Sin saber ni conocer.... ¿qué
cosas? Sin haberlo sospechado así. Un buen día, quizá una tarde, cuando el
ocaso encendía distintos tonos en el horizonte. ¿Qué más? Pues entonces y nada
más.
Los muros estaban vacíos, desiertas las paredes de la casa.
Las ventanas sin cortinas, las puertas sin sus llaves. Nada invitaba a
quedarse, porque ni hogar, ni chimenea, ni cuadros, ni flores. ¡Triste y
desolado lugar!
En la otra vertiente... ¡Dios mío, qué alud, qué derrumbe!
Caían, como una plaga invasora, como aquellas nubes de langostas, personas y
más personas, atropellándose unas a otras, andando tan ligero que nunca
llegaban a destino...
Mi pregunta fue inmediata: -¿estoy yo realmente aquí? En
suma, cuando el rechazo y el estupor angustiante estrechan la respiración y
casi la ahogan: ¿estamos en verdad allí, o venimos de otra parte, quizá desde
muy lejos, o nunca nos fuimos del lugar en el cual nos hallábamos y ahora nos
engañamos?
El alma, como el ave antigua, vuela y se eleva y no tolera
los sombríos sótanos de la crueldad y de la tiranía de cosas y de entrelazadas
costumbres... Son las imposiciones que se generan en terribles egoísmos. Pues
los más terribles son los más “justificados”. Cuantas mayores y más abundantes
razones esgrima para imponerme, más lejos estaré de la “razón” que pretendo.
El espíritu tiene, en cambio, vocación de altura... Y vuela,
tal vez adonde no sabemos... El soplo, que es respiro, lo lleva, lo envuelve,
lo adopta, se torna uno... No puedo justificarlo ni explicarlo. No puedo
reducirlo, porque sus dimensiones no se pueden pesar ni medir. Pero lo sé, lo
conozco; lo conozco sin poder traducirlo... Simplemente lo veo, como veo el
corazón a través de quien señala el símbolo del corazón de carne, tal vez en su
propio cuerpo.
Y lo aprendo en esas historias maravillosas, en esas
imágenes y figuras del tesoro de una tradición siempre fecunda... Por ello
admiro al perro de Odiseo, único en “reconocer” al héroe.
Esto es leer más allá o, simplemente, ver más allá, que
significa “más adentro”.
¿Dónde estoy? Es imposible responder con categorías usadas o
de segunda mano... Es preciso, si
pretendemos una respuesta veraz, atravesar las nubes y subir más allá...
No es fácil ni placentero subir o seguir por suposiciones o
con promesas... No nos conformamos con pruebas escasas... Ocurre que... dudamos
¿Entonces?
Pero hay un tesoro escondido, un testimonio, una certeza.
Sería muy vulgar difundirla o apresurarse en un discurso que no cabe en
expresiones corrientes. Nada grande se resuelve en una fórmula. Por ello
detenemos un tanto nuestra marcha para contemplar el paisaje.
Alberto E. Justo