¿Perder o ganar?
Semejante alternativa nunca ha de ser la del peregrino en la vida espiritual. Por
el contrario, los caminos son otros y acabaremos
por arribar, las más de las veces, a afirmar que quien pierde gana y quien gana
pierde. A afirmarlo porque lo hemos experimentado así...
Pero es preciso
detenerse en una consideración más profunda: nuestra vocación lleva a un
horizonte de transfiguración y de resurrección que poco o nada tiene que ver
con las opciones de este mundo.
Para SER hay que
dejar de ser... Y dejar porque... “nos dejan”. No somos nosotros los que “dejamos”
por elegir esto o aquello. El que ES nos eleva en sus propias alas y nos
levanta hasta su Corazón... Ahora bien, esta “elevación” inaudita comporta un
misterioso “descenso”, que nadie puede describir ni explicarse.
Es mejor dirigirse
a Dios “directamente”... No hablar de Él (en tercera persona) sino hablarle a Él
porque es Él quien primero y siempre nos habla. Y nos dice: ¡VEN! Y nos dice, y
nos repite: -Ven a casa y deja lo que no nos pertenece... Tú, sígueme...
¡Tantas veces
parece que... perdemos! Pero no perdemos nada, ganamos todo.
Dejemos, pues, imágenes
“porfiadas” y antojos menudos. Siempre creemos que Él nos restaurará éste o aquél
reino. Siempre detrás de figuras que no son tales...
En todo “abandono”
el Señor nos repite: “hoy estarás conmigo en el Paraíso.”
Alberto E. Justo