Sí, desde aquel valle, que parece tan lejano. Cuando la profundidad nos atemorizaba... ¿Cómo ascender y llegar a las cumbres más altas? ¡Dios mío! Contemplábamos, como Antonio, las redes del enemigo que envolvían todos los territorios y el mundo entero. ¿Cómo y cuándo escapar a semejantes lazos, tendidos de confusión y engaño? Ahora, como tantas veces, respondemos: DESCENDIENDO. Desde luego. Pero ahora añadimos, también, la afirmación de una certeza y de una convicción inconmovibles: NO PERTENECEMOS A ESE PLANETA CUBIERTO DE REDES...
Entonces, alguien preguntará: -¿de dónde venís? Y responderemos que es ese un secreto. Sabiendo muy bien, como don Quijote, quienes somos.
Ahora, descendiendo o no, permanecemos en confianza y en desafío. Jornadas nuevas se suceden. Quizá no estaban tan "previstas"... Pero nos admira la "sorpresa" que es la "garantía" del desierto. Nosotros también aguardábamos que Él nos restaurara y "compusiera" un reino, "nuestro" reino. Pero cuando lo vemos así cubierto..., así aprisionado, nos damos cuenta de que no es, en modo alguno, el Reino verdadero. Este está ya en el corazón... "El Reino de Dios está DENTRO vuestro." Esta es la lección recibida cada vez, en cada acontecimiento, siempre. A pesar de lo que aparezca...
El corazón... ese es ahora la hondura que nos recibe. No es un valle, ni tampoco una montaña, ni una llanura, ni el mar... ¡Y tan bellos que son los valles, las montañas, las planicies y los mares! Pero esto, aquello que decimos, es infinitamente más. Infinitamente más bello, infinitamente más real. Simplemente es así, directamente, sin mediaciones postizas y arbitrarias. ES...
Si estamos preparados y dispuestos, ¡adelante!
Alberto E. Justo