La vida es contemplativa en los lugares más diferentes y distantes, cuando el alma se dispone y se abre a la Presencia única del Señor. Nos aproximamos, silenciosamente, respetuosamente, a esa capilla y oratorio interior, luego de haber atravesado los más inesperados parajes, donde nuestro Salvador ora en el Huerto. Si hemos aprendido a escuchar su Voz, que nos invita a "velar una hora" con Él, descubrimos la dimensión contemplativa de toda nuestra vida. En Él y con Él. Siempre.
Para Él hemos nacido y no descansaremos hasta hallarle y recibirlo todo de Él. Con frecuencia nos ilusionamos con ésto o con aquél premio o regalo, con los ésxitos posibles en este mundo que pasa. Pero, antes o después, nos damos cuenta de que nada de todo eso es lo que en realidad buscamos.
Sigamos, pues, peregrinos, portando el oratorio en el corazón y velando...
Alberto E. Justo