"No temas". Es esta maravillosa "nueva" la que se repite, la que debemos recibir y captar a diario, a cada instante, en esta "hora" peculiar de nuestra peregrinación. A pesar del sonido de amenazas y ráfagas lejanas, a pesar de esos dedos levantados que pretenden intimidar, a pesar de que lluevan argumentos y reglamentos de la más diversa índole, o se nos asegure que la verdad está solamente en quien esgrime más razones y más poderes... A pesar de todo ello, en suma, que descanse el corazón sincero en la paz de su conciencia y no tema.
Nuestra gran crisis (entre otras) consiste en haber perdido el sentido de la analogía y vivir todo en furiosa univocidad. Hemos olvidado el ejercicio de "crear" para sólo enterrarnos en el constante y aparentemente seguro "repetir", "seco" y "obligatorio". Cuando pretendemos seguridades falaces y salir de dudas sin uso de discernimiento, decimos que "eso" es "obligatorio". Terrible recurso en tantas ocasiones, cuando se prescinde de la prudencia, del ejercicio de la responsabilidad, del respeto y de la buena educación...
Es hora ya de "reverenciar" el corazón de prójimos cercanos y lejanos. Aceptar con gozo "pareceres" diferentes y abandonar la crítica y la murmuración en nuestro trato cotidiano. ¡Cuánto valen las virtudes humanas!
Rechacemos esas vacilaciones y escrúpulos que trastornan y oprimen. Enraizados en la vida interior y en el silencio del corazón respetemos a todos, porque no estamos reducidos a cualidades y colores, banderías o instituciones, sino que somos -siempre- hijos de Dios antes que cualquier otra cosa.
Alberto E. Justo