jueves, 29 de septiembre de 2016

¿Adónde vas?

Es la pregunta de hoy, formulada en nuestro interior... ¿Adónde voy, adónde? Hemos visto que nos dicen o nos decimos: -Ven aquí, ve allá... En algunas partes los "poderes" se precian de enviar a otros (no a sí mismos) para aquí o para allá... Y, sin embargo no nos vamos a ninguna parte. A ninguna parte que no sea la descubierta en nuestro interior, honda en el corazón, fecunda por la gracia de Dios. No, no nos vamos nunca cuando descubrimos el paraje verdadero, el monasterio que carece de supuestas ruedas, que sólo está "quieto" en el Amor de Dios.
Las ambiciones multiplican las inquietudes y desafían la paz que desciende de lo alto y que nos lleva más allá de inquietudes y zozobras. No, mi amigo, no te vas si permaneces en el Corazón del Señor que es, desde luego, tu Corazón. Por más que se ensayen mil cálculos y doscientos mil proyectos, estaremos siempre quietos en el corazón.
¿Dónde están los cambios? Siéntate en paz, en meditación y en silencio, recibe en tu misma intimidad la Única visita...
Y deja que su Presencia te eleve más allá de lo que sabes. Porque no interesa tanto "saber" cuanto recibir en lo hondo del Ser y del corazón... Entonces nada ni nadie podrá jamás apartarte de ese Centro en el que ya habitas en modo inalienable... Que no hay palabras...

Alberto E. Justo


domingo, 25 de septiembre de 2016

siempre en el desierto

En el desierto, en el corazón. ¡Hallar esos parajes siempre desconocidos y nuevos, siempre más luminosos y escondidos! Horas de silencio, de paz... A pesar de pruebas y dolores...
No, no todo acaba... Por el contrario, el desierto es siempre ocasión y aurora. A pesar de las tormentas, a pesar de los sinsabores.
Seguimos de camino en un claustro que se abre en el cielo. La alegría late en el centro, cuando no nos quedamos fijos en los lados opuestos, cuando tenemos el coraje de discernir. Quizá la respuesta parezca osada. ¡Bravo: ya es hora de respuestas atrevidas, de aquellas que brotan de la meditación y de la plegaria!
No hay tormentas que nos detengan. Hemos hallado el silencio del corazón.

Alberto E. Justo


domingo, 18 de septiembre de 2016

La luz permanece, cada vez mayor...

Es hora de gozar la Presencia... A cada instante es más profunda e inmediata en razón de la Bondad y Misericordia divinas. Dios no calla en el corazón de sus hijos, su Presencia (siempre inefable) arrebata y eleva más allá de lo imaginable.
No es necesario esto o aquello. Sólo interesa la Fe que ilumina y nos dice, a cada paso, cuál es la verdad y dónde está la vida.
Que nuestra oración sea, pues, la suma y renovada atención a la realidad que nos transforma.
Nada hay más bello que el jardín de un claustro escondido, en el monasterio de silencio de nuestro interior. El silencio es lenguaje de vida y aurora; el silencio enciende, de nuevo, lo que ayer, por nuestro torpeza, se apagó. Hoy, nuevamente, en la inmediatez inefable, se apodera de lo más íntimo y lo expresa sin más, a su modo.
El regalo de la gracia resplandece siempre y vuelve a resplandecer, sobre todo cuando nos damos cuenta de que no es ficción ni ilusión de ningún género.
El camino es apertura dichosa, no se estrecha nunca, sino que se abre a pesar de dudas y escrúpulos sin sentido. Cada uno, cada peregrino, lleva su secreto y la hondura de su vida, más allá de curiosidades u opiniones antojadizas. Aunque dudes, en el Señor no existe la duda. No temas, que en el silencio se aprende a discernir con acierto y en verdad.

Alberto E. Justo


martes, 13 de septiembre de 2016

A pesar de los límites...

En efecto, con tu propósito estás más allá. Pareciera -tantas veces- que callan voces que aguardábamos, o que un vacío incomprensible nos abraza, en un silencio que no alcanzamos nunca a imaginar...
Sin embargo, allí donde nada se manifiesta ahora, muy pronto resplandecerá todo.
Quizá si aguardas con paciencia y con confianza, con verdadero abandono, descubrirás o redescubrirás los mayores secretos. La luz no es avara: brilla "sin por-qué", no tiene pretensiones ni fantasías.
Confía pues aunque no distingas lo que aguardabas.
 La oración es sencilla, simple y directa. No tienes que introducirte sino dejar que llegue, dejar que Dios venga y te levante en su presencia. Abre tu corazón y no busques fuera lo que tienes dentro. No olvides esto que es tan simple. Es el Señor quien te llama y quien viene y llega, o, mejor: quien ya está. No es posible decirlo, pero puedes -desde luego- hallar en Él tu única Morada.

Alberto E. Justo


viernes, 9 de septiembre de 2016

Una vez más: No temas

¿Piensas ahora en los panoramas que enfrentas o que dejas atrás? Es posible que la fantasía o la memoria insistan en atraparte en las vueltas de tu camino... Pero esos "panoramas" los generas tú mismo cuando huyes prevenido de las instancias que nos rodean... Son "pura materia", semejan el grito sin más y sin eco, sin proyección, sin sentido. Las amenazas son una suerte de deuda, un reclamo del viejo pecado, pero carecen de realidad...
Tú, en cambio, ve siempre más allá, trasciende sin fatiga y con fe... Abandónate a la Fe que es el don que ahora recibes...
¡Señor, adónde te escondiste! O pregunta a las situaciones incomprensibles, como María Magdalena, ¿dónde lo habéis escondido? Y quizá no caigas en la cuenta de que a Él mismo le preguntas, porque lo has tomado por el jardinero. Así, día tras día, sigues escapando de la respuesta luminosa... Hasta que en un instante de silencio luminoso Él mismo te llama, pronuncia tu nombre, ese mismo que sólo conoce el que lo recibe y acepta...
Él viene, ya está aquí, siempre estuvo aquí. En suma: parece que no aceptas lo más preciado que te da vida. Nada ni nadie puede separarte del Amor de Dios...

Alberto E. Justo