domingo, 30 de junio de 2013

permanece en tu morada: todo lo hallas allí

Nos hemos internado, en el bosque, más allá de todas las apariencias. Ante el ruido ensordecedor de la tarde, bañada de calor y de excesiva luz, de tensiones, de augurios y expectativas, logramos escapar más a lo hondo y descubrir el bosque amable y su silencio.

            Pero ¿quién se ha “internado” en el bosque? ¡Menuda cuestión! Porque no acabamos de asegurarnos que “ese” mundo ruidoso y clamoroso sea algo nuestro. Nada de ello nos pertenece y cada día nos descubrimos más lejos... Entonces: ¿quién se atreve a desafiar lo que no puede comprender?

            Entonces, entonces: CALLAR. ¿Qué es lo primero que encuentras en el bosque? Yo diría, así no más: Silencio. La pregunta se desliza entre árboles, pajarillos, flores, insectos viajeros, infinidad de plantas y signos admirables de vida... El bosque es una esplendorosa manifestación de vida. Pero es SILENCIO. Nada responde ni pretende responder a las inquisiciones habituales... Nada.

                  Venimos de “otro” (horrendo) nivel. Nuestras espaldas cargan terribles curiosidades e infinitas cuestiones. Nudos, nudos y más nudos. Que si esto, que si aquello. Bolsas de basura. ¡Hasta “reglamentos” que torturan nuestro cuerpo!

                  ¿Cómo llegamos al bosque? Pues caminábamos rápidamente, esquivando mil multitudes, temiendo caer aplastados por esos empujes sin razón ni dueño. Mujeres de cualquier perfil hablaban y hablaban en voz muy alta, profiriendo vocablos soeces. Prisas de todo tipo, quizá angustias veladas, dolorosas todas ellas... Hasta que cruzó un niño pequeño: miró y  sonrió... 

                  No es posible explicar... ¿Para qué? La trascendencia queda revelada en la pureza y en la sonrisa de un pequeño. Cuando la percibes, en verdad, no es necesario que vuelvas a preguntarte nada. La sonrisa... no pide nada, ni puede retribuirte nada. Allí está escondido el “camino del bosque.”

                  Ve, pues, simplemente ve y en silencio. Y despierta a las aspiraciones de tu corazón. ¡Magnífica pregunta asoma en el horizonte!

                  Tú vivirás las aspiraciones de tu corazón. Aquello eres tu mismo: el respiro del SOPLO y el deseo profundo sembrado en tu alma... Eres ese Rayo de Luz que brota del Corazón de Dios.

                  Y, sin embargo, todavía voy penando por esos caminos... ¿Qué ocurre? ¿Estoy tan lejos? ¿Sigo dando vueltas y vueltas sin aproximarme? Porque a veces creo errar tanto que no sé hacia dónde voy...,
         Pero, te acercas. Te acercas y llegas una y otra vez cuando sabes que sigues, cuando sabes que lloras, cuando –a pesar de todo- ni aquí ni allí te quedas...

                  ¿Todo es Misterio? ¿Por qué tanta fatiga? Calla, calla y no pienses ya. Deja esa razón tranquila en su casa y apacigua el ego y los pensamientos que te ahogan lejos de tu casa.


               Alberto E. Justo


vano es abusar de la palabra

Se percibe, a veces lejano, el eco de la tempestad. Pero también es frecuente, y muy frecuente, hallarse en medio o debajo de ella, padeciendo efectos que no son agradables.
En suma, los vecinos hablan demasiado y la palabra sin el ámbito del silencio produce hondas heridas y diversos males... Es el “signo” de la “hora”, de la terrible hora, que sacude su rigor cuando menos lo aguardamos.
“La palabra manoseada, sin el señorío del silencio y de la discreción.” Entonces como hoja afilada deja trazado su paso sangrante... o provoca la enfermedad o la muerte...
¡Cuánto gana el hombre callando! ¡Cuánto mal ahorra a próximos y extraños!
Términos y vocablos arrojados donde no se sabe y de cualquier manera. La palabra es el más noble de los signos que tiene el hombre, pero puede convertirse, envilecida, en el peor de todos.
Cuando oigas despropósitos o errores, cuando lleguen esas tristes risotadas que agitan el aire por todos lados: calla tú, serenamente, en la percepción de tus sentidos. Déjalos en vacación y en paz. Cuando atendemos demasiado gritamos y nos agitamos en la misma medida que escuchamos.
El ruido desacompasado no dice nada. Es pura vaciedad y molestia. Entonces: nada. Que el Señor conoce el corazón y está en las entrañas. Si el dolor quiere asaltarnos sepamos sumergirnos en la laguna de la paz, con la clara convicción de que no somos “eso” que tanto hiere...

