miércoles, 19 de enero de 2011

¿Soledad? nadie está menos solo que el solo

Una sentencia de Julien Green: "...es Dios quien, en realidad, para cada uno, hace el mundo como si fuera él solo a vivir allí con él." O la ilustración que un sermón de Newman nos da de su propia frase: "myself and my creator": "Nos damos cuenta (progresivamente) que, mientras que el mundo cambia, somos nosotros uno y el mismo: y así, con la bendición de Dios, entrevemos algo de lo que significa nuestra independencia de las cosas temporales y nuestra inmortalidad. Y si ocurre que padezcamos decepciones (como es frecuente el caso), llegaremos a comprender mejor aún la nada de este mundo... y comenzamos gradualmente a percibir que solo hay dos seres en el universo entero: nuestra misma alma y Dios que la ha hecho." (Parochial and Plain Sermons, p.12) Cfr. L. Bouyer "Cosmos" Le monde et la gloire de Dieu. Paris 1982. pp.11 y 21.

Alberto E. Justo

presencia de la Esperanza

Créeme, créeme, mi amigo, todas esas maravillas que aprecias, que gozas apenas unos pocos instantes, esa alegría que te invade y te deja a mitad de camino..., todo, todo eso es FRAGMENTO, son piezas, sí, sólo piezas, reflejos de lo que viene, de lo que ya está llegando, del Cielo que ya ha comenzado. No lo dudes. No permitas que la nostalgia te ahogue porque no has podido retener esos segundos, esas horas o esos días. Son sólo un pregusto, apenas una señal de algo mucho, mucho ¡tanto y tanto más grande!
Por el contrario, en vez de entristecerte mete todo ello en tu corazón. Porque para ello te ha sido dado. Escalones tienes para subir a tu origen y a tu fuente. Los santos saben que gozarán, en la Patria, de la compañía de los amigos. El Amor es Uno solo.
Peregrino, pues, sin tristezas porque ya lo tienes todo. ¿No ves hasta qué punto el Señor te lo deja sentir así?
¿Sabes? en cierto sentido nada pasa. El supuesto "pasado" se torna "porvenir" en modo maravilloso. En efecto, todo se transforma para "más". El Señor nos da todo... No, no hay ni sombra de mezquindad en Él.
Deja, deja al Señor regalarte. Él fortalece la Esperanza. En la que ya tienes todo...

Alberto E. Justo

sábado, 8 de enero de 2011

La obra verdadera

¿Te preguntas -nuevamente- por el "sentido"? Es comprensible... El peregrino no ve resultados y lo más propio es que no pueda sacar nada de todos ellos. Entonces, ¿te sientes tan mal porque no logras trabajar en lo que deseas, porque "otros" no te atienden, o porque los "respondables" te ignoran? Es lo más frecuente y casi una ley del "peregrinar", que se cumple tarde o temprano. Y sufrimos, unos y otros, por considerar que hemos quedado marginados e infecundos, sobre todo cuando aquellos, que están más allá, se llevan los premios. ¡Cuántos se juzgan fracasados e inútiles, porque sufren esa... "desatención" indiferente!
Pero... (siempre surge un "pero") no todo queda ahí y no han de plantearse estas cosas ahí, ni así.
La fecundidad del hombre es la obra de Dios. Digámoslo de este modo, por ahora. Deja que el Verbo nazca en tu alma y déjale obrar... ¿No has pensado que el sufrimiento de hoy (que no comprendes) en el misterio de Getsemaní tiene una proyección y fecundidad eternas?
Tus lágrimas valen más que cuanto pudieras decir, expresar, transmitir, difundir o enseñar a lo largo de toda tu peregrinación en este mundo. Y no se trata sólo de un "sufrir", sino de ese "descenso" en y con el Señor, que no tiene explicación ni discurso.
No dudes de la acción divina cuando tu no puedes hacer más que adorar. El Señor puede ver por tus ojos... Deja que te posea y goza. Alégrate en Él. Que tu mano izquierda no ha de saber lo que hace tu derecha.

Alberto E. Justo

martes, 4 de enero de 2011

¿Quién es el que conoce?

El panorama de las superficies puede ser -siempre- sumamente seductor. Si nos establecemos a la vista de todos y con general beneplácito y aplauso, más todavía. Pero esto es un engaño. Un solo "sometimiento" a la vida misma, a un sufrimiento indescriptible o incomprensible, buceando en su hondura y en su proyección y ofrecido y elevado a Dios, vale más que diez mil premios, atenciones o éxitos pretendidos...
¿Cómo sumergirnos en esa verdadera dimensión que no tiene a su disposición ni propaganda, ni sistema alguno de difusión? Nos seduce... "difundir", hacer una y otra vez pantomimas en el escenario para que todos nos vean... Preguntamos: -¿cuánta gente hay? Y según la medida nos parece que vale la pena actuar.
Insistimos en los balcones que miran hacia afuera: sentidos y potencias; y olvidamos a aquel que es quien ve. Volcados a los objetos olvidamos al sujeto...Es hora de invitarnos a esta meditación. Conozco (desde luego y sin duda) pero ¿quién soy? ¿Quién es el que conoce?

Alberto E. Justo

sábado, 1 de enero de 2011

¿Qué comporta, en verdad, confiar?

No se trata de apelar a ninguna casualidad, ni a la buena fortuna, ni a cerrar o abrir los ojos, ni a todas esas "seguridades" que, según el tiempo, se nos van ocurriendo. Se trata, en cambio, de no confiar en creaturas, ni métodos, sino en una confianza heroica en Dios. A imitación de Abraham que "esperó contra toda esperanza."
El secreto comporta este derrotero interior: así como no tengo prueba, ni demostración, ni constancia de lo más sublime (y sé con máxima certeza que ES), también he de arrojarme en los caminos de la historia y de la misión que el Señor me da, sin más comprobación de añadidura.

Alberto E. Justo

Tengamos presente lo más escondido

Siempre de camino, descubriendo el secreto del corazón, del Fondo del Alma, maravilloso misterio del cual nada podemos decir y todo podemos gozar...
Es un regalo penetrar algo de todo ello, pues nos damos cuenta que la luz, que la música más sublime, está ahí y que no queda sujeta ni expuesta a variaciones ni antojos, a razonamientos vanos, ni a comentarios ociosos. Cuando algo interior y verdadero se nos esconde es para "verlo" en una perspectiva infinitamente más profunda, que va más hondo que los sentidos y las potencias.
Por ello: callemos reverentes, con infinito respeto, y cultivemos ese silencio que ya está en el alma y que nos lo dice todo más allá de todo (o más aquí, si se prefiere) sin olvidar la ternura divina que se manifiesta a cada paso de nuestras jornadas.

Alberto E. Justo