La “estrecha puerta”
es la “pequeña” senda que no es fácil encontrar inmediatamente. Porque –lo sabemos
muy bien- el “tesoro” está “escondido” en el campo...
El camino, en
realidad, es pequeño y silencioso. No hace ruido para seducirnos. Al contrario,
nos llama siempre, primero, a la soledad. Y la soledad es precisamente eso:
secreto. ¡Ah, el secreto que sólo el Padre conoce en nuestra inefable
profundidad!
No haya reparos ni
desconsuelos. Arrepintámonos de nuestros errores y pecados y vayamos
confiadamente. Ahora es el momento de atender, de escuchar, más allá y más
adentro –íntimamente- la delicadísima voz que nos despierta.
Permanezcamos en la
Fuente, en nuestro Origen y Nacimiento. Nada ni nadie nos puede apartar... Y
como nunca se está menos solo que cuando se está solo, aceptemos con gozo el
llamado de Dios.
Alberto E. Justo