Alberto E. Justo


martes, 25 de junio de 2013

"puerta estrecha": camino pequeño y escondido...

La “estrecha puerta” es la “pequeña” senda que no es fácil encontrar inmediatamente. Porque –lo sabemos muy bien- el “tesoro” está “escondido” en el campo...
El camino, en realidad, es pequeño y silencioso. No hace ruido para seducirnos. Al contrario, nos llama siempre, primero, a la soledad. Y la soledad es precisamente eso: secreto. ¡Ah, el secreto que sólo el Padre conoce en nuestra inefable profundidad!
No haya reparos ni desconsuelos. Arrepintámonos de nuestros errores y pecados y vayamos confiadamente. Ahora es el momento de atender, de escuchar, más allá y más adentro –íntimamente- la delicadísima voz que nos despierta.
Permanezcamos en la Fuente, en nuestro Origen y Nacimiento. Nada ni nadie nos puede apartar... Y como nunca se está menos solo que cuando se está solo, aceptemos con gozo el llamado de Dios.

Alberto E. Justo


lunes, 24 de junio de 2013

vive de la Presencia de Dios

Es hora de atender... Quisiéramos ubicarnos donde más nos corresponda, hallar, en suma, aquel centro, que todo explica y a todo da sentido.
         Es entonces cuando nos damos acabada cuenta de que a cada momento hemos de retornar a casa. Sí, a casa, a nuestra casa; que es lo mismo que decir: a casa de nuestro Padre. Nada hay tan nuestro, nada tan familiar, nada tan invitante, nada que nos regale mayor consuelo...
         Sabemos que nuestros pasos nos conducen rápidamente, en la misma medida de nuestro querer y deseo. Porque la invitación está abierta, las fuerzas también a nuestra disposición. Descubriremos enseguida el camino: nunca es lejos.
         Siéntate aquí no más. No te arrojes. Quédate derecho... Y calla. Eso mismo, viajas sin decir palabra. Es porque has de escuchar mucho tal vez. Pero, ahora, calla simplemente.
         Respira hondo y goza del silencio que se te brinda y que asciende desde tu interior. No es una... ausencia. Al contrario. El silencio que llevas y que se te dio un día es plenitud.
         No dejes que nada, ni nadie te perturbe. Intenta, una y otra vez, callar voces y fantasmas. Pero tampoco te quedes en ello. Avanza como sumergiéndote en donde no sabes. Ahora, escucha. Ese silencio, que parece vacío y nada, es, de alguna manera, ocasión y lugar. Es pleno. El Señor te ha llevado al desierto para hablar a tu corazón.

        
         Preguntarás: ¿qué hacer ante esas interrupciones o agresiones del mundo que, al acecho, aguardan el momento preciso para cortar tu oración?
Pues nada. Lo mismo que haces cuando se desencadenan las tempestades, cuando golpean las tentaciones o cuando la impertinencia o el desorden se manifiestan aquí o allí. Esas apariciones no pueden quitarte ni el silencio ni la paz, porque ese silencio y esa paz son de Cristo-Jesús y nada ni nadie puede apartarnos del Amor de Dios revelado en Jesucristo.

