domingo, 28 de julio de 2013

llamado de Dios directo

El camino silencioso no sabe de agitaciones vanas... Porque el corazón recogido tiene ya su morada y ésta no se perderá jamás. ¿Por qué temer? Pero es verdad que ciertas conductas (a la moda de hoy o a la de siempre) conmueven y parecen impedir o perjudicar los pasos, nuestros pasos. Son los gritos y las amenazas... Pero esto es lo propio de los muy débiles. En efecto, el más débil amenaza porque más no puede...
         La labor del peregrino es superar las instancias falsas de las muchas cosas que oye, de todo cuanto grita, de todo el aparato que precisa la mentira para alcanzar sus objetivos y desarticulaciones...
         Tornar incesantemente al silencio, sabiendo que siempre estamos donde deseamos estar, aunque el mundo exterior nos quiera convencer de otra cosa. No son los cercanos, ni los lejanos, los que han de reclamar   nuestra atención. El Señor nos llama, sí, a cada uno, personalmente, directamente. Tengamos presente, sin olvido, esta palabra del Señor en el Evangelio de San Juan ante la pregunta de Pedro: -Señor ¿y éste qué? Y la respuesta que ilumina nuestras horas y congojas: -¿y si yo quiero que se quede hasta mi regreso, qué te importa? Tú SÍGUEME.
         En efecto, TÚ..., tú mismo, no aquel otro...

         Alberto E. Justo