miércoles, 4 de noviembre de 2009

volver, sin cesar

Las apariencias... A pesar de cuanto exteriormente pueda agobiarnos, la vida profunda se cumple en nuestro interior. En un instante todo puede comenzar, como una aurora, renovándose por gracia de Dios... Volvamos incesantemente a casa, a nuestro claustro interior -que nadie puede demoler- a ese santuario vivo, que no es otra cosa que la Morada de Dios...

Alberto E. Justo