         Prosigue y abre tu corazón. Permanece, permanece. Vela, con Él, una hora. Es decir, siempre.
         El camino es silencio. No consideres que, por ello, sigues a tientas. Continúa. Simplemente.
         Si eres perseverante, a pesar de las dificultades o de los detenimientos, comprobarás en tu corazón la hondura del silencio. Recuerda, de “un” silencio que ha ascendido desde donde no puedes enterarte bien, pero del cual ya tienes suficiente noticia.
         Has descubierto la paz en la confianza de que allí, en ese instante, ya no eres tú quien obra, sino Aquél a quien has abierto las puertas del corazón.
         Silencio y Presencia. Una sola realidad para ti ahora. No puedes prescindir de la Presencia. Estás en ella. Ahora, esta Presencia inefable, causa y garantiza el silencio y lo sostiene como su lenguaje para ti.
         Ya no dudes. Él está aquí... No es necesario esforzarse, ni embarcarse en otro camino que no sea la simplicidad o la conciencia de la inmediatez, que no se define.
         Goza pues de la Presencia... Ya dirás, con los santos, no digo nada, lo amo...

         Pero permanece, sin duda, el interrogante acerca de “quién soy.” ¿Por qué no? Esta pregunta requiere atención para lograr subrayar lo que habitualmente soslayamos. Es curioso, pero es así.

         Algunos desean ardientemente el “anonimato”, otros procuran dejar un sello indeleble en las jornadas de la historia que pasan y pasan...

         Pero no está allí esa “identidad” profunda, ese “nombre” que todos queremos rescatar de la sombra y del olvido.

            Alberto E. Justo

sábado, 22 de junio de 2013

vivamos lo que no vemos

No intentes repetir ni copiar... Simplemente siguiendo el camino abraza lo que no entiendes y lo que no puedes abarcar.
Y, más hondo todavía, acepta el Misterio de Cristo en tu corazón. Acepta esa “realidad” que es tuya. Jamás se tratará de adoptar un “método” lejano o un “estilo” de vida. El Misterio de Cristo es “nuestra” misma vida. Sin más, sin consideraciones ni laberintos de ninguna especie.
“No te maravilles de que te he dicho: Es preciso nacer de arriba. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo nacido del Espíritu.” (Jn. 3, 7-8).
Si nacemos de lo alto comenzamos a vivir lo que no vemos. Este “oír el viento” es vida verdadera, como la Gracia es incoación de la Gloria.

Alberto E. Justo


martes, 18 de junio de 2013

alégrate en tu secreto

Atiende...
Inclínate sin temor a la voz profunda...
¿De dónde viene, de dónde procede?
¿Es sólo silencio?
¡Voz que es silencio, silencio que es voz!

         Deseo atender para ser seducido...
Pero esa voz ¿es nada más que deseo mío?
¿Qué es el “deseo” que no se expresa?
         No encuentro palabra ni canto
en el oscuro subsuelo que imagino.

         Es hora de pasar más allá...
En el “aquí” sombrío ya no se ven estrellas.
Sólo el Cielo encapotado desvela la tempestad.

         ¿Aguardar?
         Nada. Todo llega, todo ha llegado...
         ¿Cuándo?
         Siempre...
         Y nada más.

         Sigo... Confiando en lo que no veo,
sigo sabiendo que todo ya está.

         Alberto E. Justo






lunes, 17 de junio de 2013

en la senda más alta del espíritu

Grande es el temor que al fracaso o a la adversidad nos asalta... Y grande ha de ser nuestra compasión y nuestro dolor cuando la contrariedad parece triunfar en la vida o cuando los hermanos sufren y padecen en las mil “derrotas” de este mundo.
¿Hay otras maneras de expresarlo? Desde luego. Lo que nos interesa es la transparencia y la sinceridad en las pruebas. La “severidad” de ciertas horas es innegable...
Pero podemos proponer una meditación que nos invite a una “elevación”, más allá y más a lo alto de tantas situaciones “intolerables.”
Porque en el orden del “espíritu” no existe la contrariedad. El Señor nunca nos niega su Presencia y ante Él no hemos de fingir nunca y estar prontos a confiar siempre.
Lo que no se logra en este mundo (por decirlo así) se encuentra en el Misterio de Cristo-Jesús participado por gracia en nosotros. Y es tal y tan inmenso el don de Dios que todos podemos hallar ese “espacio”, ese “lugar” que Él ya nos prepara y dispone... Y no falla, desde luego.
Es posible que no logremos un mínimo aceptable en los ambientes que habitamos y en esa historia de todos los días, que no juzgamos con benevolencia, precisamente cuando creemos tropezar y caer en mil circunstancias...
Pero es seguro que el Señor ase y levanta nuestro corazón habitándolo y aún dándonos el Suyo como nuestro. Esta inefable “comunicación” ha de ser asumida y aceptada, en silencio y en confianza.
Aquél que vino a los suyos y éstos no lo recibieron jamás nos rechazará ni nos negará su amor infinito.

