante, ha brillado su luz. Esplendor que parece un relámpago que, al atravesar el cielo, nos abre el campo y el tesoro en él escondido...

         Alberto E. Justo