miércoles, 20 de julio de 2011

Pregunté y no tuve respuesta

Sin duda aguardamos respuestas sonoras. Precisiones, infinitas aclaraciones, soñando con los resultados de no sé cuáles cálculos y cuestiones que se nos presentan a diario y nos sumen en el desconsuelo. Y, feroz y amenazante, se alza el fantasma de nuestros débitos y obligaciones múltiples, ensombreciendo la esperanza...
¿Qué decir? ¿Pregunté a Dios y Él no me responde? ¿Dios "habla" con la sonoridad de nuestra lógica y de nuestras cantidades, bien comparadas en las balanzas?
El Desierto sigue enseñándonos. Contemplemos, en el silencio, esa callada fuente que brota en el erial. No se expresa en lenguajes ni en gestos... Aguarda y da. ¿Qué da? Eso mismo. ¿Qué es eso mismo? ¿Estamos jugando? No, no es ese juego desacompasado y triste (sin respuestas)...
¿Qué da? ¿Qué me da? Me da a mí... Mejor todavía me da Él mismo. Me da la vida, me participa el Ser... Porque Él ¡en verdad! ES.
¿Es esta una respuesta? Depende de mi. Si me sumerjo en la realidad y en el misterio aprendo a ser libre y la respuesta brota de la vida. Si me atrevo a "escuchar" el silencio, el horizonte se despliega. Escuchar el silencio, no "escucharme", es decir: no confundirme con el barullo de afuera ¡que tantas veces se introduce y nos confunde!
¿Quieres respuesta? Atiende a lo esencial. Deja ser el ser. La verdad te hace libre. En el Desierto interior: abandono y confianza. Ánimo: que el Señor "ha vencido al mundo". Y no solamente a ese mundo de por allí... No, no sólo a ese o a aquél, sino también al mundo que asalta nuestro corazón.

Alberto E. Justo

miércoles, 13 de julio de 2011

No temas y obra en conciencia

"No temas". Es esta maravillosa "nueva" la que se repite, la que debemos recibir y captar a diario, a cada instante, en esta "hora" peculiar de nuestra peregrinación. A pesar del sonido de amenazas y ráfagas lejanas, a pesar de esos dedos levantados que pretenden intimidar, a pesar de que lluevan argumentos y reglamentos de la más diversa índole, o se nos asegure que la verdad está solamente en quien esgrime más razones y más poderes... A pesar de todo ello, en suma, que descanse el corazón sincero en la paz de su conciencia y no tema.
Nuestra gran crisis (entre otras) consiste en haber perdido el sentido de la analogía y vivir todo en furiosa univocidad. Hemos olvidado el ejercicio de "crear" para sólo enterrarnos en el constante y aparentemente seguro "repetir", "seco" y "obligatorio". Cuando pretendemos seguridades falaces y salir de dudas sin uso de discernimiento, decimos que "eso" es "obligatorio". Terrible recurso en tantas ocasiones, cuando se prescinde de la prudencia, del ejercicio de la responsabilidad, del respeto y de la buena educación...
Es hora ya de "reverenciar" el corazón de prójimos cercanos y lejanos. Aceptar con gozo "pareceres" diferentes y abandonar la crítica y la murmuración en nuestro trato cotidiano. ¡Cuánto valen las virtudes humanas!
Rechacemos esas vacilaciones y escrúpulos que trastornan y oprimen. Enraizados en la vida interior y en el silencio del corazón respetemos a todos, porque no estamos reducidos a cualidades y colores, banderías o instituciones, sino que somos -siempre- hijos de Dios antes que cualquier otra cosa.

Alberto E. Justo

martes, 5 de julio de 2011

Misterio de contemplación...

En el fulgor de la Belleza... Porque, quizá, ante un maravilloso paisaje, rodeado de mar y de montañas, en una no menos maravillosa soledad, nos preguntemos: -¿dónde vive o está escondido el ermitaño?
Entonces recorremos sendas y caminos, nos detenemos en subidas y quebradas, investigamos los valles pequeños con sus árboles, con sus flores. Imaginamos, tal vez, en qué lugar de esa imponente soledad ubicaríamos nuestra ermita, nuestra casa, nuestra morada... Suponemos que en semejante paraje es fácil, muy fácil hallar la paz y el silencio que tanto deseamos...
¿Y si levantamos la mirada y nos fijamos en los espacios celestes, más allá del alcance de nuestra vista, no nos imaginamos levantados a alturas más sublimes, sin lazos que nos puedan detener?
¡Cuánto quisiéramos pasar más allá!
Pero juzgando mejor... ¿hallamos un ermitaño por esos caminos, por esas alturas? Es posible... pero: esos caminos y esas alturas son apenas una pincelada, y bien pequeña, del corazón del solitario, abierto a la Presencia de Dios.
¿Descubriremos, por fin, la vida profunda, que es mayor que el universo, que no tiene testigos, sino que es de Dios?