Alberto E. Justo



domingo, 16 de junio de 2013

sin ser notados

Cuando faltan argumentos es que... ¡hay demasiados! La abundancia excesiva de “cosas” y de “cuestiones” acaba por trabar los caminos y dejarnos inmóviles. Arte valiosa es ahondar la mejor senda y hallar en sus grados lo que no se encuentra en la multiplicidad o en la confusión.
Otro tanto ocurre con lo que llamamos “actividad”, esa obsesión por hacer esto o aquello, que termina por dejar todo postrado y sin los resultados apetecidos.
En suma, no es bueno dispersarse y tener por fecundo lo que nunca acontece. ¡Cuántas veces nos lamentamos por no alcanzar esos objetivos o aquellos otros resultados! ¡Y cuánto nos equivocamos cuando generamos una “preocupación” tras otra para darnos la sensación de que... “hacemos algo”, de que estamos... al día y a la hora!
Deja que aquél vehículo se vaya, no lo corras... Esfuérzate por aprender la quietud y alégrate si has de “aguardar” un poco más. Esos espacios son riquísimos para meditar, para orar, para caminar, para vivir.
El “culto” de la “oportunidad” no es “absoluto”. Hay oportunidades, muchas desde luego, pero podemos con fruto dejar algunas.
En el fondo está el diablillo de la “competencia” que tanto molesta a veces, empujando sin ton ni son para que nos tengamos por “mejores”.
La superficie esconde siempre la hondura. Es urgente romper caparazones y penetrar más adentro ¡aunque no nos vea nadie! Y esto es lo mejor: andar sin ser notado. Sin presunción alguna, en silencio.

Alberto E. Justo


viernes, 14 de junio de 2013

¿Sabemos que el Espíritu ora en nosotros?

Aunque nada sientas ni percibas: ten siempre esta máxima: “Si sabes lo que sabes es porque ya estás.”
¿Qué es “saber”? Aquí digo esto: “conocer desde dentro”. Y ¿qué es “conocer desde dentro”?
Cuando conoces en verdad lo que “no se siente” ni puede “sentirse” en modo alguno. Cuando has pasado “más allá” (o más aquí) de los sentidos o de cualquier información (o lo que sea).
Cuando el espíritu “concibe” lo que no se aferra, cuando una indescriptible armonía “acuerda” y unifica acontecimientos del pasado y del presente (por decirlo así): tu vida.
Cuando no puedes no estar dentro del misterio que te excede. Cuando sabes que tu espíritu es todo él en Dios... Has sido “transportado”... ¿Qué es esto?
Con los últimos pasos se derrumbaron los escalones y los puentes que juzgábamos indefectiblemente tendidos. Nada ya de eso. Llega la hora   esencial.
Has visto... Dios no está lejos. Él es infinitamente más que cualquier nombre. No hay modo. Es en esa intimidad, de la que no puedes hablar, donde lo hallas y te halla.
Cuando hallas, el Señor te encuentra y viene cada vez de un modo nuevo, inefable, indefinible.
El alma, en su cima, se abre sin horizontes que la limiten. Descúbrese el corazón en su mismo centro, que es Dios. No, no busques fuera o lejos. Aquí, aquí mismo es. Y nada se repite. Jamás podrás hacer doctrina o diccionario de lo que se renueva en plenitud a cada instante.
No esperabas que el Señor llamara así a tu puerta... Precisamente a esa puerta, la menos “sospechada”, por donde menos podía aguardarse... lo mayor.
Mira como se custodian secretos y melodías en tu corazón, que hacen ahora de cortejo admirable... Los telones caen, los tendales se derrumban. No están las vallas que limitaban y multiplicaban distancias ausentes.
¿Orar en verdad? El Espíritu ora en nosotros. Deja que el Espíritu ore. El secreto está allí...

