viernes, 22 de enero de 2010

El peregrino es luchador...

El peregrino no ha de dudar, ni vacilar. La condición de "combatiente" es propia de todos y de cada uno... El solitario es, también, un luchador. Y no de los menores. La vida de Antonio Magno es una prueba elocuente.
Es "milicia la vida del hombre sobre la tierra." No olvidemos jamás nuestra vocación, ni dejemos que ningún descorazonamiento logre abatirnos. De Santo Domingo se cuenta que se alegraba en las dificultades: sabía hasta qué punto todas ellas son ocasión de Dios.
Pero es necesario tener valor y fortaleza y no dejarse vencer por ningún respeto humano. Sí, mil veces sí: es urgente no ceder ante el... "qué dirán", o ante las presiones y zancadillas de un mundo que nunca se satisface y que insiste en "devorar" lo que sea, con tal de poseer y de dominar.
El peregrino es libre: nadie es tan libre como él. Respete también su libertad, no se empeñe vanamente y no deje de entregarle todo al Señor, pues es Él Quien garantiza y mueve todos sus pasos.
¿"Combatiente", "caballero andante"? Desde luego, todo le corresponde a quien todo lo tiene en Dios.
Que ninguna "situación" lo sofoque. Rompa lo que debe romper y ábrase a la aurora siempre nueva, que se levanta en su corazón.

Alberto E. Justo

miércoles, 20 de enero de 2010


acerca de la "delicadeza"

Decía un religioso dominico francés: -La courtoisie c'est la fleur de la charité... Hermosa afirmación llena de verdad y de sentido. El silencio se nutre en la delicadeza, que es respeto para con nuestros hermanos y hasta un acto de culto a Dios.
Ten cuidado de no interponerte entre Dios y cualquier persona de tu amistad. No proyectes, ni intervengas en la vida de nadie: respétala, respétala siempre. ¡Detente ante quien sea y, sobre todo, en lo que hace a su vida y sentimientos! Aprende a callar y a meditar lo que no sabes y no comprendes...
Santo Tomás de Aquino decía que la excesiva familiaridad engendra el menosprecio. No por el mucho hablar se estrechan las relaciones humanas... Tampoco por el excesivo interés que puede atentar a la dignidad e intimidad de los otros...
En suma, la discreción es madre de virtudes. Decía un poeta: "Todo tiene su límite en la vida/ y traspasándole: todo fallará."
Quietud y paz. Dejemos de lado el acicate de una ansiedad indiscreta, sepamos vencer nuestra curiosidad... Silencio, respeto, cuidado, atención delicada, medida y escasa frecuencia, porque lo mejor se manifiesta solo y no es bueno empañarlo o deformarlo con exageraciones o desfiguraciones. Nada de celos ni de egoísmos. Pureza, limpidez y, lo repito una vez más: Silencio.

Alberto E. Justo

Sin figura previa determinada

El Señor llama, una y otra vez... ¿Lo reconocemos? O nos hemos apropiado de una imagen suya tan delimitada, tan terminada (por decirlo así), que ya no acertamos con sus nuevas (siempre nuevas) visitas... Porque nunca deja de visitarnos.
No lo aguardemos según nuestras "estructuras", ni según nuestras suposiciones. Creíamos ayer esto o aquello y "necesariamente" se ha de dar así y ahora... Nada, nada. El espíritu ha de abrir su intimidad con confianza al Señor que llega.
Que la plegaria comience siempre por una actitud de acogida. Escuchemos primero...
"Habla, Señor, que tu siervo escucha."
Y luego pidamos, sin cansarnos jamás, "¡¡Señor, enséñanos a orar!!"
Él es nuestro maestro en la oración, Él es nuestra oración... ¡Qué gozo inmenso saberlo siempre orando en nuestro corazón! Él que ora al Padre en nombre nuestro, siempre con nosotros...

Alberto E. Justo

martes, 12 de enero de 2010


rostros de luz: soledad

"La soledad es un don maravilloso, un regalo real... Pero nos atemoriza, porque gracias a él nos abrimos al descubrimiento de nuestra libertad y no parecemos muy dispuestos a "ser libres" (Jacqueline Kelen)
¡Umbral de la inmensidad!
Ha llegado la hora de evangelizar hacia dentro... Los errores se multiplican y los porrazos también: porque no hay conversión adentro...
Ya no hay tiempo para la extensión, es hora de profundidad.

Alberto E. Justo

sábado, 9 de enero de 2010

Nada ni nadie nos puede alejar de Dios

Con toda la adhesión del corazón nos consagramos en la ermita interior y en su misterio... El alma se dispone, jornada tras jornada, a fin de desasirse de todo y acoger al Verbo que es engendrado en su secreto y en su fondo.
A primera vista todo parece débil y flojo, casi hasta provisorio... Las tormentas no son escasas y surgen con nuevos bríos en los horizontes nublados...
Si dejamos obrar a Aquél que es nuestra Vida... Si no inventamos reparos o nos detenemos en respetos humanos, hemos de reposar, como Juan, en su Corazón...

