miércoles, 22 de septiembre de 2010

orar

Orar, otra vez... ¿Cuándo estaremos conformes con esa "oración nuestra" que quisiéramos "perfecta"? En realidad nos hallamos ante lo más importante, lo mayor, lo que arrebata nuestra alma y nuestra vida y nos eleva... Pero, claro, no nos conformamos. Y es que todo siempre parece poco, sobre todo cuando nos apresuramos a medir las cosas...
La oración... Nuestra oración brota del Espíritu, lo sabemos muy bien, pero nos cuesta adoptarla así no más, sencillamante, como se da en el silencio siempre inesperado, insospechado, del corazón. En efecto, la oración es la de Jesús. Es Él que se retira a orar al Padre, es Su Corazón que se eleva (por decirlo así) y en un mismo movimiento nos lleva al Padre. ¡Los ojos del Señor levantados al Padre!
Volvamos silenciosamente a apreciar y a vivir esta oración, esta maravillosa contemplación que es la intimidad del Señor con el Padre, Su Padre y Nuestro Padre, Su Dios y Nuestro Dios.
No es necesario detallar... Sólo seguir y adherir en el misterio inefable de la gracia que nos eleva en el Desierto sin confines. ¿Hacia dónde? Hacia donde, de alguna manera ya estamos. "Conversatio nostra in coelis est."

Alberto E. Justo