Con simplicidad repitamos con el corazón la respuesta a la constante invitación del Señor a orar siempre. Sin duda la gracia nos ilumina a cada instante y obra para encender nuestra plegaria. No olvidemos que la verdadera oración es una respuesta que nace del abandono confiado en la Fe. Apenas abrimos los ojos, apenas susurramos no sé qué balbuceo... Como el decir de un niño, del más pequeño, con la sonrisa, aún con el llanto si así se diese... En la cima del alma, en la hondura, en el secreto del corazón.
Allí, mil veces el despertar a la vida verdadera que el Espíritu nos comunica. Es tan simple y tan inmediato... No acabamos de creerlo cuando lo sospechamos.
Déjate hallar por el Señor y ábrele todas las puertas. ¡Tan importante es nuestra "intención"! La respuesta es "querer con toda el alma", es volver y volver, despertar una y otra vez...
Adopta las palabras más simples, los símbolos mayores. Es verdad que te encuentras en el Desierto, pero -decíamos- en el desierto florecido. Es hora de dejarse "elevar", de transfiguración...
Fr. Alberto E. Justo