La vocación del hombre es volver a su profundidad, a su realidad honda, al secreto de su corazón... Pero esta búsqueda no parece acabar nunca.
Es imposible reducir lo inefable a algunas reglas y encerrar la luz en límites precisos, de fácil dominio...
Nos reencontramos cuanto más aceptamos sumergirnos en el Misterio... Y nos damos cuenta, por fin, que es hora de seguir.
Alberto E. Justo