miércoles, 30 de diciembre de 2009

Porfiamos por un pedazo...

Cuando hablamos de desprendimiento o de cortar ligazones o apegos, casi siempre permanecemos en la "negación" de esto o de aquello. En efecto, nos decimos, debemos vigilar para que todo eso que nos parece haber dejado no nos importune más. Pero esto es un error, ya que permanecemos, por la negativa, atascados de la peor manera, en exceso celosos por no sé qué perfecciones que sospechamos alcanzar a fuerza de seguir rechazando...
Cuando el alma sale libre por su retorno a la pureza original no queda aferrada a las oscuridades de ayer. Basta disponer el "lugar" para que Dios lo ocupe sin más.
Pero ¿cómo lo sabemos? ¿Qué es lo que ahora veremos? Nada de lo que imaginamos. Aquél que nace en el corazón es insospechable y el espíritu no se conforma con ninguna migaja, ni con ningún otro pedazo o fragmento. ¿Se nos ocurre posible un... "vacío perfecto? ¿Qué pretendemos, en realidad? En este sentido, repetimos con Guillermo de Saint-Thierry: "nadie está menos solo que el solo..." Porque, cada vez, cuando abrimos las puertas de casa, viene el Señor con mayor intimidad, secreto y silencio. No diremos de esta o de aquella manera. No hay modos. La causa del amor de Dios es Dios mismo -decía san Bernardo- y su modo: amar sin modo.

Alberto E. Justo

lunes, 28 de diciembre de 2009


¡No te detengas ahora! Sigue de camino...

Decía el Maestro Eckhart: (...) "tú debes necesariamente ser en la esencia y habitar en el fondo. Es allí donde Dios debe tocarte, en la simplicidad de su Ser, sin el intermediario de ninguna imagen.
"Por sí misma una imagen no muestra ni significa nada. Ella refiere y reenvía totalmente a aquello de lo cual es imagen." (Sermón 101)
Estamos, pues, invitados a no quedarnos a mitad de camino, sino a seguir, sin desfallecer, a pesar de lo que pueda turbar nuestra peregrinación cotidiana. Porque en esa maravillosa simplicidad, en el abandono y en todo desasimiento, se nos abre el camino esencial que no nos es posible definir...
Sería un error rodear de murallas, de pretender circundar esa inmensidad abierta desde el corazón.
R. Rolland hablaba de "sensación de lo eterno", de "sentimiento oceánico", que es un "contacto", un "hecho"... No nos detengamos pues en la puerta.

Alberto E. Justo

martes, 22 de diciembre de 2009

Un texto de Juliana de Norwich

"Entonces nuestro buen Señor abrió mi ojo espiritual y me mostró mi alma en el centro de mi corazón. La vi tan grande como si fuera una ciudadela infinita, un reino bienaventurado; y tal como la vi, comprendí que es una ciudad maravillosa. En el centro de esa ciudad se encuentra nuestro Señor Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, una persona apuesta y alta, obispo supremo, rey solemne, señor honorable. Le vi espléndidamente vestido. Se sienta erguido en el centro del alma, en paz y reposo, y gobierna y guarda el cielo y la tierra y todo lo que es. La humanidad y la divinidad se sientan allí en reposo; la divinidad gobierna y protege, sin instrumento ni esfuerzo. Y el alma está enteramente habitada por la divinidad, supremo poder, suprema sabiduría y suprema bondad.
"Jesús no abandonará nunca el lugar que ocupa en nuestra alma, pues en nosotros está su hogar más íntimo y su morada eterna y es su mayor delicia habitar allí. En esto reveló el deleite que tiene en la creación del alma del ser humano; pues así como el Padre podía crear a la criatura, y así como el Hijo podía crear a la criatura, igualmente el Espíritu Santo quería que el espíritu del ser humano fuera creado, y así se hizo. Por ello la santísima Trinidad se regocija sin fin en la creación del alma humana, pues vio, desde antes del principio, que en ella se deleitaría eternamente."
(Libro de Visiones y Revelaciones, cap. 68)

domingo, 20 de diciembre de 2009


caminos interiores

Ahondando por el camino, cada vez ha de aparecer nuevo... Porque el desierto del alma no se abarca jamás... Como nos dice Heráclito (Frag.45) "No podrías encontrar, andando, los límites del alma, aunque recorrieras todos los caminos; tan profundo 'logos' tiene."
No agotaremos esa "inmensidad de dentro" y sí perderemos mucho ignorándola y no sumergiéndonos en ella.
Volvamos incesantemente al corazón, a la profundidad, una y otra vez, que nunca estaremos allí solos. Hay Quien nos llama y nos espera en todos los caminos...

