Aunque nada sientas
ni percibas: ten siempre esta máxima: “Si sabes lo que sabes es porque ya estás.”
¿Qué es “saber”?
Aquí digo esto: “conocer desde dentro”. Y ¿qué es “conocer desde dentro”?
Cuando conoces en
verdad lo que “no se siente” ni puede “sentirse” en modo alguno. Cuando has
pasado “más allá” (o más aquí) de los sentidos o de cualquier información (o lo
que sea).
Cuando el espíritu “concibe”
lo que no se aferra, cuando una indescriptible armonía “acuerda” y unifica
acontecimientos del pasado y del presente (por decirlo así): tu vida.
Cuando no puedes no
estar dentro del misterio que te excede. Cuando sabes que tu espíritu es todo él
en Dios... Has sido “transportado”... ¿Qué es esto?
Con los últimos
pasos se derrumbaron los escalones y los puentes que juzgábamos
indefectiblemente tendidos. Nada ya de eso. Llega la hora esencial.
Has visto... Dios
no está lejos. Él es infinitamente más que cualquier nombre. No hay modo. Es en
esa intimidad, de la que no puedes hablar, donde lo hallas y te halla.
Cuando hallas, el
Señor te encuentra y viene cada vez de un modo nuevo, inefable, indefinible.
El alma, en su
cima, se abre sin horizontes que la limiten. Descúbrese el corazón en su mismo
centro, que es Dios. No, no busques fuera o lejos. Aquí, aquí mismo es. Y nada
se repite. Jamás podrás hacer doctrina o diccionario de lo que se renueva en
plenitud a cada instante.
No esperabas que el
Señor llamara así a tu puerta... Precisamente a esa puerta, la menos “sospechada”,
por donde menos podía aguardarse... lo mayor.
Mira como se
custodian secretos y melodías en tu corazón, que hacen ahora de cortejo
admirable... Los telones caen, los tendales se derrumban. No están las vallas
que limitaban y multiplicaban distancias ausentes.
¿Orar en verdad? El
Espíritu ora en nosotros. Deja que el Espíritu ore. El secreto está allí...
Alberto E. Justo