Alberto E. Justo



la adversidad señala que se nos aguarda "más allá"

Pasan las horas y las preguntas se suceden... Pero ¿para qué preguntar? ¿No sabemos acaso cuál es la primera y definitiva respuesta?
No es este presente descompuesto el fin de nuestra vida. El Fin es Dios y Dios es la Realidad...
Percibimos con claridad rumores e intentos indeseables cuyos ecos se filtran a través de espacios y distancias... ¿Qué peso, qué consecuencia tiene todo eso que “apenas” es?
El peregrino debe armarse cada día de valor en su propio “santuario”, en su corazón. No ha sido llamado a “triunfar” en los acontecimientos pasajeros de este mundo y sí a seguir al Salvador en su aparente fracaso.
La comprobación acerca del escaso éxito de su labor no ha de turbarlo ni detener sus pasos.
La paz y la quietud no consisten en dejar de luchar. Al contrario, se trata de “luchar abandonado”, abandonado con confianza, sin angustia por ningún resultado.
La “lucha” es ante todo espiritual y por ello la descubrimos desconcertante, fuera de las expectativas habituales y, a veces, bastante lejos de ellas.
El enemigo ataca sin pausa. Su pretensión es derribar o, por lo menos, entorpecer y frustrar. Imprimir en las víctimas la sensación de inutilidad y de derrota.
Pero no le pertenece “nuestra” derrota. La victoria es siempre más alta y es de Dios. Nuestra aparente (insisto en esto de “aparente”) derrota se TRANSFIGURA en un triunfo trascendente que se da más allá...
¡Cuántos rostros, cuántas figuras se multiplican al paso de las horas y nos conducen, de un modo o de otro, más allá!

Alberto E. Justo


jueves, 13 de junio de 2013

¿Hay alguna "protección" que no venga de Dios?

Y, sin embargo, sufrimos por lo que vemos y por lo que oímos... ¿Por qué? Sin duda porque aguardábamos otra cosa, otras respuestas de los que están más cerca... De lejos es poco lo que llega en realidad. Lo que  hiere es lo que está más cerca. ¿Cabe alguna solución ante lo que es “incambiable” o queda fuera de nuestras posibilidades de respuesta?
La pregunta y la cuestión son apasionantes, porque de ello depende nuestro camino, nuestro andar, en los tiempos que corren.
Se dice que las horas que nos envuelven son de decadencia y sólo topamos con vaciedades. Prefiérese la mediocridad y lo más vulgar es lo que posee mayor fuerza y vigor. Parece que se buscan los niveles más bajos, quizá para no molestarse con exceso o, simplemente, por reacción o por miedo. La opción por lo más “barato”, en cualquier orden, lleva el éxito y nadie vacila en la elección. Es la presentación de lo decente y, tal vez, de lo posible: -me costó poco...
Pero una conducta que de tal modo, sin discernimiento muchas veces, tira hacia abajo tiene otras consecuencias: damos, de lo que tenemos, lo peor. Nadie se molesta en el bien mayor para el otro. Sólo vale lo que cuesta poco.
Son los aires de la acedia que hoy soplan con fuerza en el desierto. Esforzarse por hablar bien, por ofrecer lo bello, por buscar el contenido profundo de las cosas... Todo eso no vale la pena. La palabra suena envilecida y no puede transmitir su altura y su nobleza. El resentimiento turba el “decir” de los conversadores que acaban, carentes de fuerza, en charlatanería y nada más.
Nadie sospecha la escasa calidad de los habladores en su empeño de ser atendidos, de mostrarse y de “sonar”.
Nos hemos atrevido, siguiendo a grandes maestros, a recomendar la aceptación de lo inaceptable. “La paciencia todo lo alcanza”, decía la Madre Teresa. Pero así como es noble y elevada la “atención” en las cosas del espíritu, así es recomendable la “desatención” en lo que no es ni vale.
Oye, calla y ora. Recibe esa Luz (que nunca es avara) y déjate alumbrar por lo que es y lo que vale...
Y lo que vale, lo que es, se manifiesta en el silencio y en una trascendencia que el hombre está llamado a alcanzar.
El enemigo nos tienta siempre a convertir las piedras en pan. Lo que sí es clarísimo es que la piedra no puede ser engullida como... pan. Por eso no hay otra respuesta: lo que es, lo que cuenta, no son los caprichosos intermediarios o recursos del “ego”, sino “toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Alberto E. Justo




miércoles, 12 de junio de 2013

¿perder o ganar?

