Y, sin embargo,
sufrimos por lo que vemos y por lo que oímos... ¿Por qué? Sin duda porque
aguardábamos otra cosa, otras respuestas de los que están más cerca... De lejos
es poco lo que llega en realidad. Lo que hiere es lo que está más cerca. ¿Cabe alguna
solución ante lo que es “incambiable” o queda fuera de nuestras posibilidades
de respuesta?
La pregunta y la
cuestión son apasionantes, porque de ello depende nuestro camino, nuestro
andar, en los tiempos que corren.
Se dice que las
horas que nos envuelven son de decadencia y sólo topamos con vaciedades. Prefiérese
la mediocridad y lo más vulgar es lo que posee mayor fuerza y vigor. Parece que
se buscan los niveles más bajos, quizá para no molestarse con exceso o,
simplemente, por reacción o por miedo. La opción por lo más “barato”, en
cualquier orden, lleva el éxito y nadie vacila en la elección. Es la presentación
de lo decente y, tal vez, de lo posible: -me costó poco...
Pero una conducta
que de tal modo, sin discernimiento muchas veces, tira hacia abajo tiene otras
consecuencias: damos, de lo que tenemos, lo peor. Nadie se molesta en el bien
mayor para el otro. Sólo vale lo que cuesta poco.
Son los aires de la
acedia que hoy soplan con fuerza en el desierto. Esforzarse por hablar bien,
por ofrecer lo bello, por buscar el contenido profundo de las cosas... Todo eso
no vale la pena. La palabra suena envilecida y no puede transmitir su altura y
su nobleza. El resentimiento turba el “decir” de los conversadores que acaban,
carentes de fuerza, en charlatanería y nada más.
Nadie sospecha la
escasa calidad de los habladores en su empeño de ser atendidos, de mostrarse y
de “sonar”.
Nos hemos atrevido,
siguiendo a grandes maestros, a recomendar la aceptación de lo inaceptable. “La
paciencia todo lo alcanza”, decía la Madre Teresa. Pero así como es noble y
elevada la “atención” en las cosas del espíritu, así es recomendable la “desatención”
en lo que no es ni vale.
Oye, calla y ora.
Recibe esa Luz (que nunca es avara) y déjate alumbrar por lo que es y lo que
vale...
Y lo que vale, lo
que es, se manifiesta en el silencio y en una trascendencia que el hombre está
llamado a alcanzar.
El enemigo nos
tienta siempre a convertir las piedras en pan. Lo que sí es clarísimo es que la
piedra no puede ser engullida como... pan. Por eso no hay otra respuesta: lo
que es, lo que cuenta, no son los caprichosos intermediarios o recursos del “ego”,
sino “toda palabra que sale de la boca de Dios.”
Alberto E. Justo