Alberto E. Justo

lunes, 14 de diciembre de 2009



No te detengan las voces huecas

A pesar de cuanto parezca, a pesar del dolor y del desconcierto, estas horas se abren a la Eternidad.
La corteza se resquebraja y un viento insospechado la arranca y la lleva. Si el peregrino persevera descubre nuevos pasos por debajo de cualquier apariencia.
Descubre, tú mismo, la belleza que resplandece en todas partes, aunque tantos otros no la vean. Es un regalo para ti... Es el mismo Señor quien te lo entrega.

No temas hallarte solo. No temas la inmensidad del mar, ni la altura de las montañas, ni las distancias, ni las lejanías. Nunca estás solo y nada está tan lejos que no puedas en tu espíritu alcanzar.

Alberto E. Justo

Camina a pesar de los vientos y con ellos...

Las ventoleras del desierto dejan los caminos desolados... ¿Qué son? ¿Qué ocurre cuando mordemos la arena que golpea nuestro rostro? Describir estas sacudidas en la "nada". No lo creemos posible. Escapa a cualquier intento. Poco importa: lo sabemos muy bien, pues lo hemos aprendido en casa. No allá lejos. En casa; sí, en casa. Porque el desierto está en casa, aquí mismo, sin distancia.
Pero debajo, sí, debajo está la paz.
Las superficies son harto movedizas y, por lo mismo, cambian y mueren. No tienen consistencia, casi no son. Si buscamos lo que "es", descendamos a la hondura, más profundamente, donde podemos hallar la verdad y la vida. Lo más cierto no es lo más manifiesto, ni lo más difundido, o querido, o "vulgar". Lo más cierto (digámoslo así) siempre se halla escondido, como el tesoro en el campo. No es una historia de cáscaras o de superficies, o de simples cosillas exteriores. Nada de eso. Es preciso, siempre, aventurarse y buscar, aunque parezca insólito y hasta peligroso.
Si quieres internarte en el desierto verdadero, que no tiene "por-qué", ni es esto o aquello, desciende y despréndete se superficies, de superficialidades, y de todas esas cosas que brillan demasiado.
Sumérgete y recibe... Luego verás.

Alberto E. Justo

domingo, 6 de diciembre de 2009


no te detengas en este piso

A pesar... Sí, a pesar... de cuanto "pese". Y, sin embargo, se abre -con esplendor- un horizonte con su inconmensurable paisaje. ¿Todos lo ven? No, todos no lo ven. ¡Son muchos los que pasan de largo! Son muchos, sí, aún aquellos que pasan por ser los que no pasan. Quiero decir: aquellos que se vanaglorían de verlo todo y de acertarlo todo. Quizá sean los que menos ven...
Pero ¿por qué hablar en tercera persona? ¿Siempre "ellos"? En suma: la tercera persona está de moda. Ya no decimos "tu", ni en singular, ni en plural. Da miedo hablar directamente... Por eso no hablamos con Dios directamente... Adoptamos diez mil máscaras porque tenemos miedo en exceso. No sea que topemos con lo inesperado...
¿Confiamos en lo inesperado? Es difícil, desde luego. Pero al Señor... ¿lo esperamos? ¿Sólo con nuestra imaginación febril? ¿No le dejamos espacio a la sorpresa? ¿No será que no le dejamos espacio a Él? Porque lo queremos queriéndonos, muy a través del espejo. ¿Es grato mirarse al espejo?
Levanta los ojos, hermano, y descubrirás tu bien mucho más alto

Alberto E. Justo

viernes, 4 de diciembre de 2009

oración

No oramos, en verdad, cuando pretendemos "hacer algo"...
No oramos cuando pretendemos "ser orantes"... o ser tenidos por tales...
No oramos cuando nos asalta la pretensión de "ser alguien"...
No hay "profesionales" de la oración, ni especialistas o diplomados en su misterio...
Oramos cuando no sabemos... que oramos, cuando sólo Dios lo llena todo y no nos queda tiempo para ocuparnos del pasaje de retorno.
En el "abandono" somos orantes en verdad.

Frater Albertus Henricus, in eremo...