En efecto, con tu propósito estás más allá. Pareciera -tantas veces- que callan voces que aguardábamos, o que un vacío incomprensible nos abraza, en un silencio que no alcanzamos nunca a imaginar...
Sin embargo, allí donde nada se manifiesta ahora, muy pronto resplandecerá todo.
Quizá si aguardas con paciencia y con confianza, con verdadero abandono, descubrirás o redescubrirás los mayores secretos. La luz no es avara: brilla "sin por-qué", no tiene pretensiones ni fantasías.
Confía pues aunque no distingas lo que aguardabas.
La oración es sencilla, simple y directa. No tienes que introducirte sino dejar que llegue, dejar que Dios venga y te levante en su presencia. Abre tu corazón y no busques fuera lo que tienes dentro. No olvides esto que es tan simple. Es el Señor quien te llama y quien viene y llega, o, mejor: quien ya está. No es posible decirlo, pero puedes -desde luego- hallar en Él tu única Morada.
Alberto E. Justo