Palabras que hieren, gestos
que hieren... Existe una honda y misteriosa “flagelación” en los azotes que
llegan a través de expresiones, de términos, de actitudes, de amenazas, de
descuidos, de olvidos o negligencias.
Más prontos a reconocer las agresiones de ruidos
estridentes, de sonidos que no dejan dormir, de manifestaciones tumultuarias,
de bombazos y mil cosas más, dejamos de lado esas otras, que en ámbitos
reducidos pero asaz profundos sacuden las jornadas de los viandantes.
Poco importa la “dimensión” del mensaje. Es su intensidad lo
que cuenta. Podemos hacer tanto mal y ¡tanto bien! cuando valoramos la intención
profunda de nuestros actos y de nuestras reacciones.
Sin respeto y sin delicadeza el trato humano se degrada
hasta perecer. Los caminos se trazan con la ascesis verdadera de una búsqueda
superior: ascender en la adopción y práctica de virtudes humanas, de excelencia
y de valor.
No son los “dardos” vengativos, por lo general causados por
el resentimiento, los que compensan en luchas y fatigas, sino la rápida
renuncia a cualquier modelo de “poder”, que acaba en torpeza.
La lucha victoriosa siempre es silenciosa y poco aparente. Sin
estrépito, carente del propósito de lastimar o de fastidiar... Es el decoro de
nuestros pasos, aunque nadie aplauda ni felicite...
Alberto E. Justo