Cabe una pequeña reflexión... Muchos son los que persiguen un mayor tesoro o, simplemente, el camino adecuado, en peregrinaciones y en determinados lugares. Otros siguen largos aprendizajes, o cursos especializados, en procura de la idoneidad necesaria en cualquier camino espiritual. ¿Lugares, tiempos...? Sin duda todo es interesante y recomendable, según la vocación de cada uno... Yo deseo subrayar aquí un lugar y un tiempo, un particular "santuario" que dispone y enseña y abre a una experiencia única... Me refiero al "sufrimiento". Y, claro está, no al "sufrimiento" así no más en "abstracto". Trato de señalar a éste o a aquél. A éste o a aquél padecer en el misterio y tantas veces en el silencio, escondido a cualquier medida, peso o valoración humana. Es la dimensión insospechada: el valor de esos pasos dolorosos que abren una perspectiva y nos introducen en un ámbito que no sospechábamos ayer. Es el Camino del Señor que transforma y transfigura. Es Su Camino, es Su Noche. ¿Podemos velar con Él, al menos, una hora? Es esta una vocación y un sentido. Un sentido bien profundo. Es algo que da una profundidad inigualable a la vida. Una escala que lleva muy alto... Pero que no hemos de buscar a propósito y por sí misma. Sólo cabe recibirla y ascender humildemente y en silencio por sus peldaños, porque su mayor riqueza es que sólo la conoce Dios. Nunca haya desesperación ni se caiga en el engaño de ninguna ilusión... Aquí se trata de seguir, en silencio, al Señor. Aquí se trata, también -¡cómo no!- de mucho más. Estar en Él; ser, por gracia, lo que Él es...
Déjate introducir en ese misterio de la vida divina que se dona y que nace en tu corazón...
Alberto E. Justo