Las ventoleras del desierto dejan los caminos desolados... ¿Qué son? ¿Qué ocurre cuando mordemos la arena que golpea nuestro rostro? Describir estas sacudidas en la "nada". No lo creemos posible. Escapa a cualquier intento. Poco importa: lo sabemos muy bien, pues lo hemos aprendido en casa. No allá lejos. En casa; sí, en casa. Porque el desierto está en casa, aquí mismo, sin distancia.
Pero debajo, sí, debajo está la paz.
Las superficies son harto movedizas y, por lo mismo, cambian y mueren. No tienen consistencia, casi no son. Si buscamos lo que "es", descendamos a la hondura, más profundamente, donde podemos hallar la verdad y la vida. Lo más cierto no es lo más manifiesto, ni lo más difundido, o querido, o "vulgar". Lo más cierto (digámoslo así) siempre se halla escondido, como el tesoro en el campo. No es una historia de cáscaras o de superficies, o de simples cosillas exteriores. Nada de eso. Es preciso, siempre, aventurarse y buscar, aunque parezca insólito y hasta peligroso.
Si quieres internarte en el desierto verdadero, que no tiene "por-qué", ni es esto o aquello, desciende y despréndete se superficies, de superficialidades, y de todas esas cosas que brillan demasiado.
Sumérgete y recibe... Luego verás.
Alberto E. Justo