¿Perder o ganar? Semejante alternativa nunca ha de ser la del peregrino en la vida espiritual. Por el contrario, los caminos son otros y  acabaremos por arribar, las más de las veces, a afirmar que quien pierde gana y quien gana pierde. A afirmarlo porque lo hemos experimentado así...
Pero es preciso detenerse en una consideración más profunda: nuestra vocación lleva a un horizonte de transfiguración y de resurrección que poco o nada tiene que ver con las opciones de este mundo.
Para SER hay que dejar de ser... Y dejar porque... “nos dejan”. No somos nosotros los que “dejamos” por elegir esto o aquello. El que ES nos eleva en sus propias alas y nos levanta hasta su Corazón... Ahora bien, esta “elevación” inaudita comporta un misterioso “descenso”, que nadie puede describir ni explicarse.
Es mejor dirigirse a Dios “directamente”... No hablar de Él (en tercera persona) sino hablarle a Él porque es Él quien primero y siempre nos habla. Y nos dice: ¡VEN! Y nos dice, y nos repite: -Ven a casa y deja lo que no nos pertenece... Tú, sígueme...
¡Tantas veces parece que... perdemos! Pero no perdemos nada, ganamos todo.
Dejemos, pues, imágenes “porfiadas” y antojos menudos. Siempre creemos que Él nos restaurará éste o aquél reino. Siempre detrás de figuras que no son tales...
En todo “abandono” el Señor nos repite: “hoy estarás conmigo en el Paraíso.”

Alberto E. Justo


domingo, 9 de junio de 2013

de nuevo: la lucha interior

La lucha interior se vierte en toda la historia y en cada fragmento de la vida. Es tal su magnitud y su proyección... Nadie sabe de ella, ni aún el que la padece. Sólo experimenta el dolor sin medida. Estas son las gestas que todo construyen y sostienen por la Gracia de Dios. Desde esas inconmensurables honduras el Señor contempla y continúa su obra. Nada puede decir el que la lleva en el corazón. Nada, absolutamente nada.

      Se reúnen los hombres de una parte y de otra. Dictan sus leyes, someten o son sometidos por otros que vienen de distinto lugar. ¡Vaya a saber! ¿Quién sabe por qué? Los periódicos relatan, día a día, millones de cosas, sucesos, aventuras, calamidades. Ahora bien, a pesar del empecinamiento de la historiografía sabemos que la historia verdadera es otra. Que son los inmensos valles del alma, sus montañas, llanuras y espacios sin fronteras, los lugares donde el drama de la vida se despliega en verdad.

