¡Más hondo...! ¿Es posible tanta pretensión? Cuando buscamos "Aquéllo" que no se deja reducir ni expresar... ¿no hemos de continuar sumergiéndonos más allá?
El Silencio responde una y otra vez... Pero hay algo maravilloso que no podemos imaginar... Está demasiado cerca... Estamos demasiado cerca. Y no por virtud nuestra. ¿Para qué "mirar" desde aquí? ¿No hemos de mirar, acaso, desde donde somos realmente "vistos"?
Los rumores y los estrépitos de este mundo son muchos, demasiados, quizá... Pero todo eso es "ausencia" o, tal vez, ocasión para descubrir lo más real del otro lado. No, no es el ruido que, apenas, apenas y siempre, se va. No tiene qué hacer ni qué decir. Tampoco la inquietud: nada tenemos que vender... Sí, hemos de descubrir esa tenue y delicada transparencia que se nos brinda en la oración y en las cosas, que es apertura llena de sentido, apertura del alma, precisamente para ingresar más allá, para ahondar más.
He aquí -siempre- el desierto. El desierto florecido mil veces, infinitamente, en el jardín secreto del corazón. Un desierto "sin confines", decía San Juan de la Cruz.
Más hondo, entonces. A no detenerse.
Alberto E. Justo