En las jornadas que parecen más difíciles al peregrino aprendemos la sencillez e inmediatez de la oración. La oración, en efecto, ha de ser directa, simple y silenciosa siempre. Porque es expresión de lo profundo del corazón e inmediatamente acogida, libre del tiempo y del espacio, en el mismo Corazón de Dios.
Intercambio inefable, imposible de reducir a explicaciones o a lo que sea. "Yo en ti y tú en Mí."
Es deseable que el peregrino no repare en métodos o en maneras, ni se detenga a considerar atajos o se deje tentar por el "ego" hambriento de detalles y de "lejanías". No tiene que llenar formularios ni rendir examen... Es el "Padre que ve en lo secreto..." Sumérjase pues en el secreto con confianza y sin temor.
Alberto E. Justo