Alberto E. Justo


Dios está aquí

Escribir  a   pesar   de  todo, más allá de cualquier debilidad… Más allá y más aquí. Con el gozo del sentido del absoluto de Dios. Sólo Dios en Dios. Sólo Él en Él. Tu mismo, Señor, que nada más que Tú.
         ¿No sería más que interesante oportuno señalar ahora un nuevo despertar en la oración? ¿Qué digo? No lo sé muy bien, pero esto de nuevo despertar tiene un admirable sentido y despierta un eco nuevo también en el corazón.
         ¿Has pensado, alguna vez, en la simple acogida, en la más simple apertura a la Presencia de Dios, sin más y sin otra cosa que considerar que ella sola?
         Pues bien, imita a los santos y a la experiencia de las almas más privilegiadas… Sí, sin reparos y sin rubor: no hay hecho ni carisma en la vida de la Iglesia que no esté al servicio de la santidad.
         Al atardecer, o –simplemente- a la noche, abre o cierra la ventana de tu habitación… O la puerta, o lo que sea. Deja un libro en su lugar, cierra un armario… Cualquier actividad pequeña, lo que sea.
         Y luego, vuélvete. Dobla tu cabeza hacia la parte más oscura de la estancia e imagina que el Señor está allí mismo… Porque aunque no sientas nada Él está allí, porque está en tu corazón especialmente y en todas partes. Y ten paz, y silencia todo, y no temas.
         Es Él mismo, porque Él Es. No hay duda: no puedes apartarte ni escapar ni esconderte porque te sabes desnudo. Él vendrá –siempre- a llamarte y a preguntarte. -¿Dónde estás?
         Y te llamará una y otra vez… Y tu dirás: - Señor, no, aún no he rezado lo que es de mi obligación, me falta ayunar, hace varios días que no medito, estoy con los nervios a flor de piel…
         Y Él, sin duda, insistirá: -¿Dónde estás?
         Y tu, de nuevo, tendrás miedo porque no sabes desde dónde oyes que te llama…
         ¿Cómo decirlo? No sabría en este momento, ni en ningún otro, traducir lo que realmente pasa. Porque todo es SILENCIO, sí, silencio pleno que se explica a sí mismo.
         ¿Dónde estás? ¿Dónde has ido a esconderte? Hay mil cosas que te ocultan… Estás detrás de reparos, de proyectos, de instituciones, de modos; eso, eso, sobre todo de modos y de maneras. Y te empeñas en multiplicar las ilusiones de métodos inalcanzables para refugiarte mejor, para rechazar mejor, una Presencia tan simple e inmediata.
         ¿Es posible, aun hoy, reposar en la inmediatez y en la confianza? Porque tantos reparos y métodos cantan bien claro que no tienes confianza ni abandono en Dios. Te separas de Él por las modalidades…, lo alejas –una y otra vez- porque interpones ese “yo” travieso que no calla y se planta entre Él y tu y hace dos donde sólo ha de ser Uno.
         Pero todo el secreto es que, de una vez por todas, te animes a plantear la verdad: NO CONFIAS. No confías en el “modo” de Dios sino en tus maneras. No hay verdadero abandono ni desprendimiento alguno de todos esos métodos que se desencadenan, como un pesado alud, desde el fondo de un pasado que es puro ocaso y nada más.
         Por tanto, vuélvete, calla, hacia lo más oscuro de tu estancia. Calla y trata de escuchar…

             Alberto E. Justo


miércoles, 5 de junio de 2013

Dios sigue llamando a nuestra puerta

Sí, a pesar de no ser dignos. A pesar de no sentirnos dignos... A pesar de no sabernos dignos... Viene Dios a nosotros a buscarnos, a levantarnos, a abrir su Corazón como morada permanente y como vida...
Es que nuestra debilidad es ocasión y oportunidad, donde se manifiesta y se revela el Abismo de su amor y de su gloria. Porque la misericordia divina es revelación misteriosa de su Gloria.

Alberto E. Justo


Dios "crea" en la oración

Basta un instante para alcanzar el “lugar” deseado. Quizá en el momento no parezca así. Queda mucha huella y peso de lo que pasaba en el camino, mucha fatiga y no pocas dudas...
Pero ¡vuélvete en un instante y persevera a pesar de las impresiones que no dejan despejar el alma! Insiste, sin más. Alcanzarás la altura deseada en la misma medida en que sigas, confíes y no te dejes abrumar  por nada.
Los enemigos del alma no quieren que abras los ojos y veas la realidad.
Es posible orar a cada instante y es posible que la oración tenga mil maneras. No estás llamado a repetir esto o aquello: el Señor llama, sí, es verdad, pero te llama a ti. No se trata de “modos” generales, ni de abstracciones, ni de métodos.
Dios viene al corazón y es directo: en el secreto de cada uno. Dios “crea” cada vez... ¿Le negaremos “originalidad”?

Alberto E. Justo


sábado, 1 de junio de 2013

¿el pasado... pasó?

Nada pierdes de “tu” pasado si has sabido guardarlo en el Corazón de Cristo... No podemos sospechar la proyección infinita de nuestra vida hecha Una en el Corazón del Señor.
Todo lo que ayer soñábamos, todo lo que ha latido con la moción de su Gracia, nuestros caminos, nuestra peregrinación –a veces increíble- acaba transfigurándose y realizándose (como no lo imaginamos) en Dios.
Dejemos brillar el Misterio acogiendo el regalo divino... El silencio y la admiración abren lo que parecía olvidado o sin sentido...


Alberto E. Justo