Alberto E. Justo

domingo, 3 de julio de 2011

Busca siempre más allá

A la vera del camino hay salientes que nos detienen. ¡Cuántas veces quedamos atrapados por esas "cosas" de los costados, laterales que quedan de ayer y que repetimos sin ánimo de crear nada!
Las melodías repetidas en exceso acaban por fatigar... Es preciso, en cambio, abrir horizontes y crear espacios, levantando la mirada más allá de las colinillas de siempre. La vida contemplativa no es compatible con las repeticiones ni con las copias de segunda mano. No son las canciones más aplaudidas las que conquistan el corazón y nos brindan el fulgor de la belleza.
Lo más escondido, lo más reservado, es lo que despierta nuestro entusiasmo y nuestra adhesión... Animémonos a pasar más allá de los caminos trillados. La verdad está siempre velada y de nada valen nuestros cálculos si no trabajamos en desenterrar los tesoros...
Parece que la "moda" es gastar las mismas fórmulas y repetir escritos fotocopiados o lo que goza de gran propaganda editorial.
Contemplemos, en cambio, aquél valle del alma, que no tiene nombre... Descubramos la luz que ya no tiene ocaso, dejemos que la "soledad sonora" y la "música callada" enciendan nuestras horas... O las selvas... "cuyos troncos y piedras -decía San Bernardo- enseñan lo que no nos dicen los maestros."

Alberto E. Justo

ora con sencillez

En las jornadas que parecen más difíciles al peregrino aprendemos la sencillez e inmediatez de la oración. La oración, en efecto, ha de ser directa, simple y silenciosa siempre. Porque es expresión de lo profundo del corazón e inmediatamente acogida, libre del tiempo y del espacio, en el mismo Corazón de Dios.
Intercambio inefable, imposible de reducir a explicaciones o a lo que sea. "Yo en ti y tú en Mí."
Es deseable que el peregrino no repare en métodos o en maneras, ni se detenga a considerar atajos o se deje tentar por el "ego" hambriento de detalles y de "lejanías". No tiene que llenar formularios ni rendir examen... Es el "Padre que ve en lo secreto..." Sumérjase pues en el secreto con confianza y sin temor.

Alberto E. Justo

sábado, 2 de julio de 2011

Poesía en prosa

En horas de madrugada... Cuando apenas el sol asoma allá lejos en todos los horizontes, en el mar y en la llanura, en los valles y más arriba de las montañas... En horas de madrugada; también, hoy mismo, surge para el alma escondida, esa luz que no tiene ocaso y que nos brinda siempre el regalo de dejarnos abrasar por ella.
¡Luz que quema! ¡Luz que enciende y transforma! ¡Luz nueva que transfigura y no sabemos cómo! ¿Pensábamos, tal vez, hallarla en el Desierto? ¿Suponíamos descubrirla en lugares privilegiados? ¿Pretendíamos circunscribirla en zonas o instituciones determinadas? ¿Se nos antojaba propicia cuando cumplíamos con esto o con aquello, según tales o tales condiciones?
A fuerza de buscar y suponer hoy es magro el resultado y no percibimos nada... Quizá, ahora sí, el Desierto nos desengaña...
Pero ¿hemos olvidado abrir las puertas del corazón? ¿Estamos demasiado sumergidos en las fórmulas pasadas, que estrechan cada vez más nuestra vida?
En horas de madrugada, bendiciendo la Aurora que no tiene ocaso, recibe en tu corazón lo más inaudito... Descubre tu bien y tu tesoro. Limpia el alma de "segundas intenciones", esas que, al decir de Unamuno, no tenía Don Quijote.
Y, por fin, deja toda estrechez y aprende en la soledad a acoger el misterio de los otros, que sólo caben en el corazón...

Alberto E. Justo

viernes, 1 de julio de 2011

Deja que el silencio se "escuche": aguarda

Gran maestro es el silencio... Quisiéramos resolver todo nuestros problemas con rápidas y eficientes respuestas, totalmente satisfactorias. Pero olvidamos callar. Seguimos con rumores y clamores, pretendiendo hacer e inventar, sin obra y sin invento, no sé qué fórmulas imposibles. Pretensiones del ruido éstas nunca aparecen porque ni sombra pueden tener de realidad.
El desafío es sobrepasar nuestra ansiedad y calmar la permanente agitación que nos asalta con tanta frecuencia...
Silencio y espacio interior... Dar "lugar", aguardar que todo adquiera su paso y su "moderación".
La oración no brota de apresuramientos ni de violencia alguna...

Alberto E. Justo

Sin modo...

Inmenso es el camino en tu propio corazón... ¿No lo reconoces? Es necesario, desde luego, insistir. La repetición de la misma súplica, de la misma verdad, acaba por instalarse y revela lo que no sospechábamos.
Una y otra vez: el Nombre de Dios... El Nombre que está más allá y por encima de todo nombre, de toda palabra, de toda formulación, o expresión, o lo que sea. Descubrimos un paso, una apertura... Descubrimos esa Aurora que no puede decirse de ningún modo, que no puede reducirse a ningún modo "nuestro". "La causa del Amor de Dios es Dios mismo -decía San Bernardo- el modo: amar sin modo."