¿Hay
algunas que sí son?
No permitamos que las
preguntas, interrogaciones y cuestiones avancen en nuestro panorama. Hemos
llegado a la ribera, hemos abandonado un mundo que no dejamos de dejar... Y,
entonces, partimos. Sigamos partiendo...
Creíamos que... “partir” consistía en emprender no sé qué
viaje para alejarnos rápidamente de los sonidos y estrépitos que tanto nos
mortificaban, y nos mortifican...
Pero hemos llegado a la ribera, junto al lago, y nos damos
cuenta, sin lugar a dudas, que “ir a otra parte” sólo es posible, en verdad, en
el corazón.
El culto a las exterioridades ha fenecido para quien desee y
busque el secreto escondido...
Hace ya mucho tiempo que soñábamos con disfraces siempre
diferentes, apostando a “seguridades” o a “tranquilidades” superestructuradas,
armaduras de hierro que pretendían y pretenden proteger...
Hoy sabemos que siempre quedábamos detenidos en el mismo
lugar, quizá porque no acabábamos de distinguir el horizonte: hacia la
ribera... Hacia el destino que, sin embargo, no es allá.
Mi historia es arribar adonde nunca lo tuve como posible...
Es así, aunque no se entienda el tejido escondido de semejante afirmación y
pretensión.
Adonde son tan pocos los que llegan, porque desprecian la
santa locura de quien por fin emprende el camino sin más...
¿El camino? ¿Qué camino?
Ningún camino de esos que están por ahí... Cuando considero
que estoy: trazo una huella o mil huellas...
¿Camino? ¿Progreso? Pues nada de todo eso. Ni método, ni
ensayo, ni plan. Aquí no más. Hacia muy adentro, efectivamente, “más allá”.
Estarse “quieto” es “caminar”. Por no sé dónde, porque ya se
está...
Alberto E. Justo