Pero una vez, en medio de no sé cuáles confusiones, nos pareció que perdíamos la atención y la paz... Las agresiones de cercanos y lejanos, esas "agresiones emotivas" tan frecuentes en esta hora, tan del gusto del mundo: nos dieron la impresión de que habíamos sido arrancados de la ermita y del silencio del corazón, que Dios callaba y se escondía ante tanto ruido y desconcierto, que las torpezas y los aludes nos habían privado de la vida y del don de Dios.
Entonces, como San Antonio, como Santa Catalina, preguntamos: -¡Señor, dónde estabas, dónde estás! Y su respuesta fue siempre la misma: -Nunca he estado tan cerca.
Basta una invocación en el corazón para que nos demos acabada cuenta de que nada ni nadie puede apartarnos de esa ermita y morada secreta, porque es el Padre, que ve en lo secreto, Quien está y en Quien estamos, somos, nos movemos y existimos...
Nadie nos arrebató nada...
Entra, pues, en tu morada secreta, cierra la puerta y no te muevas de allí, que nadie puede apartarte de tu Bien.

Alberto E. Justo

Me pedías un juguete y te he dado la Realidad

Ocurre en nuestros días, en la ocasión de nuestras horas... Hemos "partido", desde luego, y vamos ya de viaje... Pero el camino, sea cual sea, no nos ahorra las "sorpresas". Contábamos con esto y no contábamos con aquello. Llevábamos la suposición de que "todo" seguiría las normas, se sometería a los principios y, así, dábamos por supuesto un clima coherente y una aceptable situación. Sobre todo en los grupos e instituciones con algún abolengo histórico...
Pero ¡esas sorpresas! ¡La aparición de lo "no-previsto"! Nosotros, como los peregrinos de Emaús, reprochamos al Señor que no nos haya "restaurado el reino de Israel". ¿Cómo puede ser? ¡Contábamos con ello! Aguardábamos -digámoslo ahora así- al menos eso.

Pero "Yo os digo"... Resuene en nuestro corazón esta palabra portadora de tanta luz. "Habéis oído que se dijo", "pero Yo os digo".
¡Señor, llévame al Desierto! Y el Señor responde: -Aquí lo tienes. Y replicamos: -¿dónde está, que no lo veo? Y el Señor, de nuevo, -¿no lo ves? No descubres que te encuentras en él, en el más profundo y mayor que pudieras soñar? Me pedías un 'juguete' y Yo te he dado la Realidad.

Providencia y "garantía" de Dios... Vuelve a tu corazón, a la hondura de tu espíritu, y apréstate a recibir lo inaudito. Dios no engaña. Si pides la gracia de la contemplación, Él te la dará. Pero siempre la verdadera, si se nos permite decirlo así.
No te extrañe que ahora mismo sufras la ruina y la decadencia por todas partes. Es mejor olvidar y dejar caer por ahí los restos de esas comidas de ayer.
Vuelve, en cambio, al origen primero, al amor primero, a la Aurora, a la primera claridad...

Vive y camina "en par de los levantes de la Aurora", como decía San Juan de la Cruz. Que no te escandalice el escándalo y entrégale todo a Dios.

Alberto E. Justo

viernes, 8 de enero de 2010

Nadie puede alcanzarte

Mayor es la realidad que no vemos ahora con los ojos de la cara... Viaje siempre nuevo, que emprendemos una y otra vez y suponemos que ha de tener una "estación" de llegada. Quien se aventura por los caminos y las sendas del espíritu nunca agotará los "espacios" porque está más allá de todos ellos.
¿Espacios? Quizá este lenguaje tenga poca "audiencia" o, por lo menos, escasa aceptación cuando no proponemos "terminales" hechas y acabadas. Tampoco el peregrino es una suerte de "eterno" viajero. No, el peregrino está más allá cuando ha negado lo perecedero y se ha desprendido de todo ello para aceptar la nueva vida que brota de su corazón dispuesto por la gracia divina.
Deseo proponer un admirable párrafo de San Juan de la Cruz, que dice así: "Esta sabiduría mística tiene propiedad de esconder al alma en sí. Porque, demás de lo ordinario, algunas veces de tal manera absorbe al alma y sume en su abismo secreto, que el alma echa de ver claro que está puesta alejadísima y remotísima de toda criatura; de suerte que le parece que la colocan en una profundísima y anchísima soledad, donde no puede llegar alguna humana criatura, como un inmenso desierto que por ninguna parte tiene fin, tanto más deleitoso, sabroso y amoroso, cuanto más profundo, ancho y solo, donde el alma se ve tan secreta cuanto se ve sobre toda temporal criatura levantada." (Noche Oscura 2, 2, 17)

Alberto E. Justo

viernes, 1 de enero de 2010

La única Vida

¿Manera de vivir? Siempre nos interrogamos por los "modos". Ahora nos hemos de atrever a señalar un grande, muy grande amor. Es claro que nos convertimos en aquello que amamos y el "modo" de vivir se sigue, siempre, de ese grande amor que acaba por raptarnos. Pero el "amor" más grande es aquél que se recibe, que es don, que nos es dado y participado. El Amor que se nos da es el mismo Espíritu Santo. Lo que se sigue es inefable.
La ausencia sensible del Señor es y comporta la apertura a su Presencia... Esto es Vida y Vida verdadera. No es un "modo" de vida, es la misma Vida.
Así, pues, la apertura del corazón no conoce fronteras.

Alberto E. Justo