En el desierto, en el corazón. ¡Hallar esos parajes siempre desconocidos y nuevos, siempre más luminosos y escondidos! Horas de silencio, de paz... A pesar de pruebas y dolores...
No, no todo acaba... Por el contrario, el desierto es siempre ocasión y aurora. A pesar de las tormentas, a pesar de los sinsabores.
Seguimos de camino en un claustro que se abre en el cielo. La alegría late en el centro, cuando no nos quedamos fijos en los lados opuestos, cuando tenemos el coraje de discernir. Quizá la respuesta parezca osada. ¡Bravo: ya es hora de respuestas atrevidas, de aquellas que brotan de la meditación y de la plegaria!
No hay tormentas que nos detengan. Hemos hallado el silencio del corazón.
Alberto E. Justo